¡MIRá!
Un desfile de moda inspirado en la estética italiana de principios del siglo XX es una excelente oportunidad para revisitar esta estética y despedirse de una muestra monumental que durante todos estos meses trajo el universo futurista a La Boca, gracias a la Fundación Proa.
› Por Dolores Curia
“Un automóvil rugiente, que parece correr sobre la metralla, es más bello que la Victoria de Samotracia.” Bastó solo con esta frase (y unas cuantas acciones irreverentes) para que el futurismo tirara, sin más, toda la tradición por la alcantarilla. Eran las palabras de Filippo Marinetti en el Manifiesto Futurista (1909). Desde el diario Le Figaro de París, anunciaba la hecatombe: el nacimiento de la primera vanguardia que llegaba para subvertir las bases de la relación entre la arte y la vida, tal cual había funcionando hasta la fecha, y para abofetear a la Institución. El futurismo no miraba al futuro. Al contrario, tenía fascinación radical por el puro presente. Saludaba el “progreso” de un siglo (veinte) que pronosticaba desarrollo técnico y humano a todo trapo.
En el marco –y como frutilla del postre– de la masiva muestra El Universo Futurista. 1909-1936 (curada por Gabriela Belli) se presenta un desfile inspirado en esta estética. Inaugurada en marzo, la exposición que se luce con 240 piezas de todas las disciplinas llega a su fin después de tres meses. Así, el desfile, que está planteado para dialogar con el espacio y con las obras, es una muy buena excusa (y una de las últimas oportunidades) para visitar esta exhaustiva joyita curatorial.
La Fundación hará de sede para que un grupo de alumnos de la cátedra de Diseño de Indumentaria de FADU (Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo) –a cargo de Andrea Saltzman– realicen su muestra anual, evento que ya es un ritual obligado desde 2003. Saltzman, cuya formación entreteje la danza contemporánea, la plástica y la arquitectura, es una eminencia en el asunto: en 1989 dio vida a la primera cátedra de Diseño de Indumentaria de la UBA y, actualmente, es profesora titular de la carrera que porta ese nombre. Fue la primera en hablar por estos pagos del “diseño de autor”, que –además de hacer resonar a la Nouvelle Vague– proponía aunar moda y arte para correr a la primera del campo de lo trivial.
Y va más lejos, por eso proclama la urgencia de “pensar la indumentaria como construcción del cuerpo social porque todos nosotros nos conocemos como cuerpos vestidos. Desde fines de los ’80 (cuando ni siquiera existía en el imaginario argentino el concepto de diseñador) viene dándose la necesidad de que las ideas dejen de ser solo aquello que viene o venía de Europa. De ligar el diseño también a la construcción de la propia identidad. Crear un lenguaje, un sistema de producción y un mercado propios de esta idiosincrasia y que deje de ser solo ‘lo banal’”.
La moda para Saltzman es testimonio de época. El desafío del planteo consiste en pensar qué podríamos entender como moda futurista hoy día. Los diseñadores en potencia eligieron algunos ejes y los resultados son para todos los gustos: vestidos adherentes a modo de tatuajes con motivos futuristas, relecturas de las más diversas sobre el traje (que para los vanguardistas representaba la encarnación del burgués) que le aportan confort, flexibilidad e identidad; vestimentas transportables para los que practican el nomadismo urbano y trajes danzantes con efectos cinéticos multicolores.
Una relectura de este movimiento, desde nuestro contexto, es fértil pero también necesaria. Porque lo que, allá por principios de siglo, nació como un despliegue de audacia creativa fue ganando aspectos cada vez menos simpáticos. El futurismo, que nació como cimbronazo estético, comenzó a coquetear más y más con una estética belicosa, agresiva, de corte machista y misógina. Lo que, al comienzo, fue atracción por la técnica y la novedad devino en fanatismo por la guerra como expresión máxima del desarrollo científico. No tardaron en pregonar, entonces, la belleza de las bombas, los tanques y las trincheras. El tiempo pasó y Marinetti, además de ponerse viejo, se fue poniendo fascista. De hecho, llegó a convertirse en el poeta oficial del régimen de Mussolini. Por eso a Saltzman le parece fundamental aclarar los tantos: “El desfile no es, de ninguna manera, una apología del futurismo sino un ejercicio para pensar qué valores encontramos en él pero resignificados desde la actualidad. El futurismo tenía formulaciones terriblemente nefastas y contradictorias. Desde la cátedra descartamos el tema del hombre como ser superior en la naturaleza, la exaltación de la máquina, la revolución para uno solo, etcétera. Todos elementos que retomaría, después, el fascismo. Pero sí nos pareció interesante reformular algunos aspectos como la puesta en valor, la percepción, el movimiento, la velocidad, el vitalismo, etcétera.” ¤
Desfile Moda Futurista tendrá lugar hoy viernes 2 de julio de 2010 a las 19 en Fundación Proa (Av. Pedro de Mendoza 1929). Más información en www.proa.org
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