Vie 18.04.2003
las12

ARTE

Teoría de la catástrofe

La artista Andrea Juan fotografió los hielos continentales del sur argentino buscando en sus constantes cambios una metáfora (o mímesis) de la destrucción de la especie humana, que, según su modo de ver, tendrá poco que ver con su (nuestro) propio final.

POR MARTA DILLON

Si ahora piensa en el fin, dice, es porque necesitaba un alivio. Como si conocer anticipadamente el final de una historia pudiera salvarla de las ansiedades y temores que guarda la trama para el camino. ¿Acaso el pánico no haría arder las mejillas si supiéramos con certeza que avanzamos hacia la destrucción final de todo cuanto conocemos? ¿Acaso la vida es otra cosa que caminar sin pausa hacia la muerte, de la que no sabemos nada y a donde nada nos acompaña? “Si fuéramos inmortales, la pesadilla sería interminable”, dice Andrea Juan. “Lo contradictorio es que nadie quiere morir.” Y que se hace todo lo posible por evitarlo, al menos postergar ese momento que la ciencia médica parece vivir como un fracaso. Pensar en el fin es un alivio, dice, porque antes pensó (trabajó y montó una videoinstalación) en el desesperado sinfín del rescate permanente “que no llega a ningún lado”, cuando termina uno empieza el otro y entonces no hay descanso. Pero llegará un día, piensa ahora la artista, en que nadie pueda ir en rescate de nadie más porque todos estarán envueltos en la catástrofe, La Catástrofe. Un cambio brusco y radical que altera el equilibrio y lo transforma en otra cosa. Si ahora es el mundo, después no será nada. ¿O será otra cosa? Andrea Juan eligió una imagen para el final del mundo. De todas las teorías que según su investigación manejan los científicos, ella elige creer en la glaciación: “El hielo irá avanzando desde los polos hacia los hemisferios. Todo se congelará excepto una pequeña franja alrededor del Ecuador. Es gracioso, sólo sobrevivirán los caribeños y los africanos”.


“Fotografiar los hielos del sur patagónico fue el paso siguiente a la formulación de las muchas preguntas sobre el final. Verlos mutar, derrumbarse, iniciar viajes hacia ningún mar cuando la erosión los convirtió en muchas partes de un todo destruido”, escribe Andrea Juan en el catálogo de su muestra, resulta “una mímesis de nuestra propia autodestrucción y aniquilamiento”. Sin embargo, ella misma no está del todo convencida del poder de la humanidad para escribir su propio final. “Es gracioso, pero los científicos parecen no creer demasiado en los efectos del calentamiento de la tierra.” Y es que lo que los humanos hacen sobre la tierra, asegura Juan, no es más que una pequeña muesca en la línea de tiempo del planeta. “Tal vez puedan acelerar de manera ínfima lo que la naturaleza de todos modos nos tiene preparado. La tierra, sin duda, no nos pertenece”. Ni siquiera para acabar con ella. “Inundaciones, hambre, devastación, enfermedad, pobreza, polución, sequías, derrumbes guerras”, enumera la artista homologando los conflictos, los eventos, las tragedias. Todas una: catástrofe. Y ninguna suficiente para acabar con todo. Los hombres (y las mujeres) se sobreviven a sí mismos, piensa la artista. El fin es una ilusión porque siempre hay un más allá, un volver a empezar, una especie mutante que vivirá cuando unos pocos sobrevivan y se adapten. Al fin y al cabo ninguno de los males que enumeró la artista han podido con nosotros. Ni con ellos mismos: la guerra, el hambre, la devastación, la pobreza, comparten la buena o mala salud de la humanidad. La que ha tenido la mayor parte del tiempo.


Pero en esos hielos, cree Juan, dentro de esas moles de colores tenues y cambiantes, ahí dentro anida la catástrofe. No es una amenaza, es una posibilidad y una teoría que la artista subraya con unas líneas quepodrían contar el tiempo o señalar los cruces desde donde, dice ella, empezará el quiebre que cuando se desencadene terminará con todo. Hay una primera fase de equilibrio, de cambios internos y sutiles, invisibles. Se puede cambiar y seguir siendo lo mismo. Y una segunda y una tercera fase en que las grietas se abren, se licuan, y se atomizan. Eso es lo que fotografió Andrea Juan caminando sobre los hielos que imaginaba frágiles, y que son frágiles, dice, pero caminando sobre ellos no pudo más que sentirse insignificante. Tal vez por eso necesitó de la palabra de otros pares, artistas, argentinos y de Gran Bretaña, a quienes confrontó en un video con la magnificencia de los hielos y los obligó a pensar en el fin, en la catástrofe. La mayoría termina sus reflexiones riendo, no hay nada demasiado gracioso sin embargo, salvo un testimonio que imagina a los habitantes del tercer mundo sobreviviendo “porque ya están acostumbrados a vivir mal” y a los norteamericanos muriendo primero “porque olvidaron cómo caminar más de media cuadra seguida”. Pero la mayoría ríe, como si fuera un alivio pensar en la catástrofe natural, en la oscuridad del sol y el reinado de los cielos antes que en los efectos de la guerra.


Pero algún día tiene que suceder, para uno y para todos, para la especie misma, así lo cree la artista. “Así como empezó tiene que terminar, no es trágico, no es triste. Todo se apagará lentamente, tan lento que ni siquiera podrá narrarse.”

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