EL MEGáFONO)))
› Por María Victoria Arias *
Jueves 16 de septiembre, 5 PM, espero sentada a un par de alumnos en un bar de Corrientes y Callao. Mientras observo desde esta pecera gigante cuerpos que pasan, se alejan, circulan, se apuran. Me falta oxígeno aquí, entre peces muy peinados e indiferentes a lo que se gesta afuera. Todo pasa demasiado pronto en la ciudad, nada permanece. Algunas corporalidades se distinguen: visten distinto, sus caras resplandecen, tienen otro apuro: el de no perderse la fiesta que nos espera en la Plaza. A 34 años de La Noche de los Lápices, estudiantes y docentes queremos fusionarnos, recordar, desintegrar el colador gigante por el que se escapa la memoria.
Llegan quienes espero. Abandonamos la pecera. Nos sumergimos en otras aguas más cálidas, menos asfixiantes. Cuerpos anhelantes se desplazan por la ciudad, reclaman su lugar, lo toman. La inacción es sinónimo de aceptación, resignación, desilusión. Todo rima, como en un rap gigante, coreado por miles. Esta lección no se aprende en la escuela, es difícil narrar lo que el corazón va sabiendo. Postales simultáneas de la diversidad, los ojos no alcanzan para mirar.
Tod@s estamos mezclad@s, cada un@ se viste como quiere, estos modelos y peinados no están impuestos por modas. La libertad se respira, es un perfume que no se va de la piel.
Pequeñas luces se suman, el brillo aumenta. Nos vamos sumando, nos metemos, cantamos, sacamos fotos, saltamos un rato. Nos adelantamos y vemos la cabeza de la columna de estudiantes y les explico que acá las jerarquías también se juegan, pero los valores son otros: van adelante los colegios que más comprometidos están en la lucha, los que se juegan más. Y a la vanguardia, con una enorme bandera amarilla que cruza la calle –“Queremos estudiar en condiciones dignas”–, están tod@s junt@s, chicas y chicos, que salieron por la tele en estas últimas semanas, defendiendo la educación pública con emocionante dignidad.
Sus interlocutores adultos, la mayoría periodistas y opinólogos que estudiaron en escuelas privadas, no supieron estar a la altura de las circunstancias y quedaron muy mal parados.
Cruzamos la 9 de Julio, la gente aplaude, felicita, grita desde las veredas: “¡Fuerza chicos!”. Todo es una fiesta. Hay lápices dibujados con tiza en las sendas peatonales. Graffitis van inundando las paredes y calles. “Los lápices presentes”, “Escuela laica”, “Para ser prócer, ¿hay que matar indios?” Inesperadamente vemos a alguien envuelto en una bandera multicolor, aerosol en mano, pintando en una pared: “¡Educación sexual ya!”. Rápidamente nos acercamos. Nos miramos, nos reconocemos, alegría del estar también aquí. Son Daniel, Juan y Guilla, militantes de la Juventud LGBT, a quienes Sofi y yo habíamos conocido en un encuentro con proyección de cortos sobre chicos trans al que habíamos asistido como “hétero”, solidarias en la lucha por la ley de identidad de género. Nos piden: “¿Nos ayudan a llevar la bandera?”. “¡Claro!”, gritamos al unísono. Sentimos por un rato lo que es ser miradas por la gente “de otra forma”. Y le digo a Juan (universitario, inteligente, dulce): “Yo quiero luchar para que la educación sexual sea una realidad en las escuelas, para que l@s chic@s como vos puedan vivir su identidad sexual sin esconderse, sin ser acusados, que los respeten”. Y Juan sonríe, me agradece, nos fundimos en un abrazo que no olvidaré, que me impregnó el cuerpo, que me comprometió de por vida.
* Profesora de Literatura, coordinadora del Proyecto de Educación Sexual Integral en el Liceo 11 de Villa Urquiza y capacitadora docente en UTE. Tiene el blog para docentes “Educación sexual en la escuela”, www.cuidarnosesquerernos.blogspot.com/ y otro para alumnas/os “Hablemos de amor y sexualidad en la escuela”,
saberesmiderecho.blogspot.com/
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