DIEZ PREGUNTAS > A IGNACIO APOLO*
› Por Laura Rosso
–La escritura tuvo un fuerte matiz ideológico: no se trataba solamente de dar forma a un universo de imágenes poéticas y escénicas sino también de recorrer un espacio ideológico común (nuestros pensamientos y posiciones respecto de la maternidad, la paternidad y la infancia). Esto es, creo yo, el núcleo duro de todo pensamiento sobre la Humanidad. Es también la continuidad de mi trabajo sobre la infancia que abordé en Rosa Mística, en esa obra se habla de una cultura infanticida. En Post-parto hablamos desde la sombra, pero mirando los resquicios de luz en la crianza desde sus primeros momentos.
–Fue más bien un devenir: una paulatina transformación en padre a partir de un amor, de una pareja, de un ser hijo, y fundamentalmente a través de Carolina y Luna, esa díada plena de vida, fusionada y en proceso de separación. Yo hablo de eso: de cómo un varón puede mirar, escuchar y sentir esa transformación. Esa profunda crítica femenina producción de una vida en dos.
–El puerperio es “lo que no se dice”. Es el íntimo tabú de nuestra sociedad, el sitio donde el patriarcado mantiene casi sin esfuerzo el silencio. Todo lo que se dice es publicitario, y conduce a la incomprensión de tu pareja. Mi síntesis: no es el bebé el que me necesita presente sino la mamá, que sólo está separada de ese bebito por el discurso oficial. En realidad, la puérpera y su cría son una unidad. Comprender eso, y sostenerlo...
–Dos grandes mitos. El primero: la maternidad como felicidad obligatoria. El segundo: el parto como una instancia adulta. Nuestra cultura concibe el feto/bebé como una entidad absurdamente autónoma (separada de su madre) y no como un proceso vital de ella; de allí que la institución médica desatienda e infantilice a la mujer –la ata, la droga, la monitorea, la ejecuta– para retirar “con su consentimiento” al bebé de su interior y llevárselo “sano y salvo” a la sala de neonatología.
–Es una decisión compartida con el elenco. Personalmente, creo que la voz de la mujer es todavía la “voz marcada” con el género (la del varón se presume universal). Es una apuesta política contra eso.
–Son magníficas actrices: ellas son mi mayor descubrimiento como director. Silvina Bosco es la actriz más precisa y dúctil que conozco. Laura Azcurra tiene una proyección y un manejo de la energía envidiables. Y Victoria Onetto es el asombro: es la “chica material” que irrumpe con una potencia emocional que te deja atornillado a la platea.
–Creo que estamos en una fase testimonial de la política de género respecto de este viejo tabú patriarcal: el puerperio es una experiencia clave para la humanidad, y que tres reconocidas actrices hablen del propio desde la verdad de la experiencia derriba barreras y convoca al reconocimiento, especialmente por parte los varones (las mujeres se identifican).
–Descubrí que sus cuerpos y emociones están fusionados con sus bebés, que en realidad ambos cuerpos son un solo cuerpo vital que comienza a separarse en el parto. Y esa separación es un desgarro. Y, por sobre todas las cosas, las puérperas no son “felices por decreto”, como las induce a creer el enorme marketing de la maternidad. Por el contrario, son la efervescente, líquida, volcánica potencia de la humanidad en reproducción.
–Los varones no entendemos que nuestro sostén emocional, afectivo y físico debería enfocarse en ellas, sobre todas las cosas, y no en nuestros bebitos por separado (lo que suele hacerse: dejarlas de lado, tratarlas como mamaderas ambulantes, almohadoncitos para que los bebés duerman).
–Una profunda transformación. Yo escribí esta obra junto a mi amor puérpera y a la pequeña Luna, que tenía apenas un mes y medio cuando me convocaron para coescribirla. El post-parto me transformó no sólo en padre sino en adulto, y en director y autor teatral definitivamente. La adultez me llegó un poco tarde (Luna nació a mis 39 años). Con la bebé de dos meses a upa, Carolina con licencia sin goce de sueldo, un crédito hipotecario encima y una enorme emoción, le dije a Caro: “Quiero dejar de dar clases universitarias en publicidad y dedicarme exclusivamente al teatro y la literatura”. Y ella (ellas) me miraron y me dijeron: “Claro, yo siempre te apoyé y te apoyaré”. Y así papá vendió el auto para bancarse los primeros meses de desempleo, renunció a quince años de docencia a mitad de un cuatrimestre y se dedicó a pleno, por fin, a su deseo maduro.
* Director y dramaturgo de la obra Post-parto, domingos a las 18 en el Teatro El Nudo, Corrientes 1551. Tel.: 4342-1026.
Entradas: $ 40 y $ 25 para estudiantes y jubilados.
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