MONDO FISHION
› Por Victoria Lescano
Un desfile celebrado el lunes 24 de enero en París, en el Museo Rodin, con exotismos en continuado durante sus 33 pasadas de faldas platos y plisée y sus opuestos, faldas pencil –dícese de la falda tubo–, chaquetas esculpidas para acentuar hombros, afinar brazos, plumas en el pelo coronado de rodetes, cejas pintadas de rojo y labios carmín fue el clímax de la alta costura predicada por Galliano para Dior. Se trata de uno de los desfiles que más suelen marcar tendencia en usos y costumbres para las temporadas venideras –2011 y 2012, recuerden que el actual estallido floral germinó en una presentación de Galliano y que todas y todos, de la industria a los creadores lo emularon– y remite a vestidos gris y plata cual salidos de un film de antaño, capas para galas cosidas con dramatismo. Tal vez el único gesto más cercano a vestirse para salir al mundo real fue un vestido camisero en tono borgoña y con cinturón entallado, pero justo situado la altura de donde las mujeres llevamos el corpiño. Siguieron abrigos de plumas blancas y crudo, vestidos celestes y beige con volúmenes, capa sobre capa y morfologías redondeadas, orgullosas del derroche de telas y de tul, y los bordados imitando técnicas de gouache.
Rebobino a un superlook: falda recta que exalta cintura y cadera con petit chaqueta bordada en tonos de beige y casi como por descuido, el trazo de un ala. El trazo irrumpió en otro vestido de falda plato y strapless.
Sin duda, Galliano –el creador inglés nacido en Gibraltar y formado en el Central Saint Martins de Londres, pionero en revolucionar las casas de alta costura francesa del siglo XX– se inspiró y hasta ovacionó la obra de René Grau, el ilustrador quien fuera figurinista de Dior en 1940 y 1950, los años del apogeo y del surgimiento del new look.
El diseñador la calificó como “una colección construida con recursos del dibujo”. El saludo final de Galliano, ataviado en rojo y cual personaje de una viñeta extravagante –¿parecido a Sandro, Liberace o Grau?– posó sobre un fondo rojo.
Unos días antes, en el contexto de las colecciones masculinas celebradas en París, otro gran momento de moda pergeñado por John G. Al contemplar seis imágenes que editó el T blog de The New York Times, pensé en príncipes orientales. Los modelos iban con batas de raso, tocados, los ojos muy maquillados, ídem la cara y unas pócimas de polvo de arroz fueron exhibidas con cierta picardía en bowls.
Sus siluetas y sus looks fueron una patada entre tanto apogeo del modelo andrógino pregonado por Burberry Prorsum o Hermés, ahora con diseños de Lemaire, antes diseñador de Lacoste y otra larga lista de la que queda exento Jean Paul Gaultier y su colección de hombres con pelucas rubias, calificados de “James Blond”.
El back de la producción de Galliano mostraba a los modelos hombres acicalándose y entre carcajadas. Un amigo de la red social fb apuntó: “El modelo lleva la misma estampa de un célebre traje de Poiret”.
Galliano resiste a los dictados de la moda mainstream: mientras a inicios de los ‘90 las tendencias pregonaban el grunge, él insistía con la silueta de los años ‘50. Desde 1997, sin pausa y sin cambios de contrato, continúa frente al reinado de Christian Dior –antes hizo un paso breve por Givenchy–. “Mi deber, mi misión en esta tierra es hacer que la gente sueñe a través de las ropas”, sentenció quien representa una categoría de diseñador en extinción y más aún luego del suicidio de Lee McQueen. La labor en Dior le permite financiar su firma homónima. Y así como hace dos años escandalizó con hombres de rostros encapuchados y ensangrentados vistiendo tanto trajecitos de franela gris a lo saville row como su flamante línea de calzoncillos –todos con sonidos de electrónica–, la reciente colección masculina aludió a Nureyev y el mundo de la danza. Pero JG lo tradujo a un show con varios tempos, de los refugiados modelos que marcharon improvisando desopilantes pasos de baile, a los mods en jabots y con trajecitos para uso diario, a los bailarines con superposición de cancanes de lana y un show de sus músculos y sus atributos. En el saludo final, cual rock star, Gallianó –como dicen los franceses– salió ataviado con traje de piel y peinado sauvage. Cruzó la pasarela cual prima ballerina y custodiado por su guardaespaldas.
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