TEATRO
La generación que atravesó su adolescencia en los noventa cuenta diez años de su vida, hilando una historia que no fue, para ninguno, lo que habían planeado.
› Por Irupé Tentorio
Para los que nacimos en los setenta, la calesita es sinónimo de aventura y adrenalina. Difícil es imaginar la infancia sin ella, y sin el paso del tiempo que la misma significa. Giraba, giraba y con equilibrio y buenos reflejos podías subir y bajar arriba del caballo o cazar la sortija al vuelo.
La obra teatral El pasado es un animal grotesco, escrita y dirigida por Mariano Pensotti, cuenta la vida de cuatro personajes que durante dos horas retratan lo que fue de ellos durante diez años. “Lo interesante es que esos diez años son entre los 25 y 35 años o más precisamente en el lapso que va desde 1999 a 2009. También el público ve el desgaste de cuatro actores en dos horas. Para mí ése es el teatro verdadero: poder ver cada vez menos los hilos de la actuación”, señala Pilar Gamboa, una de las actrices que en cada función se enfunda en dos mujeres diferentes: Dana y Victoria, y que a su vez relata la historia de Laura interpretada por Julieta Vallina. Es que esta calesita que gira mientras la obra transcurre, poco tiene que ver con la de nuestra infancia.
Son cuatro los actores que encarnan estas historias: Julieta Vallina, Juan Minujín, Pilar Gamboa y Javier Lorenzo. Tod@s relatan historias de lo más variadas y hasta con un dejo de cuestionamiento: una joven abandona su barrio para irse a París robando los ahorros de su padre carnicero, otra descubre que su padre mantiene una familia paralela y se obsesiona escudriñando sus movimientos, un estudiante de marketing recibe en su domicilio una caja conteniendo un brazo cortado... Diferentes, pero con un punto en común: nada de lo que ellos planean sucede.
En El pasado es un animal grotesco no podrán seguir las escenas a voluntad, tendrán que someterse al igual que los actores a ese motor que gira para dejar atrás la historia que pasó. “Los actores nunca llegamos a contar la historia siguiente como si fuera un envase vacío. Todo lo contrario: lo llevamos a cabo cargados de emociones que nos dejó la historia anterior”, dice Gamboa. El texto del director cuenta con sesenta escenas. No obstante –en sentido estricto de la palabra– lo que él escribió fue la narración, el entorno de lo que sucede en cada escena fue un trabajo de improvisación junto a los actores a partir de las pautas que Pensotti fue dando. “Claro que Mariano ajustó cada una de ellas”, la voz de Pilar se hace presente mientras se prepara para ir a función. “Me da la sensación de que a diferencia de otras generaciones, la construcción de la identidad en nosotros es más difícil, antes uno se podía definir por una profesión, una inclinación política, ciertos parámetros estéticos, etcétera. En nuestra generación es como si todo eso hubiera dejado de tener validez. Siempre está el deseo de ser otro, que es un deseo que no se anula cuando uno efectivamente se vuelve ese otro. Es como un deseo permanente, como si siempre hubiera otro que es mejor que uno, otro que uno podría ser, pero no es”, concluye Pilar.
Vale aclarar que estas historias fueron el rejunte de escenas de la vida real de Pensotti, amigos y conocidos. Una sabe desde un principio que las vueltas de esta calesita no cesarán y poco tienen que ver con lo lúdico y mucho menos con lo mágico. Aquí las confusiones, los fracasos y hechos históricos son el resumen de buena parte de la obra. Que no reparte ni sortija ni vueltas extras, sino más bien indica el paso del tiempo como un animal fantástico, que al igual que el pasado, debe ser reinventado cada vez que pensamos en él e intentamos narrarlo.¤
El pasado es un animal grotesco se presenta de jueves a domingo a las 21 en el Teatro Sarmiento, Av. Sarmiento 2715 (Jardín Zoológico). www.teatrosanmartin.com.ar
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