DIEZ PREGUNTAS
› Por Irupe Tentorio
–Me río prácticamente de todo, y como tengo una risa bastante estridente suelo contagiar a los demás. Por lo general, me río bastante de mí.
–Es una expresión metafórica, no sé si se han asustado o no. Es cierto que mis dibujos revelan bastante de cómo me siento muchas veces, o de cómo viví alguna experiencia. Al ser íntimos, a veces pueden incomodar. Pienso que a algunos hombres les resulta molesto, más aún cuando la viñeta alude a una disfunción sexual que, aunque la misma no sea real, en sí representa alguna otra limitación que tiene esa persona. Me he topado con hombres que me dicen: “¿Vas a hacer un dibujito con esto?”, como alentándome a que lo haga, y otros que se sienten intimidados porque puedo plasmar “cierta escena”.
–Con las dos, aunque el amor suele darme muchos más dolores de cabeza. El humor siempre ha sido la herramienta que me ayudó a sobreponerme de los malos tragos del amor, ya que –en su gran mayoría– han sido situaciones que son más para reírse que para llorar. Creo que las mujeres, en general, vivimos el amor de una manera muy graciosa, con una intensidad de novela venezolana, colmada de clichés románticos y a la espera de que el hombre en cuestión colme todas nuestras expectativas. Es decir, puro chiste.
–No diría que fueron papelones, más bien inmolaciones. Y la verdad que tengo una gran colección, para qué negarlo. Creo que, regalarle un molinillo de café a un pibe en la segunda cita, ocupa el primer lugar de la categoría en el último año.
–Yo comencé a publicar en la revista Ohlalá, lo cual hice durante dos años. Dejé de publicar cuando salió ¡Oh,no! Me enamoré, mi libro. Hice el video para la canción “El último verano de los Súper Ratones”, un libro de tangos para chicos junto a varios notables dibujantes, una colección de zapatillas y bolsos para la marca Puro Hoy, publico en una revista de historietas independiente que se llama Troche y Moche, también en mi blog (blogs.perfil.com/bsas/) y, por supuesto, desde hace tres años en mi blog É un mondo diffícile (www.julietaarroquy.blogspot.com)
–Formalmente no aprendí, dibujé como cualquier chico durante mi niñez y mi adolescencia pero, más que nada, en el colegio y, a veces, en la agenda o en papelitos sueltos, pero no tomé clases nunca porque no sentí que tenía vocación. Dejé de dibujar cuando terminé la secundaria y volví a retomar el lápiz a los 31 años y, desde ahí, no paré. De todos modos, creo que mis dibujos son cuestionados, es decir justamente por la ausencia de técnica y prolijidad que tienen, no hay perspectivas ni escalas, hay caos pero también frescura. De todos modos, lo que yo pretendo con la simpleza y síntesis de mis trazos es comunicar una idea.
–Historias pendientes no tengo, tengo pendiente representar historias de otra manera, es decir aprender a narrarlas. La historieta, por ejemplo, es un terreno inexplorado para mí, así como hacer dialogar a personajes humanos, ya que –hasta ahora– mi recurso ha sido dibujar objetos, ellos son los verdaderos protagonistas de mis historias, pero son historias mínimas ya que son de un solo panel. Supongo que, próximamente, se transformarán en historietas, todo depende de cómo y qué quiera contar.
–Hice un dibujo que dice “No dibujo todo lo que siento, ni siento todo lo que dibujo” para explicar, de alguna manera, que no todo es autobiográfico. Una misma situación me dispara muchos dibujos, porque al ir cambiando la forma de mirarla me van a apareciendo distintas imágenes. También me nutro bastante de cosas que les pasan a otras personas, de las frases que leo en Facebook o de guiones de películas. Por lo general, me inspira casi todo lo que me rodea.
–Sí, claro. El amor está sobreestimado, no sabemos muy bien qué es o cómo debemos sentirlo, pero creemos que estamos en lo cierto, aunque luego sufrimos. Después, mirando a la distancia, nos damos cuenta de que era otra cosa, por eso no diría desamor, sino desencuentro. Por otro lado, es mucho más fácil crear con la panza vacía que con la panza llena, por eso me inspira eso que falta o eso que salió mal y poder reírse de eso anula automáticamente la posibilidad de angustiarse.
–La honestidad verbal, tengo la tendencia de dar mi punto de vista sin que nadie me lo pida, me siento menos real si no puedo decir lo que pienso, aunque claro, los sincericidios siempre tienen sus inevitables consecuencias.
Julieta Arroquy es dibujante y periodista. Hace un año publicó su primer libro ¡Oh, no! Me enamoré! por Ediciones de la Flor. Trabajó en la agencia Noticias Argentinas, en Radio Splendid y fue notera en FM La Tribu. A su vez, publicó en las revistas Noticias, La Mano, Rumbos y participó en la Guía Total Buenos Aires, de Emecé.
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