PERFILES > LUCíA CORPACCI
› Por Roxana Sandá
A los fines de la política y de la nacionalización de las mujeres en el poder, la victoria de Lucía Corpacci en Catamarca fue impecable. Nada podrá decirse de esta médica cirujana infectóloga y ex vicegobernadora (2007) que acompañó el proyecto de Néstor Kirchner desde el principio y hoy intenta replicarlo en su provincia con avales de Cristina Fernández. Para neutralizar a los que afilan las lenguas en contra de la todavía senadora nacional hasta diciembre, es oportuno mencionar su voto a favor del proyecto de ley que modificó el Código Civil para habilitar el matrimonio entre personas del mismo sexo, en reconocimiento al derecho de las minorías. Más oportuno aún es refrescar su renuncia a la vicegobernación durante la denominada “crisis del campo”, es decir 2008, el año del lockout de las patronales agrarias. Se sabe que su entonces compañero de fórmula, el cobista Eduardo Brizuela del Moral, radical del Frente Cívico y Social (FCyS) y funcionario provincial durante la última dictadura militar, prefirió sentarse a la Mesa de Enlace.
Según el ojo del cubero, se verá el vaso medio lleno o medio vacío: primero Fabiana Ríos en Tierra del Fuego, ahora Corpacci haciendo punta entre las mujeres del NOA, con la presencia insoslayable de Cristina envolviendo la trama; tienta cuantificar el empoderamiento. Lo endulza la dirigente social Natalia Soria, que con su Frente Chacarero Municipal ganó la intendencia de Valle Viejo –la segunda ciudad más poblada de Catamarca– por amplio margen. A los 36 años y madre de una niña, esta integrante del Movimiento Evita apoya “sin ningún tipo de discusión” a la gobernadora electa y entiende que los excelentes comicios logrados fue uno de los resultados más difíciles de digerir para la oposición: en Valle Viejo nació María Soledad Morales, y precisamente allí el Frente Cívico y Social mordió una derrota inapelable, tras veinte años en el poder.
Hay que decirlo, el nombre de la adolescente violada y asesinada en septiembre de 1990 se utilizó durante las últimas semanas y en diferentes ocasiones, como estrategia de campaña del FCyS. El encargado de arrastrar ese crimen al presente fue Ricardo Guzmán, actual intendente capitalino y compañero de fórmula de Brizuela del Moral. Sin que le temblara el pulso, anunció que el retorno del peronismo al gobierno catamarqueño podía deparar hechos similares. Los medios hegemónicos se hicieron cargo gustosos del vaticinio y en contraposición ninguno de ellos le requirió siquiera veladamente a Brizuela del Moral por su cargo como director provincial de Catastro entre 1981 y 1983, en plena dictadura militar.
Muy diferente fue el trato hacia Lucía Corpacci, a quien en cambio se le recordó con cierta grosería ser prima del ex gobernador Ramón Saadi, dato secundario porque los parientes no se eligen y porque nunca militó ni ocupó cargo alguno en las filas del saadismo. Sin embargo, Corpacci erró al decir que el caso María Soledad “no fue como lo reflejaron los medios”. Es cierto que una porción considerable de la sociedad catamarqueña considera que a partir de ese crimen se desató una gran manipulación con objetivos políticos que le permitió al FCyS/Unión Cívica Radical desplazar al peronismo del poder. Pero la sociedad argentina y el propio gobierno nacional no están dispuestos a tragar hiel. En muchos sentidos, y sobre todo en lo que hace al caso María Soledad, que significó la movilización popular de un país, Saadi es el símbolo del mal.
El politólogo Ricardo Rouvier dijo esta semana en su columna de Radio Nacional que “alrededor de la política siempre está la disputa de una verdad relativa”, con relación a que “en las últimas horas ha habido una feroz campaña tomando las declaraciones de Corpacci y aprovechándolas para atacar el resultado electoral y al gobierno nacional”. Pese a esto, advirtió que la agresión “se desató a partir de las propias declaraciones” de la flamante gobernadora. “Controlando la subjetividad lo más posible, creo que si alguien sabe que hay otra verdad, la responsabilidad es decirla. Si hay otra verdad, Lucía Corpacci no tiene otra salida que decirnos cuál es.”
Otros, como el ministro del Interior, Florencio Randazzo, prefirieron desdramatizar. El funcionario manifestó que el centro del escándalo es la intencionalidad política “porque hay una pelea de fondo”. Y en tributo al género, aconsejó rescatar “la importancia de que en una provincia con historia feudal y machista la gente se haya jugado por una mujer con una historia no tan larga en la política”.
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