VIOLENCIAS
La periodista Alejandra Rubio fue golpeada por el padre de su hijo del que estaba separada, pero que no cesaba en su agresión hacia ella. La salvaron los vecinos que no naturalizaron los gritos e intervinieron para frenar al agresor en una muestra de cómo la participación social es la mejor herramienta para evitar los golpes y responder a los gritos.
› Por Luciana Peker
“Si no le gusta que le peguen ¿por qué no lo deja?”; “Si le pegan ¿por qué no lo denuncia?”. Las preguntas no interrogaban sino que acosaban, amenazaban, amedrentaban a las mujeres víctimas de violencia que no se animaban, no tenían la red familiar o social o las herramientas económicas para cortar el vínculo con el maltratador o que temían denunciarlo. Todavía hay muchas chicas que se paralizan si su novio las ve pidiendo un apunte a un compañero varón o que prenden la novela para no escuchar el rosario de reproches que les aúllan sus ¿compañeros? en la cobardía de la soledad de la noche. Sin embargo, son muchas –cada vez más– las que dicen basta.
De hecho, aumentó un 20 por ciento la cantidad de personas que se acercaron (las 24 horas, los 365 días del año) a la Oficina de Violencia Doméstica de la Corte Suprema de Justicia de la Nación (Lavalle 1250) para denunciar violencia psicológica, física, sexual o económica en sólo dos años.
Pero, además, la mayoría de los denunciados (34 por ciento) son las ex parejas de las mujeres que denuncian. Por lo tanto, tres de cada diez agredidas ya se separó del maltratador y, sin embargo, sigue siendo maltratada. Este nuevo mapa de la violencia de género que se ve tanto en la ciudad de Buenos Aires como en Tucumán (ver recuadros) alerta sobre una nueva situación: ¿qué hacer cuando la denuncia no frena al denunciado? La respuesta necesita de una compleja y rápida respuesta judicial. Pero, además, de la participación de otros sectores sociales. Por ejemplo, los transeúntes, las maestras, los centros comunitarios, las organizaciones barriales o los vecinos.
La periodista de espectáculos Alejandra Rubio reflejó en el golpe de nariz que mostró en cámara (tal vez para alertar a otras mujeres a defenderse, tal vez acostumbrada a la mediatización de la vida privada) esta nueva radiografía de las mujeres agredidas. Igual que el 34 por ciento de las mujeres que denuncian ser víctimas de violencia de género su agresor fue su ex pareja, del que ella ya estaba separada, pero con el que sostiene un vínculo por ser el padre de su hijo de ocho años que, el fin de semana pasado, fue testigo (y, por lo tanto, también victima) de cómo su papá golpeaba a su mamá.
“Me tiró contra el placard y luego me pegó con los puños cerrados. Después me tiró al piso y me empezó a pegar con la cabeza, mientras mi hijo trataba de separarnos. Tenía miedo que le quisiera pegar también a él”, relató Rubio a Intrusos, por América. El testimonio vuelve a poner sobre el tapete la iniciativa para impedir que los hombres que son violentos con las madres de sus hijos puedan perder la tenencia de los chicos/as.
Rubio también contó otra doble violencia: la indiferencia policial, en este caso, de parte de la comisaría 33. “Yo sentí que el comisario era exactamente igual que mi ex marido porque dijo que no le parecía que los golpes fueran tantos... La gente puede ver cómo quedó mi rostro, todavía se puede ver cómo me pegó”, se empecinó en ser creída cuando ni siquiera es necesario que haya golpes –puede tratarse de violencia psicológica– para que la violencia exista y, mucho menos, es un comisario el encargado de medir con su termómetro el nivel de golpiza.
La policía no le creyó. Pero sus vecinos la oyeron. Y decidieron intervenir. Gracias a ellos, el ex de Rubio –actual vigilador privado– frenó y ella pudo ir a denunciar y al hospital. Después, declaró en Facebook: “Desgraciadamente tengo que contarles que soy una víctima más de la violencia de género: hoy mi ex marido, adelante de mi hijo, me desfiguró la cara. Fui a hacer la denuncia correspondiente a la comisaría 33, a coserme y hacer una cirugía de urgencia porque me partió la nariz de un cabezazo. Además, rompió la computadora grande y no puedo subir las fotos y la denuncia. Gracias por estar conmigo en este difícil momento”.
Al menos, ante la desolación, de la persecución de los agresores que continúan maltratando después de las denuncias y la separación el “sí te metas” parece ser un aliento para que la protección sea la desnaturalización social de la violencia.
Fuente: Oficina de Violencia Doméstica de la Corte Suprema de Justicia de la Nación.
Más información:
Oficina de Violencia Doméstica de la Corte Suprema de Justicia de la Nación
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