MUSICA
Mademoiselle K es Katerine Gierak, la rockera francesa que –con tres discos– sacude Europa y, por primera vez, llega a la Argentina para presentar temas como metralletas: existenciales, fuertes, de eminente elegancia parisina. En charla con Las12, la artista repasa canción y adelanta muestrario.
› Por Guadalupe Treibel
“Todo el tiempo me hago preguntas; las 24 horas del día: ¿de dónde venimos, adónde vamos? ¿Cómo serán las personas en 20 o 100 años? ¿Aún viviremos en la Tierra o estaremos en otros planetas?”, se interroga la pelicorti de ojos cargados Katerine Gierak, francesa de buena ley, en charla con Las12. Con el peso del mundo sobre sus hombros, el cuestionario existencialista no sólo salpica su día: Se sumerge de lleno en todas sus canciones. “Maldita sea, la vida es corta. Especialmente después de la muerte”, inauguraba en “Reste La”, primera track que –bajo el mote/alias Madmoiselle K– lanzaría en el primogénito Ça me vexe, de 2006. El remate, agridulce: “¿Quién dijo que no sería difícil?”. Al parecer, un mentiroso, miss.
Ella –hija de inmigrantes polacos que a los cinco años soñaba con dirigir una orquesta, que estudió guitarra clásica y musicología en el conservatorio de Boulogne, con una mamá fanática de la ópera y un papá acordeonista que tocaba Elvis y Aznavour– hace rato dejó de ser una promesa de la escena rock parisina: Mademoiselle K ya ganó su escalafón (y algún que otro disco de oro) atravesando todo el arco vocal –desde el desgarro a la dulzura más intimista– en temas repletos de dudas, de ansia. Al parecer, en sus propios términos, escuchando al artista francés –M– (léase, Matthieu Chedid), Gierak comprendió que “se puede cantar en francés sin hacer el ridículo”. Y se largó con tutti.
Ya en ese primer disco, cinco años atrás, canciones hambrientas arremetían contra la fama, ironizaban pequeños dramas cotidianos (“Ay, si estuviera en Estados Unidos podría comprar un arma enorme” o “La barriga llena de helados y chocolates, qué consuelo. Incluso si me dan náuseas”, del track “Ça sent l’été”), despotricaban contra la hipocresía burguesa, hacían oda a los celos (“Aun cuando yo te deje, no quiero que me reemplaces” o “Róeme que estoy podrida, que me vuelve loca, que me asusta el aire”, en “Jalouse”) o lanzaban tamaña imagen visual para mordisquear al inconformismo (“Con el culo entre dos sillas”, de “Le cul entre deux chaises”).
La prensa, encantada. “Una de las pocas y verdaderas estrellas rock de Francia”, reculaba el portal especializado All Music; no sin antes aclarar: “Mademoiselle K no hace ‘chanson française’ y los fans adoran eso”. El visto bueno no fue aleatorio: Continuó en 2009, cuando “Jamais La Paix”, su segundo disco, salió a la venta. Esta vez, con una petit vuelta de tuerca: Aunque las letras fueron escritas íntegramente por Gierak, la música la compuso en equipo; los chicos de la banda (el guitarrista PierreAntoine Combard, el bajista PierreLouis Basset y el batero David Boutherre) colaboraron. ¿El resultado? “Crudo indierock con un giro europeo. Un disco que debe ser escuchado”, pedía Reverb Magazine. “Una cruza entre los Yeah Yeah Yeahs y la escena artpunk de Brooklyn”, arriesgaba el Sydney Morning Herald. “La Karen O parisina se encuentra con la Chrissy Hynde de principios de los 80”, jugaban otros a la –acertada– comparación (No sólo musicalmente: su estilo es de belleza desgarbada, que alterna entre la sofisticación y el grunge, con jeans y remeritas, transparencias, saco a puro pelo, ajustadísimos pantalones de cuero; descuido cuidado).
Y aunque la mayoría no supiera de qué trataban las letras (amén de la tiranía del inglés), nadie se animaba a desafiar el tono y la convicción vocal de la señorita K. Es que, desde el vamos, “Le vent la fureur”, primer track, se lanzaba a la explosión inmediata, veloz, ruidosa. Para el tercero, el homónimo “Jamais La Paix”, la otrora guitarrista clásica ponía toda la artillería a punto: “Está lloviendo, llueve. Es Dios que mea, es Dios”, entonaba la señorita K, para después cargarse la ambigüedad a cuestas en el conmovedor “Maman XY” (“Nacer bajo la letra X, sentirse Y”) y declarar “Ya ves, lo dice todo y no dice nada”, hacer imposible uso de las aritméticas a la hora de describir una relación (“Llegar del punto K al punto L”), describir el caretaje chic o hablar de los esclavos modernos –atados a sus relojes, el tiempo, el trabajo–. Con rabia contenida, la abatida artista –”yo, sede de bofetadas” (según su track “A côté”)– distribuía unas cuantas palmadas a diestra y siniestra...
“En el primer álbum, había demasiado dinero para la grabación. Aquí tuvimos un pequeño presupuesto; dos semanas en el estudio no es mucho. Quizá una más hubiera servido para probar nuevas cosas. Pero el disco expresa exactamente lo que quise decir. Para el próximo, quiero probar otros instrumentos, incorporar teclados porque la investigación armónica del piano es muy distinta a la de la guitarra”, avisaba dos años atrás, en una interviú a un medio local. Y expresaba, sin pruritos, las ganas de romper el esquema rock 4/4. “Cuando la gente me dice: ‘Sos única en Francia’, pienso que necesitan salir un poco y ver qué ocurre en otros sitios. Están pasando grandes cosas en Canadá o Alemania. La música no es sólo Francia”, exigía entonces.
Fiel a su palabra, pasó el tiempo, Gierak –que se inscribió a su primer curso de música a la tempranísima edad de... 6 años– comenzó a componer (letra y música, nuevamente) y este 2011 dispuso en bateas “Jouer Dehors”, álbum que –por primera vez– incorpora (en primerísimo plano) cuerdas y piano y que –por primera vez y enhorabuena– la deposita en Argentina, gracias al festival Ciudad Emergente. Es que en su cuarta edición –que arrancó ayer y finaliza el lunes 20–, el muestreo de música, cine, arte, danza, moda, stand up y otras expresiones artísticas toma el Centro Cultural Recoleta por las astas e incluye intercambio cultural (gracias al programa Tándem) que, en esta ocasión, tiene a París como ciudad invitada. Y a Mademoiselle K –que en sus giras europeas, agota fechas– como vívida expresión de la escena francesa.
Ojo, el vasto lineup (más de 50 bandas) presenta otros invitados internacionales (léase, “Love of Lesbian”, de España; “The Ganjas”, de Chile o Adanowsky, de México) y otras perlitas locales (Florencia Ruiz, Pablo Malaurie, Alvy Singer, Viva Elástico, Utopians o Humo del Cairo, por mencionar algunas). De Francia, la señorita que promete armaggedon on stage. No por nada, Miss K es dueña de frases como “Si no te exponés con tus tripas, no tiene sentido” o “Yo canto en voz alta lo que me digo en un susurro” o “No me gusta la música cool, no soy de esa rama; no estoy hecha para suavizar oídos”. Que promete, promete...
Y promete desenfado y agradecimiento (a la fecha, Mademoiselle K sigue ofreciendo calurosas palabras a sus fans en las giras, con citas vía Facebook que se animan al “Gracias por las palabras de amor, las confesiones y los regalos hechos a mano, las flechas, los aviones, todas esas flores, las bolsitas de té, los complementos. A menudo me digo a mí misma ‘Quédate como estás, no cambies’ y después pienso: ‘Despierta, sé consciente de la solidaridad’”.)
Que está consciente, tampoco cabe mucha duda. No por nada, causas sociales como la de Ben Sherman’s Very Important Plectrums, que dona púas, mensaje y cuadritos de bandas como Florence and the Machine, Keith Richards, Fergie o Coldplay, entre otros, suma a la pelicorti en su lucha contra el cáncer juvenil y el vih.
Pero, ¿qué hay acerca de Jouer Dehors, su nuevo material, editado en Argentina? Por lo pronto, allí, Katerine da la cara... en el arte de tapa. Ni en la portada de Ça me vexe ni de Jamais La Paix lo había hecho; en la primera, la imagen la mostraba con la espalda desnuda, la guitarra colgando, pero nada de los ojos sobreennegrecidos, la mirada desafiante, los rasgos tan característicos. En la segunda, unos muñequitos caracterizados hacían de banda; pero de la verdadera K, ni rastros.
Quizá porque su nuevo trabajo la tenga porfiada, quizá porque –sencillamente– ya era tiempo, el LP de 2011 la pone de frente, como una (casi) víctima de Guillermo Tell, sosteniendo una manzana que las flechas no alcanzan; como una mitológica Eva que tienta o una bruja Disney que llama al mordisco. “Con tres discos, ya puedo mostrarme. Porque, aunque la energía la aportamos entre todos, es mi proyecto: soy la compositora, la líder, es mi banda. Pero no estoy sola. Es mi contradicción. Una de mis tantas contradicciones”, explica a Las12 con un inglés claro; a veces, torpe; a veces, risueño. De esos que no siempre encuentran la palabra exacta. “Perdón por no hablar español”, se justifica con sobradas dosis de simpatía.
Y se lanza a hablar del nuevo material que la deposita en Capital, un disco con un vuelco hacia el pop, donde la voz –suavizada– y las melodías juguetonas regalan hits dignos de (buena) radio. Como “Me taire te plaire”, track que –a dúo con su coterránea Zazie– tiene un chip adictivo que invita al repaso. E invita, una vez más, a recorrer poesías donde la realidad se mixtura con mundos surrealistas y evocan parábolas agridulces, figurativas, existenciales. Instantáneas de una sociedad mundana.
–Simplemente quise volver a hacer las cosas de la misma manera que en el primer disco. Siempre he escrito mis canciones pero, en el segundo, las melodías las compuse con mi banda. En el caso de Jouer Dehors, el disco fue pensado en un sótano de los suburbios, en las afueras de París. Sin ventanas ni puertas; sólo con las ventanas de mi mente. Viajé, hice mi propio recorrido y comencé a pensar en los orígenes del mundo occidental. Leí mucho acerca de tribus; en especial, me impactó Le shamanisme chez les Indiens de l’Amerique du Sud tropical, ensayo del antropólogo francés Alfred Métraux, que viajó a Mato Grosso, en Brasilia, y estudió –a principios del siglo XX– las estructuras societarias tribales. Siempre me han interesado otras formas de vivir y pensar. Así nació “Sioux”, una de las canciones, que habla de estos indígenas de América del Norte. Sioux es, para mí, una nueva identidad, la vuelta a la naturaleza.
–¡Sí! Conseguiste una buena traducción (risas). Después están las demás canciones; temas que hablan de la pareja, de estar enamorado. ¡Hay muchas relaciones conflictivas en el álbum! Y está el tema que da título al disco, que es una expresión francesa que se usa para decir: “No molestes, sal a jugar afuera”, una invitación lúdica que, sobre todas las cosas, llama a no envejecer.
–No es un problema de edad. En realidad, siempre he tenido miedo a la muerte. Pienso en eso todos los días y creo que, con el tiempo, se vuelve un temor peor y peor (risas). Lamentablemente, mucha gente traduce ese miedo en una enfermedad social que los lleva a cambiar sus caras vía lifting. Pero, yo digo, aun cuando hagas desaparecer una arruga en tu rostro, no quitarás la arruga que llevas dentro. ¿Qué significa, para mí, ser joven, no querer envejecer? Ser curioso, alegre, inteligente. El problema es dejar de hacerse preguntas; conseguir un empleo, tener una familia, hijos, comprar la casa y dejar de cuestionarte. La canción es pura; el mensaje es fuerte: Quisiera vivir jovial toda la vida.
–Exacto (risas).
–Totalmente. Escribí la canción durante la crisis (de hecho, seguimos en crisis). De alguna forma, el track que abre el disco –”Aisément”– también se ocupa del tema (lo tararea). Habla de que fácilmente podría ser el fin de los tiempos y lo hace de una manera light, muy pop, de la misma manera en la que todo el mundo aborda el tópico. Es tan extraño cómo, mientras algunos se vuelven más y más ricos, la mayoría se empobrece. Es el gran problema del capitalismo, de los políticos, de los bancos. Ellos generan las crisis y, aunque todos los sabemos, dejamos que sigan sacando su tajada. Me impresionó mucho la revolución del mundo arábigo... Ojalá se trasladase a Europa. Somos como ovejas que necesitan un sacudón.
–Estoy convencida de que la comunidad cambia a la persona. Se trata de ayudar a otra gente; inmersos –como estamos– en una sociedad individualista, el futuro debería deparar algo más comunitario. Y eso no significa perder nuestras singularidades como personas, sino que las individualidades se acompañen. Como un colectivo.
–Soy una gran fanática de Bowie. Sería difícil no dejarse influenciar por su obra. Sus temas y las letras son tan geniales. Y es un contador de historias, con canciones como poesías que abren sentidos. De todas formas, en mi caso particular, prefiero escribir letras más directas, que pongan ciertos tópicos sobre el tapete. Es como abrir el cuerpo y arrojar, desde dentro, un dicho fuerte, no diez sentidos.
–Absolutamente. Nada es casual en este álbum; pasé año y medio preparándolo. Sabía que sería un disco más cercano al pop que al rock de formación clásica (con cuatro integrantes). Con canciones que merecen ser bien dichas, quería más piano, más violín, más melodía. Es la primera vez que recurro a esos instrumentos y llegaron para quedarse. Trabajé pensando en que, si mañana estoy sola con la letra y la guitarra, podré sostener el vivo. Necesitaba algo esencial.
–Para nada. Es super cool. Al fin y al cabo, son artistas que admiro. Al igual que a Tom York, Patti Smith, Joy Division, Beach Boys, Portishead. También escucho mucha música clásica. Queen, al fin y al cabo, es música barroca.
–Con canciones de todos los discos. Esperamos que la gente ame tanto el show como nosotros amamos tocar. Al fin y al cabo, un recital es como ir a la iglesia; el cura ruega que la gente vuelva y, como la suya, esa es mi plegaria.
* Mademoiselle K se presenta hoy viernes a las 19.45 en la Terraza del Centro Cultural Recoleta, Junín 1930, en el marco del 4 Festival Ciudad Emergente. La entrada es libre y gratuita.
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