SOCIEDAD
Estampado popular
Un grupo de artistas plásticos y diseñadores viene acompañando diversas protestas sociales y adhiriendo a su modo: estampando remeras y buzos. El último fin de semana se reunieron en Brukman, donde comenzaron a crecer otros proyectos con las obreras.
› Por Victoria Lescano
El slogan “El 58 por ciento no quiere misiles Pershing”, impreso en una camiseta inglesa promediando los ‘80 por la diseñadora Katherine Hamnett para desafiar a Margaret Thatcher en su defensa de la carrera armamentista, si bien inauguró el género remeras como superficie de manifiestos políticos –siguieron los gestos punk de Vivianne Westwood– quedan reducidos a un juego de niños si se lo compara con la acción de los artistas del Taller de Serigrafía Popular devenidos el fin de semana pasado en estilistas espontáneos de la ropa de calle y los acontecimientos políticos argentinos.
Fundado por Mariela Scafatti y Diego Posadas, quienes sumaron a Magdalena Jitrik, Karina Grainieri y artistas que van rotando, sus estampas documentan la estética piquetera (son los responsables de la iconografía de Maxi y Darío en tshirts que aparecieron en portadas de Crónica o en la página 2 de este diario), las asambleas populares, denuncias de represión y numerosas Marchas de la Resistencia. Los participantes de las marchas suelen quitarse las remeras para que ellos las estampen, aunque hay quienes se llevan modelos especiales de sus casas para ser intervenidos.
El último sábado, casi al cierre de la semana “Arte y Confección” en la placita cercana a Brukman, las estampas estuvieron consagradas a reproducir puntadas de costura, máquinas de coser, perchas, una pequeña fábrica, además de etiquetas destinadas a precios con la consigna “Brukman es del pueblo”. El happening bautizado “el Maniguetazo”, puesto que la manigueta es la espátula de rigor para estampar sobre los schablones y juego de palabras con el maquinazo, despliegue de máquinas de coser con las que unos días antes las operarias confeccionaron buzos para los damnificados de Santa Fe.
Además de las tablas y caballetes que llevó cada artista, los interesados en llevarse una remera de Brukman podrán elegir tres colores de tinta muy resistente, porque es la que habitualmente se usa para estampar sobre carteras y prendas de vinilo. Una jaula de León Ferrari fue rodeada por maniquíes y mesas de corte del grupo Etcétera, y Sergio de Loof implementó un pase de moda al que definió “un salpicón de ave entre mi colección La Comadre –que presenté en el Malba– y el último con citas a los nuevos hoteles con diseño que hice en el bar Concepto, la prenda de rigor es la frazada, ahora tan lujosa como los abrigos de piel de otros tiempos”. El casting para su puesta de trash couture con música de Satie incluyó de un vendedor de Hecho en la Calle, la artista Fernanda Laguna, el escritor Washington Cucurto y su hijo Gaspar y el debut en pasarela de Celia, operaria de Brukman, con una exquisita obra tejida por la artista Marina de Caro sobre el delantal.
Todo empezó durante una jornada cultural organizada por la asamblea de San Telmo dedicada a los acontecimientos de diciembre del 2001. Allí Scafatti y Posadas asistieron con un schablon –marco de madera apto para estampas de serigrafía casera– y un afiche realizado junto a una especialista en filetes que, mientras invitaba a la Plaza de Mayo, decía “San Telmo tiene memoria”. Ese día, Mariela Scafatti –sus cuadros reproducen de gigantografías de sillones a barras de color, también serie de platos y citas a los Muppets, son algunas de las piezas que participaron junto con la obras de Silvia Gurfein y Ana Casanova de una reciente y elegantísima muestra de mujeres de todo el mundo en el Centro Regional de Arte Contemporáneo de Montbeliard– llevó una remera y se la imprimió, acto seguido los vecinos fueron a sus casas a rescatar camisetas de sus cajones y percheros para ser impresas.
Dice Magdalena Jitrik, cuya última muestra en el Malba incluyó fotos de su Museo Ficticio del Anarquismo, “el boom empezó con las camisetas del barrio de San Telmo, muchas con la imagen del Che o con batiks, después en las marchas la gente empezó a sacarse las remeras y darnos lo que tenían. La más rara que imprimimos fue una de “Duhalde Presidente”, arriba de la cual estampamos consignas de la marcha contra la represión en la tierra de Duhalde”.
Sobre las participaciones del taller y los gestos políticos que acompañaron, agregan Scafatti y Jitrik: “Hubo más de veinte, así como en la semana previa al Día del trabajo fuimos a un acto en la plaza Dorrego, allí conocimos a las mujeres de Brukman y ellas nos invitaron a imprimir el 1º de Mayo. Después de la masacre de Avellaneda, se hizo una jornada de denuncia por la muerte de los dos piqueteros. Ahí mientras imprimíamos (se dio la cuestión de que los piqueteros son los que más fácilmente se quitan la remera), surgieron modelos con la imagen de Darío Santillán que dice “Ni muerto me detendrán” y otra con imágenes de Darío y Maximiliano Kosteki que dicen “Trabajo, dignidad y cambio social”. Desde entonces, los del MTD nos pidieron que les imprimamos también bolsas, pañuelos y sus camperas de jean que usan todos los 26 cuando hacen el corte en Puente Pueyrredón.
Hubo varias participaciones chiquitas en la Asamblea de Temperley, un comedor popular en Glew, nos llama distinta gente y, en la medida de nuestras posibilidades, vamos. Cuando hicimos “Argentinos a las Calles” convocando al último 20 de diciembre fue fantástico, nos animamos a trabajar ante tal cantidad de gente: era genial ver miles de personas con esa remera, hubo chicas que se sacaban la remera y se cubrían con cierto pudor mientras les imprimíamos las musculosas. Muchos diseñadores gráficos y otros artistas se sumaron.
–¿Pueden hacer una lectura estética de cada barrio y su participación?
–Notamos que una estampa llega a tener mucha aceptación y que la gente al pedirlas en medio de una marcha las llama de una manera para nosotros impensada. Pasó con la foto de Darío Santillán con los brazos en alto que nos dio uno de sus amigos, con la que hicimos una impresión en negro, cuando la ve mucha gente nos dice: “Haceme una del Che”, o “Haceme una de Jesús”. Lo raro es cuando se van sumando imágenes y se superponen, por ejemplo el 20 de diciembre mucha gente se hizo sobreimprimir sobre prints de Puente Pueyrredón o Lanús en otras ocasiones. El método es temático, tenemos varias imágenes ligadas a la denuncia de la represión, varios ligados al 1º de Mayo (por ejemplo, con manos que se toman en color fucsia y el slogan Cultura Obrera, como el que la fotógrafa Karina Grainieri luce mientras estampa máquinas de coser), tenemos varios modelos dedicados al aniversario del 20 de diciembre y muchas consignas en contra de las elecciones. Tienen en común que son piezas hechas en conjunto, rescatamos la estética pasional de la iconografía de las banderas y nunca firmamos. Para Brukman nos reunimos y dibujamos entre todos, son obras conjuntas, para llegar a la serigrafía participaron muchos, ya sea revelando o dibujando.
–La modalidad de incluir piezas de artistas es una estrategia cada vez más frecuente en la moda; ¿consideran el desarrollo de una colección inspirada en hechos políticos?
–Está circulando en el aire y a partir de una idea de Horacio Abraham Luján que los artistas diseñemos ropa para que confeccionen las mujeres de Brukman y así darle un sentido artístico a la producción de ropa. Ya lo aprobó la asamblea de trabajadores y planeamos pedirle a Telerman que considere un gasto cultural del Gobierno que la ropa que hagan las obreras estén diseñadas por artistas. También convocaríamos a diseñadores, pero para ello se necesita recuperar la fábrica. Se nos ocurrió mientras les hacíamos estampas durante el Maquinazo, cuando hace unos días ellas cortaron la calle, usaron máquinas de coser prestadas y telas para buzos que donó alguien. La imagen de las vallas frente a las máquinas nos hizo un click; la vimos como un hecho artístico, la unión del paraguas con la máquina de coser que decía Breton esta vez tiene el agregado de la máquina de coser junto a la policía, más el sentido de la solidaridad y ellas trabajando por primera vez desde que fueron desalojadas.