[IN CORPORE]
“Cada vez que hacíamos el amor era tan pasional que nos olvidábamos en qué planeta estábamos”, dijo ella. Una mujer que –se supone– conoce el derrame de sentidos que muchas veces se lleva el sexo cuando –justamente– hace perder el GPS de la racionalidad. La idea es que ante la pasión irrefrenable –como le pasó a ella–, la elección de un método anticonceptivo esté antes para tener colocado un DIU, tomar una pastilla, darse una inyección, tener ligadura de trompas o vasectomía o colocar el preservativo tan naturalmente que los cuerpos se colocan para mixturarse.
Pero el sexo no es matemático y, a veces, se padece por violencia o a veces por goce –por olvidarse que en este planeta todavía hay que cuidarse de embarazos no buscados, VIH y enfermedades de transmisión sexual– se tienen relaciones sexuales de riesgo. Hasta 72 horas después también se pueden evitar tomando anticoncepción de emergencia (similares a las píldoras anticonceptivas pero con un efecto poscoital), aunque después de los cinco días ya no tienen efecto. Entonces, a veces, perder la cabeza puede ser sinónimo de un embarazo que no se puede llevar adelante. Porque no se puede, no se quiere, no se tiene con qué o con quién o miles de motivos.
Es mejor gozar sin perder la cabeza. Pero hay chicas, como Natalia Fassi, que declaró que (con Carlos Tevez) “explotábamos” y “no le alcanzaban mi cola, mis piernas, mis lolas”.
Es cierto que Natalia Fassi no es –con sus declaraciones– un modelo de responsabilidad en derechos sexuales y reproductivos, ni una figura a imitar para evitar embarazos no deseados o enfermedades de transmisión sexual. Pero tampoco se le puede pedir a un intento de modelo que dé cátedra.
El problema es cuando esa modelo intenta, a través de fotos que la muestran desagradablemente sangrando (en una imitación de las hemorragias que les cuestan la vida a tantas mujeres) con un embarazo avanzado en el que sólo engordó cuatro kilos (porque lo importante es mostrar que el embarazo no te cambia la figura ni la facturación) y la palabra “vida” tatuada en la panza plantearse como un icono anti (criminalización) del aborto.
Bueno, es cierto, a veces, Natalia no sabe en qué planeta está. En este planeta, una de cada 76 mujeres tiene riesgo de perder la vida por el embarazo, el parto o el puerperio en países pobres. En todo el mundo ocurren 1500 muertes maternas todos los días. Cada día una de esas 1500 muertes sucede en Argentina y, la causa principal, es el aborto clandestino. Pero atrás del anoréxico cuerpo de Natalia está la cabeza de la diputada Cinthya Hotton (el mayor experimento de generar políticas legislativas concretas del evangelismo conservador en la Argentina) y la apuesta de llevar el debate al Congreso en épocas electorales para que cualquier definición sobre el aborto implique postergar su despenalización.
La conductora Liliana Daunes define: “No creo que esta campaña de publicidad marketinera haga otra cosa que poner en claro las diferencias entre lxs que piensan que somos tetas, culos y panzas que buscan acceso al poder del botín millonario. Somos mayoría las que no somos ese modelo”.
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