VIOLENCIAS
Ya pasaron tres meses desde la desaparición de María Cash, la diseñadora de indumentaria cuyo último rastro es una foto tomada desde una cámara de peaje en una ruta provincial. Mientras la búsqueda se empantana, dos mujeres de las que nada se sabía desde hacía meses aparecieron en circunstancias similares a esa última imagen de Cash: caminando sin destino preciso a la vera de una ruta y se supone que pueden haber estado capturadas por redes de trata.
› Por Roxana Sandá
No hay pistas firmes sobre el paradero de María Cash. Su hermano Máximo sostiene que no alcanza con los protocolos existentes de búsqueda de personas. Federico, su padre, implora que se renueven las alertas en la Triple Frontera y en los últimos días volvió a desvelarlo la llamada de un testigo de identidad reservada, que asegura haber visto a la joven en Catamarca. Los Cash vienen descubriendo con espanto el funcionamiento precario de las morgues en las provincias argentinas o los registros negligentes de los hospitales. Y en ese peregrinaje comprendieron que las desapariciones de mujeres son siniestros cotidianos. Tres meses después de su partida desde la terminal de Retiro, la imagen difusa de la diseñadora textil a través de una cámara de peaje empezó a hacer visibles a otras mujeres recortadas por el mismo plano. Sin pretenderlo, el nuevo aniversario de la incertidumbre en torno de María Cash advierte a gritos del peligro intangible que se desploma sobre mujeres jóvenes, en supuestas recorridas turísticas y con escasas certezas de lo que pudiera ocurrirles.
Sólo durante el fin de semana largo, las jóvenes Eliana Vanina Falugue y Rocío Meri Gutiérrez aparecieron a la vera de rutas nacionales apenas con lo puesto, con rumbo improbable y en el caso de esta última, con documentos que se los quedaron “otros”. Los policías que las rescataron en Santiago del Estero pudieron enterarse de sus actos por cuentagotas. Sin embargo, dieron parte a la División Trata de Personas de la provincia: las mujeres que tenían frente a sí, consideraron, habrían sido víctimas de algo o alguien que no lograron dilucidar.
Falugue, de 26 años, apareció en la ruta provincial 89 el viernes último, al cabo de medio año de una búsqueda que emprendieron sus padres, Daniel Falugue y Griselda Ceruti. Como María Cash, intentó un plan de turismo interno hasta perderse el rastro. “Desde hace seis meses que la buscamos”, confió Ceruti. “Habíamos hecho todas las denuncias y nada. Es un milagro que hayan logrado hallarla.”
Descalza, con una mochila pequeña a la espalda, sin la bicicleta con la que partió de su casa de Vicente López. Había pasado por Santa Fe y se disponía a seguir hacia Tucumán. La historia de la diseñadora porteña y el aire confuso de Eliana fueron los detalles que impulsaron al automovilista que la trasladaba a detenerse en un puesto caminero policial, porque consideró “que su caso era parecido al de la chica Cash”. La División Trata de Personas se ocupó del traslado a la capital provincial, donde se reencontraría con sus padres para regresar a Buenos Aires.
El día anterior a la aparición de Falugue, una comunicación telefónica realizada por un desconocido advirtió a los policías de la seccional 17ª del pueblo santiagueño de Pinto sobre la presencia de una joven a la vera de la Ruta Nacional 34. En ningún momento opuso resistencia, aunque las preguntas de los oficiales la encontraron esquiva y desconfiada. “Alguien”, dijo, que no pudo precisar, se había apoderado de su documento de identidad. Al cabo de unos minutos se animó a decir “me llamo Rocío Meri Gutiérrez, tengo 23 años y soy boliviana”.
La trama se completa con la desaparición en Tucumán de Marisol de los Angeles Calderón, de 15 años, cuando iba a la escuela. Su padre y su hermano creen que fue captada por un hombre adulto. Ambos luchan contra la carátula policial, que redactó una fuga de hogar. La abogada María Rosa Ponce, de la Fundación María de los Angeles, que dirige Susana Trimarco e interviene en el caso, explicó que muchas veces los reclutamientos de mujeres son inducidos como fugas.
“Existe un método de captación que consiste en inducir una fuga del hogar a través del enamoramiento o de problemas de familia”, detalló Ponce. “Se ‘planta’ un novio y esa persona es la que entrega a la joven a los reclutadores.”
En el flamante cuadernillo de difusión “Política de seguridad contra el delito de trata de personas”, realizado por el Ministerio de Seguridad de la Nación, se advierte que la modalidad de captación más utilizada es la “trata blanda”, mediante la cual “los tratantes utilizan dispositivos de ardid o engaño, principalmente ofertas laborales engañosas, para reclutar a sus víctimas”.
Según los datos proporcionados por la Unidad Fiscal de Asistencia en Secuestros Extorsivos y Trata de Personas (Ufase) para la elaboración de ese documento, en el primer semestre del año el estado de la trata en la Argentina con fines de explotación sexual “afectó en la generalidad de los casos al género femenino. En el 92 por ciento involucra a mujeres mayores de edad que son, principalmente, de nacionalidad argentina y paraguaya”.
Hasta la fecha se rescataron 794 víctimas de trata. La cifra superó ampliamente el número de rescates durante todo 2009 (422) y 2010 (569 víctimas rescatadas).
“Más allá de que diversos grupos de personas se encuentren más expuestos que otros, nadie está exento de ser una posible víctima de este delito, sin importar su origen, condición social o cualquier otra característica.”
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