Vie 02.12.2011
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SALUD

EL ESTIGMA INALTERABLE

Pese a las campañas de concientización y del trabajo del Estado y las organizaciones sociales, vivir con VIHsida sigue siendo motivo de discriminación. Una de las poblaciones que excluye a sus pares pero a la vez la padece son los y las adolescentes. Según una encuesta realizada por Unicef y Fundación Huésped, cerca de la mitad de las y los jóvenes entrevistados no compartiría el vaso con una persona con VIH y si tuvieran un familiar con el virus, lo mantendría en secreto. Del otro lado, muchos chicos y chicas esconden su diagnóstico por temor a ser señalados.

› Por Elisabet Contrera

Ayer, 1° de diciembre, se realizaron cientos de actividades en todo el mundo por el Día Mundial de la Lucha contra el Sida. Terminar con la discriminación hacia las personas con el virus fue una de las consignas de la jornada. Según una investigación elaborada por Unicef y la Fundación Huésped, los jóvenes también discriminan. Una encuesta realizada a 1100 adolescentes de entre 14 y 19 años, de distintos sectores sociales y residentes de diversos centros urbanos del país, revela que “el 55 por ciento presenta un alto nivel de discriminación y que los mayores niveles de discriminación se registran en la población de menor nivel socioeconómico”.

Las investigadoras buscaron medir las reacciones y conductas de los jóvenes a través de diferentes situaciones hipotéticas. Los prejuicios y la discriminación no sólo se acentúan de acuerdo con el nivel social de los jóvenes sino también de acuerdo con el vínculo con la persona portadora. Ante la posibilidad de que un maestro tenga VIH, el 77 por ciento de los entrevistados respondió que debería permitírsele seguir enseñando, el 18 por ciento dijo que no y el 5 optó por “no sabe/no contesta”. Pero a la pregunta “Si te enterás que alguien que vende frutas y verduras tiene VIH, ¿le seguirías comprando?”, el 57 por ciento respondió que sí, el 32 por ciento de los jóvenes dejaría de comprarle y el 11 por ciento prefirió no opinar.

Además, el 70 por ciento compartiría una comida con alguien infectado, el 24 por ciento no y el 6 no supo que contestar.

El 50 por ciento de los chicos encuestados tomaría del mismo vaso que una persona con la enfermedad, el 41 por ciento se negaría y el 9 no sabría qué hacer. Si los encuestados tuvieran un integrante de su familia en esa situación, el 45 por ciento lo mantendría en secreto, el 39 no lo silenciaría y el 16 dudó sobre qué actitud tomar.

¿Cómo leer estas cifras? Para Mariana Vázquez, directora de Epidemiología y Prevención de Fundación Huésped y una de las responsables del estudio, estos índices de discriminación se deben no sólo a falta de acceso a información. “Se supone que hay mucha más información, pero hay cuestiones como los sentimientos y las reacciones que cuesta manejarlas. En general, la ecuación es la siguiente: a menor información y más vulnerabilidad más discriminación, pero cambiar las conductas lleva su tiempo”, explicó la especialista. “Hay que seguir trabajando en la sensibilización e instalando el tema en la agenda, que se lo pueda vivir naturalmente y compartir, que sea algo cotidiano”, dice.

Otro punto a trabajar de acuerdo con los resultados de la encuesta es el test de VIH. Sólo un 11 por ciento de los entrevistados se lo realizó alguna vez. De ese total, las mujeres fueron por prescripción médica al enterarse de que estaban embarazadas y los varones por chequeo general. A la hora de retirar los resultados, el 60 por ciento declaró no haber recibido ninguna información sobre prevención o atención. “Este dato revela que aun los servicios presentan importantes deficiencias a la hora de incorporar acciones orientadas a la prevención primaria de la salud. Centralizan la mirada en la enfermedad y no en la promoción de la salud. El hecho de que en las mujeres predomine el testeo por prescripción médica está ligado a la jerarquización de lo maternoinfantil y no a la focalización en estrategias preventivas”, sostiene Adriana Durán, consultora en Salud de Unicef y otra de las responsables del estudio.

MIEDO A SER DISCRIMINADOS

Un relevamiento desarrollado por la Fundación Huésped y la Organización Panamericana de la Salud da cuenta del miedo que tienen los jóvenes con VIH a ser discriminados por sus pares, en el sistema educativo y en el trabajo. “Aun cuando sólo 20,8 por ciento sufrió una o más experiencias de discriminación, el miedo a ser discriminado moldea sus relaciones cotidianas y está ligado a la disposición para develar su serología a otras personas”, advierte el informe.

“No tengo registro de haber sentido discriminación desde afuera porque la verdad es que intento no exponerme. Mis amigos y mi familia, que son los que saben que vivo con VIH, siempre me acompañaron y me ayudaron. Creo que la discriminación interna es mucho más fuerte. Yo me limito en algunas cuestiones, sobre todo en las relaciones con chicos. Prefiero no tenerlas porque siento que tendría que decirles, pero me cuesta mucho. Me da miedo que no entiendan”, contó Sofía, de 20 años. Ella integra “Primera generación”, de la organización Adolescentes por la Vida.

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