Vie 02.12.2011
las12

EL EXTRAÑO Y LUDICO MUNDO DE “CHICHE”

› Por Victoria Lescano

Luego de una década al frente de un dúo de diseño desde la firma Objeto, y cuyo trademark fue un estilo lúdico, con estampas y texturas infantiles y retro, Rodrigo Abarquero abrió un nuevo local y un nuevo proyecto de moda llamado Chiche.

Situado en Thames 1481, en Palermo, la tienda tiene interiorismo de madera clara de rescates de exhibidores vintage a profusión de estantes con formas orgánicas entre los que asoma un tótem de juguetes retro pintado de blanco, sus consagradas carteras con formas de bolsas de mercado o cuerpos de pájaros, además de un iconoclasta banco de madera símil Adirondack. Un reloj customizado por él, valiéndose de un cuadro de antaño marca la hora en Buenos Aires y en otras ciudades del planeta y refleja su método de búsquedas rara avis aun para los probadores, las lámparas de cerámicas curvadas y blancas y sí, los “chiches” que proliferan en los rincones de la tienda y en gestos ornamentales de las prendas.

En los percheros, junto a batones ready to wear y una colección de remeras y de carteras XL, hay vestidos con strapless y telas con frutales tomadas del imaginario de repasadores. Rodrigo sentencia sobre su método de diseño: “Parto de la premisa de hacer piezas que sorprendan para que quien las compre disfrute la experiencia a un precio razonable porque me interesa que mis prendas alegren la vida de las usuarias. Considero que mi abordaje a la moda parte de un método proyectual tradicional con todas sus etapas, que con el tiempo se transformó en un ejercicio mental más ágil y más espontáneo. Por lo general hay un diálogo entre materiales, tipologías y temáticas de colección. No suelo atarme a un tipo de silueta o a un recurso en particular, recurro a lo que necesito de acuerdo con el trabajo que estoy haciendo, el estilo se define más por una manera de hacer que por repetir”.

Previo a la apertura de su tienda, los enunciados de las Quince Reglas del Tokio PicNic Club divierten a todxs. Entre ellas: “La manta es el símbolo de picnic. No la pise sino rodéela”, “Los accidentes son parte del picnic. Situaciones como una tormenta repentina, caer en un estanque, un pájaro llevándose tu comida, no son buenas razones para sentirse disgustado”. “Un día bochornoso es una oportunidad para un picnic nocturno con aire fresco. Un día gélido es idóneo para un picnic bajo el sol, pues todos los días son un día de picnic” cimentaron el discurso de la colección alto verano.

Y en la pasarela “Buenos Aires Runway”, celebrada en noviembre, tales premisas se corporizaron en monos con estampas de galletitas, vestidos con patchworks y reciclajes, homenajes a los manteles a cuadros y pilotos derivados de telas de cobertores de plástico y un vestido con cortes láser colmado de galletitas de merengue. Lo llevaban modelos que ostentaron peinados símil armaduras de pasto sintético que se paseaban al ritmo de una banda sonora de cortadoras de césped compuesta por Abarquero, quien además de diseñador es músico.

Consultado acerca de los nuevos modos de consumo, señala el diseñador: “Me parece que estamos atravesando nuevamente una etapa marquista como en los años ’90. Creo que hay un público muy inseguro que encuentra aceptación con el uso de determinadas marcas y que hay y mucha uniformidad. Por otro lado, hay un exceso de oferta en las ferias que crecen exponencialmente desvirtuando lo que se entiende por diseño. El resultado es un mercado bastante competitivo donde también está inmersa la figura del diseñador y todos convivimos en el placard de las consumidoras”.

Con respecto a las usuarias de sus prendas, concluye Abarquero: “Son mujeres que aprecian la originalidad y la diferenciación. Por lo general están vinculadas con el diseño y con el arte en todas sus disciplinas”.

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