MúSICA
La nueva promesa del indie-pop norteamericano es una morocha de 24 años que les canta a la poligamia y al fetichismo. Se llama Alex Winston y promete su primer larga duración para 2012.
› Por Guadalupe Treibel
La pequeña Alex Winston es un torbellino hippy chic que no pide tregua. Con apenas 24 años, la oriunda de Detroit apenas ha entregado unos pocos manojos de canciones, pero no se ha amilanado a la hora de lanzar una oda antipoligamia, al menos, entre canciones. En el corte “Sister Wife” –acaso su hit más festejado–, la muchacha avisa al hombre en cuestión que no dé un paso en falso o se acabó lo que se daba. “En Estados Unidos hay mucho morbo alrededor del amor polígamo y se ha extendido en series como Big Love y tantísimos realities. Siempre me ha despertado curiosidad lo que esas mujeres están dispuestas a sacrificar con tal de estar en esa situación”, explica la jovenzuela que se autoproclama una celosa insondable.
Mientras ella se muestra renuente a compartir sus conquistas, los norteamericanos le acercan la batuta de nueva esperanza del indie-pop local y los europeos le auguran la suerte de Adele, Ellie Goulding y toda la tropa de cancionistas brit. Con la mirada puesta en el Viejo Continente, la recién-mudada-a-Nueva-York se apura a razonar: “Gran Bretaña es más abierto a las mujeres artistas que Estados Unidos, donde dominan figuras mainstream como Ke$ha o Kathy Perry”. Quizá por eso Winston intenta escaparles a las etiquetas de consumo masivo, en especial a la de “dulce” con que suele encasillarse a su música.
De allí que se declare aguerrida seguidora de PJ Harvey y avise que es una cínica y una control freak que, ante todo, quiere libertad para hacer sus canciones. De momento, sus singles, EPs y su mini LP de 2011, Sister Wife, lo han logrado. Con seis temas frescos y desfachatados que oscilan entre el pop folkie y el dance-pop de inspiración ‘60, sus sonoridades no sólo hacen piquete en la oreja sino que invitan a las palmas y se vuelven adictivas; también muestran la exquisita voz de duende de la muchacha que –otrora– se dedicase a versionar temas de los Rolling Stones o de Mumford & Sons.
No es casual, entonces, que la comparen a Kate Bush o Joanna Newsom. Como tampoco lo es que sus tracks protagonicen publicidades, que Island Records la haya sumado a su liga o artistas como Lady Hawke la remixen. ¿Será que el azar la llevó al headline de los NME Awards o la pasea de gira con saludable convocatoria? Pues no, claro que no. Winston se ha preparado para este momento desde que tiene 10 años. Porque antes de armarse en banda para tocar sus composiciones, la muchacha recibió una formación clásica a pedido de mamá-fanática-de-la-ópera, con la que aprendió a pulir el instrumento vocal y a respirar para explotar las notas. Papá no se quedó atrás, propinándole una viola para que juguetee con las notas. Y ella misma hizo lo propio, salteándose clases de escuela para visitar el Museo Motown.
Por eso, aunque Alex no rehúsa de sus orígenes, reconoce que su herencia musical es “muy norteamericana”, citando a las Supremes, Smokey Robinson, Stevie Wonder, Chuck Berry, Iggy Pop y Bob Dylan entre sus gustos gustosos. “Cuando escribo, no pienso precisamente en Puccini”, bromea al respecto y cuenta que, a la hora de componer, se toma unas copas y tararea palabras inexistentes que acompañen la música porque “la música tiene que ser pura”. La poesía, pues, vendrá luego.
Lo que llega a tiempo en esta multiinstrumentista (guitarra, piano, banjo, mandolina, batería, acordeón) es la actitud todoterreno: en vivo, Alex se come el mundo. Como lo hizo tiempo atrás, siendo opening act de... Ted Nugent. Tocando en una suerte de cantina donde los asistentes estaban más preocupados en hincarle el diente a las costillas con salsa barbacoa que en escucharla, la chica se puso verde de bronca y, canción en mano, comenzó a caminar entre las mesas para llamar su atención. Bueno... lo logró.
Ahora prepara su primer disco a full y sueña con compartir escenario con Little Richard y Dolly Parton. Y se mantiene prolífica: recientemente ha lanzado el efervescente EP Velvet Elvis, que incluye un track homónimo donde el fetichismo la acerca a un Elvis-objeto que hace más que hacerla suspirar: “Cuando siento tu terciopelo, no lo puedo evitar. Sostengo tu cuadro, susurro tu nombre. Cuando siento tu terciopelo, no lo puedo evitar. Y como no respirás, no me podés dejar”. Hablando de locas obsesiones...
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