MONDO FISHION
› Por Victoria Lescano
En la apertura de Bafweek en la Rural –36 desfiles, 30 showrooms y una gráfica institucional cimentada en cruces de moda y arte– ocurrido el martes 28 de febrero, luego de las variaciones sobre sastrería, tanto de Vanesa Miño como de Lomba, Carrasco y los ejercicios de estilo que cada año cobija al semillero UBA-Bafweek, emergió un film de skaters en un descampado, ruta de la Cordillera de los Andes con atavíos insólitos y máscaras. Fue apenas el prólogo de lo que minutos más tarde se manifestaría en la pasarela de 12-Na. Con ideología de reciclaje y experimentación textil que idearon Mariano Breccia y Mechi Martínez, El Sagrado Encuentro del Cóndor de 12-Na devino en una fabulosa pandilla de skaters enmascarados con piezas dignas de un museo etnográfico algo pop y atuendos ídem de diversas procedencias y estandartes, matizados con las y los modelos que con paso sereno llevaban tanto vestidos con remixes de camouflage, tricot, remeras deportivas, carteras orgullosas de ser construidas con bolsas de harina y ponchos con cardigans y chombas. El detalle maximalista y lúdico lo aportaron las máscaras que desarrollan junto al artista Dani Dan.
Ya en el contexto de Pasarela Buenos Aires, un apartado alianza de Baf con el Gobierno de la Ciudad, el debut de la experta en tricots Paula Ledesma siguió a rajatablas morfologías inspiradas en ilustraciones y estudios sobre la naturaleza del biógrafo y filósofo alemán Ernst Haeckel. Exaltando pliegues y drapeados en pura lana merino, alpaca y cashmere conjugadas con lanas con seda y algodón, emergieron leggins, vestidos con crochet cual encajes trasnochados, la sutil exaltación de la piel y la sexualidad y también del abrigo (las y los invitados se llevaron una bolsa con madejas y agujas de tejer cual souvenir). En tonos negro, crudo, beige, azul, nude y habano irrumpieron calados en crochets revisitados con patterns de alta tecnología, asomaron smokings y minivestidos con superposiciones de punto arroz. Entre la diversidad de tricots, la diseñadora que comenzó asesorando una empresa de punto –Led-Lan– y tiene su propia firma, incluyó volados de punto en la espalda de un maxivestido, poleras con drapeados matizadas con shorts o pantaletas, faldas micro y maxi con drapeados y variaciones sobre el tuxedo.
Del lado de la industria y el diseño de autor, la colección de 30 prendas que Mariano Toledo ideó para la firma de ropa para adolescentes Muaa fueron caracterizadas con arbitrariedades alrededor de la estética de Boy George y su manual de estilo clubber. Del emblemático sombrero de ala ancha en paño negro a los bandanas y citas a sus canciones, excesos de maquillaje y cierto glam darl, el bolso Miss Me Blind, y guiños a la chaquetas de cuero y las tendencias en jean. El conductor del programa Project Runway latino, ahora radicado en Chile por nuevos lazos y proyectos laborales, saludó con atuendo para la ocasión –pantalones cortos cual si hubiera asistido a la disco de Boy– con el oficio actoral aprehendido en el certamen de moda.
Fue celebrado el regreso y nuevo desfile de Mario Buraglio y Víctor del Grosso, los creadores de Varanasi, cuya colección otoño-invierno 2012 se cimentó cual fotograma estático y mapa en vivo del proceso de evolución. Sin duda hubo una selección introspectiva y retrospectiva de sus siluetas, experimentos textiles con materiales exquisitos, citas a la arquitectura y la historia del arte. El vestido fue la prenda icónica (Modelos Viena, Voight o el Sound of Music, insólita combinación de strapless de lana con remera que llevaría una contemporánea Novicia Rebelde). Los vestidos con énfasis en la cintura mutaron en versiones y ready to cóctel en negro o blanco níveo, pero también en modelos, visos exquisitos y vestidos fragmentados que culminaron en transparencias en tono cristal que ostentaron dos modelos unidas cual freaks de algún cabaret elegantísimo o hermanas gemelas acopladas por la excentricidad. Las modelos llevaban lazos y bandas en las piernas, abrigos fabulosos, algunas transitaban con maletas al ritmo de Brian Eno y todas ostentaban brazaletes de Pérez Sanz. El miércoles en la mañana, la presentación de Mishka en su local de Paseo Alcorta, desayuno mediante y para la prensa y seguidoras de la firma, fue la coartada para la presentación de invierno que conjugó una procesión entre el cowboy-glam, la sastrería british y variaciones sobre el denim. En las pasadas –con dirección de arte de Delia Cancela– emergieron citas a los atavíos para reinas del rodeo y fetiches ornamentales de cowboys de antaño que parecieron desplazarse en una cabalgata por una discoteca glam (llevaban sutiles ornamentos de cuero en el pelo).
Mientras que los zapatos al ras de la tierra con insólitos abalorios (piedras en tonos rubí y diamante, variaciones sobre el púrpura, naranja y marrón) los modelos brutalistas déjà vu, en tono dulce de leche o negro contrastado con bases crudo o blanco. Y a modo de nuevo último grito, indagó en una familia de tartanes –azules y rojos, verde esmeralda–, zapatos a cuadros o símil tweed, ya abotinados o con pulseras o cual botinetas y tacos símil columnas de madera.
Luego del mediodía, y en la locación Rural, con el clásico de Mark Twain Príncipe y Mendigo como disparador de una trama de moda, Gerardo Dubois, el diseñador de Bandoleiro, propuso un juego de opuestos y de mundos tan disímiles como el lujo medieval, el hip hop y su correlato local, la estética de los wachiturros. “El príncipe y el mendigo se transforman en uno solo, los opuestos se funden cobijados en la indumentaria. Mientras que los encajes y bordados se contraponen con las texturas deportivas, las texturas vulgares se vuelven suntuosas y el exceso real se lleva a la calle”, sostuvo Dubois. La realeza a la que aludió Bandoleiro se jactó de su cuna en la cumbia y el streetwear.
Continuará...
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