Vie 30.03.2012
las12

DERECHOS

La ley de la vida

El anteproyecto del nuevo Código Civil, que fue presentado el martes pasado, no sólo acerca el texto de la ley a la diversidad cotidiana de las relaciones familiares, patrimoniales y comerciales. Sobre todo promueve un nuevo paradigma jurídico con tradición humanista y arraigado en la Constitución, por encima de cualquier otro credo o convención social. Las razones para el optimismo.

“Debo confesar algo: los que me conocen saben que no soy lo que se dice una persona optimista, pero esta vez me siento eufórica. El martes, la Presidenta dio un discurso constitucional brillante. Nos invitó a pensar como pueblo el Derecho Civil en el siglo veintiuno desde un código pluralista, con tradición humanista y raigambre absoluta en la Constitución Nacional.” La abogada Paola Bergallo celebra, imagina estrategias desde el feminismo y proyecta el anhelo de una sociedad creciendo al calor del flamante anteproyecto de Código Civil que promueve, qué duda cabe, nuevos paradigmas jurídicos. Profesora del área de Derecho de la Universidad de San Andrés y de la Maestría en Derechos Humanos de la Universidad de Buenos Aires, con investigaciones publicadas sobre temas de género, derechos reproductivos y estudios sociojurídicos, entiende que la culminación del trabajo realizado por un centenar de juristas de todo el país llegó para contemplar “las nuevas formas de vida que tienen que ver con estos años de democracia. Ya en 2006 el kirchnerismo había advertido, con palos en la rueda, sobre la necesidad de reformar el Código Penal. Creo que este anteproyecto es un poco consecuencia de aquel momento, volcado justo cuando la sociedad es más abierta y está involucrada en la discusión de qué país queremos”.

En la presentación del anteproyecto, el presidente de la Corte Suprema de Justicia, Ricardo Lorenzetti, habló de un cambio de valores donde el eje está puesto en la igualdad en su sentido más amplio y profundo.

–Eso tiene que ver con su referencia a que esa modificación del Código fue realizada por una generación de juristas de Buenos Aires y el interior, insisto en el carácter federal de esa labor, como integrantes de una sociedad plural que desde hace años observa el rezago de la norma civil frente a las prácticas sociales cotidianas. Que esos hombres y mujeres de Derecho hayan construido su prestigio en democracia es otro paradigma de reflexión que deberíamos plantearnos. Hay aquí una cuestión generacional para los propios juristas y para la sociedad, que se adueña de una visión no elitista y abre las puertas a un debate contrario a las estructuras excluyentes y jerárquicas.

¿Qué desafíos propone la implementación de un Código Civil remozado, desde el momento que interpela sobre las nuevas concepciones de familia y el desplazamiento de los vínculos biológicos hacia un reordenamiento de esas relaciones?

–El desafío fundamental es aggiornar el Código a las prácticas de una sociedad cada vez más abierta, como la sociedad argentina de hoy, y es un paso hacia la constitucionalización de la vida privada. Si bien el primer peronismo llegó al poder con la promesa de sostener la educación religiosa, hubo un quiebre con esa idea de solidaridad católica mal entendida. Este concepto de última generación se traduce además en una concepción diferente del constitucionalismo social interpretado desde las teorías católicas conservadoras, que avanzaron como una solidaridad fragmentada, excluyente, sexista y etnocéntrica, donde la propiedad decimonónica conservaba su lugar central. El constitucionalismo de la Argentina actual se funda en los derechos sociales como ideal universal y como componente inescindible de los derechos clásicos.

¿Cree que la Presidenta dio también, a través de su discurso, un paso cualitativo hacia la constitucionalización de la vida privada?

–La cita que hizo de los valores de igualdad y libertad en nuestra Carta Magna, y la apelación al proceso democrático para moldear lo que será el Código Civil definitivo es una excelente noticia también en la constitucionalización de su discurso. A partir de ahora podríamos esperar que, siguiendo sus propias palabras, la Presidenta se pronuncie sobre el fallo unánime de la Corte Suprema, donde se ratifica que el aborto no es punible en los casos de violación, en un tema con el que sabemos que personalmente no está de acuerdo. Sin embargo, una católica pluralista, moderna y responsable de los designios del Estado argentino, como lo es Cristina Fernández de Kirchner, podría ser consecuente con su discurso del martes último y ordenar al Ministerio de Salud que garantice el cumplimiento de lo sentenciado por el máximo tribunal. Asimismo, podría advertir que la sociedad argentina está madura para dar el debate en el Congreso sobre la legalización del aborto, como lo hizo dos años atrás con el matrimonio igualitario. Esa es la sociedad constitucional en la que todas y todos los argentinos queremos vivir.

Desde los movimientos de mujeres se están elaborando propuestas de análisis y discusión intrapartidaria para ser presentadas cuando se inicie el período de debates.

–En la Argentina de hoy y aun en vigencia de los antiguos textos jurídicos, la mayoría de las mujeres trabajan y deciden cuándo, cómo y si quieren ser madres. Claro que preferirían hacerlo en una sociedad moderna dentro del Derecho, en un país de trabajadores y trabajadoras, donde la discusión sobre vida pública y privada incluya como condición determinante que las mujeres puedan participar de ese debate. Es la única garantía que necesitamos: canalizar la posibilidad de participación. Todavía cargamos deudas de género pesadas. Somos el único país del mundo donde las mujeres ostentan niveles elevados de educación pero siguen muy abajo en términos de captura del poder en diferentes ámbitos. Este “código de la igualdad”, como lo definió Lorenzetti, que “incorpora normas de protección de los desiguales” podrá terminar, por ejemplo, con las desigualdades de género. El habla de que “no puede haber discriminación entre hombres y mujeres”. El anteproyecto del Código Civil nos promueve a las mujeres, entonces, al momento histórico de liberalizarnos y acceder a la igualdad. Para eso vamos a tener que confrontar con las barreras del sexismo latinoamericano, la Iglesia y las alianzas entre sectores políticos que no se quebraron aún, pero que siempre se pueden romper.

Lorenzetti habló de regular en consecuencia, respecto de las nuevas relaciones familiares y de filiación, pero también se refirió a la inseminación artificial bajo el concepto de que el embrión implantado es persona.

–Es verdad, pero al mismo tiempo agregó que debemos permitir la existencia de diferentes visiones de la vida, que no debemos tratar de imponer “nuestra visión particular”. Es importante destacar que sobre la misma cuestión, Cristina dijo que es un “gran dilema que tiene la ciencia con la implantación de embriones. Pero no podemos olvidar que estamos en el siglo veintiuno”.

En este sentido es auspicioso que la Presidenta se encargara de aclarar especialmente que el nuevo Código Civil no se va a aprobar a libro cerrado y anunciara la creación de una comisión bicameral legislativa para tratar la norma.

–Ahora comienzan tiempos de deliberación participativa, a través de los canales legales. Esperamos con ansiedad que esta comisión proponga mecanismos de procedimiento para que todos participemos. Los movimientos sociales, las instituciones políticas, la sociedad civil, los círculos académicos, pero también las asambleas populares y los pueblos originarios. Una discusión de los temas propuestos por los juristas de la generación democrática que escribieron este primer borrador, que sea corregido y mejorado por las miradas y las experiencias de la gente de a pie. Para regular la familia, pero también la propiedad, el régimen sucesorio y las condiciones para el comercio. La Iglesia Católica y los sectores conservadores y religiosos ya expresaron sus preocupaciones. Ahora es el turno de que se manifieste el resto de la sociedad argentina.

Precisamente, otro gesto presidencial apreciable es el de advertir que “debemos aceptar que no todos podemos pensar como yo que soy católica o como José que es judío o como Andrés que es musulmán”, y la conclusión instando a “levantar la bandera de la igualdad y la diversidad”.

–Cristina dejó claro que en este país vivimos todos. Bien leído, éste es un cambio respecto de la semana pasada acerca del fallo de la Corte, pero esto ocurre porque sólo ella posee el poder ordenador del Estado, y debemos observarlo generosamente. Podremos tener diferencias personales, religiosas, de clase, pero el Derecho es lo único que nos une a todos y todas, y me atrevo a decir que éste es el proyecto normativo que más participación ha tenido en toda la historia argentina.

¿Cuánto de la reforma del Código Civil nos obliga a pensarlo en un sentido doble, como nuevo fenómeno que opera sobre el imaginario social cotidiano y al mismo tiempo desde la estructura rígida del digesto escrito?

–La relación es bidireccional, por supuesto. No habrá cultura democrática sin la ley y no habrá legalidad sin una población que haya internalizado los beneficios de regirse por la ley producida en común, a través de las instituciones democráticas, la movilización y la participación social.

Días atrás, el movilero de un canal de cable cubrió el tema desde una iglesia. ¿Qué lectura hace de esos mensajes atravesando la imagen?

–Me pareció que reflejaba una idea del pasado, inconsciente respecto de la sociedad en la que vive, democrática, plural, diversa, en la cual el credo más compartido comienza a ser el de la Constitución, la Democracia y los Derechos Humanos así, con mayúsculas. La nueva religión que se postula para ocupar el lugar de la religión preponderante es una religión cívica basada, definitivamente, en la Constitución.

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