Vie 30.03.2012
las12

ARTE

El lienzo de su cuerpo

“Vive y trabaja en Guatemala” es la única definición que puede encontrarse en la biografía que Regina Galindo propone para sí misma. El resto es una cantidad apabullante de performances que empiezan en 1999 y siguen hasta este mismo año. Nacida en 1974, Galindo ha sabido poner en acto y en escenarios del mundo la violencia que sufren las mujeres de su país, los conflictos políticos, la segregación de los pueblos aborígenes, siempre usando su cuerpo como soporte principal de su obra.

Escribía un diario íntimo, jugaba con Barbies, no creía que entre ella y las mujeres del servicio, mujeres indígenas con tantos rasgos en común con su propia fisonomía pudiera haber algo más que eso, una relación de servicio. Poco queda de la niña que fue en la artista guatemalteca Regina José Galindo, tan prolífica como revulsiva, la misma que en 2005 ganó el León de Oro en la Bienal de Venecia en 2005 por su performance ¿Quién puede borrar las huellas?, que realizó imprimiendo con sus pies desnudos mojados en sangre humana –que llevaba en una palangana– todo el camino que une el Congreso Nacional de su país con el Palacio de Gobierno para manifestarse contra la postulación de Efraín Ríos Montt a la presidencia de un país que ya había conducido, cuando en Guatemala se perpetraron los genocidios masivos que todavía no fueron juzgados. Este 2012 ya la encuentra presentado obra nueva en el País Vasco. Piel de gallina, dice, habla del efecto de sus intervenciones en el público convocando a los y las espectadores a sentir el frío de una cámara mortuoria. Es que la violenta historia de su país es su historia y la historia de su obra. Aun cuando ella quiera sacudirse la responsabilidad de hacer política con su arte, su arte es política y así lo describe en esta entrevista.

“Vi un pequeño aviso que decía ‘Le devolvemos la virginidad’”, relata. Con pocas cavilaciones prestó su cuerpo como campo de experimentación. Reconstruyó su himen y registró la intervención quirúrgica (Himenoplastia, 2005) en video. Embarazada de siete meses, atada de pies y manos a una cama, con las piernas abiertas y desnuda, mudó a la piel de las mujeres abusadas y violadas en el marco del conflicto armado (Mientras, ellos siguen libres, 2007). Represión estatal que desde los ‘60 arrasó más de 200 mil vidas humanas hasta mediados de la década del ‘90 en Guatemala.

Su cuerpo como plastilina, carne moldeable, muñeca a desarmar. Arte con golpes. La tortura del “submarino”, su cuerpo enclaustrado en cajas mortuorias, como trompo humano de una profesional de la lucha libre o domadora de un toro mecánico. Regina comenta con gracia que la detuvieron en la entrada del palacio de Amsterdam. Un pequeño traspié en la premiación de 10 artistas destacados en el que iba a hacer una performance: “Los organizadores me habían preguntado si podía hacer una y mandé un par de ideas... luego la persona a cargo me llamó y me dijo: ‘Qué ingenua, ¿cómo vas a hacer un show en un evento en el Palacio?’. Ambas sugerencias eran “frontales”, revela. “Una propuesta en especial hacía una crítica al trato de los países desarrollados frente a países como Guatemala y presentaba el cuerpo como un cuerpo utilizado, explotado, minimizado. Las dos ideas implicaban un desnudo.” Galindo agradece los laureles, los euros y arremete: “No estoy salvando al mundo, no le agreguen un peso innecesario a algo que no lo tiene”.

Ladinas / indígenas

“Mi cuerpo ladino –ladino o ladina es como se llama en Guatemala a las personas que no pertenecen a ninguna etnia aborigen– es abofeteado, escupido y castigado por una mujer indígena guatemalteca”, reseña Galindo en su site sobre la obra Hermana (2010) con la participación de Rosa Chávez, actriz de origen maya-kiché. La problemática indígena focalizada en la violencia hacia el cuerpo de las mujeres es una matriz en su obra. Para muchas mujeres ladinas de la capital, la mujer indígena es “la otra”. Para Galindo también.

“No tuve nunca ningún vínculo con la mujer indígena. Soy una ladina de clase media baja, con algunas raíces indígenas en mi pasado porque tengo los rasgos, tal vez por mis bisabuelas... no lo podría decir. Sólo ahora de adulta mi mejor amiga es una actriz indígena.”

¿Cómo es la relación de mujeres ladinas e indígenas en general?

–En la ciudad, la relación con ellos y ellas se da hace mucho tiempo como con los que dan servicios aunque también esto ha cambiado... hay indígenas que están metidos en muchos otros campos. Hay mucha gente de la universidad ha tenido que ir a comunidades a hacer su tesis y ha construido así una relación. Mientras tanto vivo en este pueblo serote lleno de extranjeros. En realidad el indígena aparece más como prestando servicios.

¿A quien le hablás cuando hacés tu obra?

–¡A quien sea! Lo que más me importa es la construcción que después se hace con la imagen. No tengo un público concreto sino que hago un trabajo... es hacer tal acción que me va a llevar a obtener tal imagen. Pues claro que le estás hablando a alguien pero tampoco es una campaña publicitaria en la que tengo una estrategia tan clara de qué le voy a decir, a quién y qué quiero que entiendan. Hay un campo de libertad. Por supuesto que si la pieza es en el espacio público va a ser totalmente distinto de si la acción tiene lugar en una sala de arte. Hay elecciones básicas: por algo elegís trabajar en la calle o en una galería. Por ejemplo, la obra Punto ciego (2010) en sí estaba hecha para los ciegos, pero el resultado final de lo que se creó con el cuerpo lo puede recibir cualquier público. Al final lo que importa es que se construyó el hecho artístico. Para mí es igual de concreto que una pintura.

¿Hay una instancia de devolución o de reinterpretación de tu muestra?

–No. En realidad vendo los videos en los que documento mi obra y después eso constituye muestras en cualquier galería y espacios de arte. Una muestra personal mía puede tener más de 20 videos, lo que hay en realidad son documentos.

¿Cuál es la performance que más te representa?

–Depende la época, siempre hay una época en que uno hace una nueva performance... no todos los trabajos salen bien. Hay algunas que no fueron las mejores pero que sí tuvieron más exposición. Según las estructuras, en algunas trabajo con un voluntario contratado como la serie de Confesión (2007), o aquella en la que me arrastran del cabello. Están las que creo la imagen a la manera de instrucciones que luego tiene que interpretar el público y llevarla a la acción. Como en Piel de gallina (2012), que ocurre en un refrigerador mortuorio, al interior de una escultura que mandé a hacer con mis medidas de alto y de ancho. El público adapta la escultura o puede acceder a ella sacando el cuerpo de ese cubo. Cuando extraían el cuerpo tenían que meterlo otra vez y ver los efectos del frío en mí.

Premios y Guatemala neomilitar

Galindo, antes de lanzarse de lleno al mundo del arte trabajó en una agencia de publicidad durante muchos años. “Algo no cuajaba, tenía demasiada energía.” Un grupo de artistas contemporáneos y la movida del rock de la zona 1 en Guatemala city convertían a la hostil metrópolis en un lugar donde “pasaban muchas cosas, había mucha expresión”. Su primera performance fue en 1999: “Mi primer libro de poesía lo publiqué dos años antes. Uno empieza a hacer cosas y todo comienza a suceder rápido”, señala sobre la velocidad de los tiempos desde el sillón de un café en la coqueta Antigua. Su obra gira hoy por galerías de Nueva York, París o Turín, entre otras. Su última expo en el País Vasco, Piel de gallina, es catalogada como “metáfora del sufrimiento y la injusticia social”.

¿Hacia dónde se dirige tu obra?

–Uno siempre quisiera aportar algo nuevo al medio. No quedarte estancado en tu trabajo pero le vas haciendo caso a tu capacidad creativa. Sobre la temática puede ser cualquier cosa... pero, bueno, ¡no! Hay ciertas cosas de mi personalidad que se van a ver reflejadas sobre mi trabajo y es que yo soy crítica, tengo una actitud de inconformidad y crítica hacia la vida, creo que es un buen detonante y alimento para mi trabajo. Si tuviera que recibir un tratamiento psiquiátrico o alguien me dijera que me va a convertir en una mujer plena, sin ningún tipo de inquietud interior y que voy a estar siempre feliz, le diría que no porque una vida así, en una nube, se robaría mi capacidad de procesar ideas. Pero no quiere decir que mi postura crítica vaya a definir una temática, puede que me den unos días en que me decida a hacer trabajo abstracto pero va a seguir teniendo cierto carácter. Lo ideal sería que una cambiara y mucho, para bien o para mal. Lo que tiene que hacer una es trabajar mucho, cagarla. De pronto estamos muy complacientes. Me preguntaba ahora si después de unos premios ¿estará bien que uno se gane premios de manera continua?, ¿me estoy volviendo complaciente?

¿Qué es lo que te puede hacer cambiar? ¿La mirada de tu hija influye en tus decisiones?

–Cuando sos mamá te volvés más tigra porque tenés que proteger a alguien. Pero después sos más vos misma. La gente no cambia... o se vuelve más miedosa. Espero siempre tener un motor que me mueva.

¿Cómo es la relación de los artistas guatemaltecos con la “cooperación” extranjera hacia la cultura?

–Aquí en Guatemala no hay soporte extranjero, hay un centro cultural de España que hace muchas actividades y se acabó. Los artistas trabajan con su propia plata y con unas carencias grandísimas, alguna gente que ha tenido suerte ha logrado salir. He tenido suerte que empecé a trabajar con una galería del exterior, pero muy poca gente tiene ese soporte. El premio de la Bienal de Venecia no tiene nada que ver con paternalismo, es un premio de una institución formal. Luego el premio del Príncipe Claus es un premio que, claro, es para gente que trabaja en el tercer mundo. Lo podés criticar, pero si no lo aceptás, son 25 mil euros, ¿no lo vas a aceptar? Ellos no me exigen nada. Fue una experiencia bien interesante el haber ido a Holanda, haber conocido a otra gente que se lo ganó, es un aplauso bien grande que te dan por tu trayectoria. En el evento son diez premiados por año, el principal se ganó 100 mil euros y era un africano, el chavo menos políticamente correcto. Luego como toda organización de derechos humanos mantiene el discurso de “el arte salva al mundo”, y también está la posibilidad de que uno no crea que el arte salva al mundo pero hay que hacerlo. Es necesario alguien que diga “este dinero tu me lo estás dando a mí y lo voy a usar para algo para mí”. No estoy salvando al mundo, acá fue un “gracias y buena onda”.

Mano dura y despenalización

Un puño alzado al cielo se reproduce en las carreteras, esquinas, muros y piedras de Guatemala, resabios de la campaña electoral presidencial de 2011. El intimidante logo del partido del general Otto Pérez Molina, reproducido en serie tal como un Warhol latino, que bajo la promesa explícita de “mano dura” ganó la presidencia en segunda vuelta con 4 millones de votos en un país cuya población supera los 14 millones de habitantes. El militar, vinculado a los crímenes en las aldeas indígenas durante la época de plomo, sacudió hasta los más incrédulos en febrero pasado con una declaración favorable a la despenalización de las drogas en la región. “Me parece interesante cómo se va a desentrañar, cómo esta figura tan odiada en tan poco tiempo está modificando la forma en que el guatemalteco lo ve”, aporta Galindo.

Cortina de humo, estrategia política para que leyes y decretos se deslicen sin más o revolucionaria carta escondida bajo la manga. La presencia creciente de militares en los caminos y el cariz conservador del programa político son agoreros negativos y contradicen la ejecución de medidas radicales. El tiempo dará las respuestas.

¿Hay alguna problemática o tema que aún no hayas sabido cómo abordar desde tu obra?

–Hay temas que me interesan, pero eso no quiere decir que los use para hacer una obra. Me interesa porque es lo que está pasando a mi alrededor: es muy difícil alejarse de la discusión sobre el narcotráfico o de la legalización y no pensar que acá hay gato encerrado, hay alguien que se quiere quedar con el negocio de los narcos. Entiendo que este presidente con ese carisma militar quiera pasar a la historia como un líder pero por otro lado sólo una empresa tan grande como la Pepsico podría manejar ese negocio. Todas las revoluciones en el mundo son de raíz económica y no social o humana. La posibilidad que ha tenido de sanear... porque hasta he pensado: “¡Puta, no es tan malo!”. Entonces ese manejo de las masas que es peligroso y hay que tener cuidado. Por ejemplo la pieza Móvil (2010) era un poco ese tema, la relación entre México y Guatemala sobre las drogas, las armas y los muertos.

¿Te considerás una arte-activista-feminista?

–No soy una activista, soy una artista y la diferencia es que ambas usamos procesos creativos pero con fines distintos. El objetivo de una activista es crear una ley o un cambio social concreto. El objetivo de un artista es producir su pieza ya sea objetual, su escultura o su pintura, o no objetual, pero coincide en que ambos utilizan canales creativos. Cuando un grupo de mujeres realiza una manifestación, una performance, tiene carácter creativo pero su objetivo no era documentar esa acción para que sea parte de un museo e integre el circuito de galerías. Son campos distintos. Pero sí me considero feminista. Toda mujer independiente, soberana y autónoma es feminista.

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