ESPIRITUALIDAD
Fue nombrada por su católica y tradicional familia de San Isidro como Consuelo Navarro Ocampo, pero a los 28 decidió convertirse en Lama Rinchen Kandro para ofrecer desde el centro budista que dirige junto a su compañero de vida –también lama– los caminos del tantra, la meditación, la práctica de una espiritualidad que necesita del rito, pero mucho más del silencio.
› Por Santiago Rial Ungaro
Una mañana en la antigua ciudad de Vesali, hace unos 2500 años, el Buddha Shakyamuni se encontró al despertarse con una sorpresa: unas 50 mujeres encabezadas por Mahapajapati Gotami se le aparecieron, con sus cabezas afeitadas y vestidas con los hábitos amarillos de los monjes. Habían caminado cientos de millas mendigando por su comida para pedirle que les diera su bendición: ellas también querían ser monjas budistas. Además de ser una reina Gotami, era la madre del Buddha. Y, como tal, había tomado nota atentamente de algunas de las ideas con las que Siddharta Gautama, su hijo, había revolucionado la sociedad en la que vivía: que todos somos iguales, que cualquiera, más allá de su clase social o género, tiene la capacidad de iluminarse y liberarse. Más allá de las costumbres sociales, no había ninguna razón para considerar a las mujeres como inferiores. La larga y sinuosa caminata y el abandono de sus finos ropajes y sus joyas así lo demostraba: ellas también podían ser monjas budistas. Lo cierto es que ese mismo día el Buddha se decidió a ordenar a la primera generación de monjas budistas. La historia tiene ecos y continuidades curiosas, y hoy, sin ser monja, Consuelo Navarro Ocampo es desde hace un par de décadas la primera mujer lama argentina. Y aunque no sea ella misma una monja (porque se puede efectivamente ser lama y no ser monja), hacer el retiro tradicional que la convirtió en lama también requiere de cierto coraje “budista”: no cualquiera se anima a recluirse durante 3 años, 3 meses y, ya que estamos, 3 días. Fue en el Colegio Monástico Kagyu-Ling, en Francia, donde realizó este tradicional retiro que la convirtió en Lama Rinchen Kandro: “Yo conocí el Dharma budista a los 23 años, que es la época en la que uno se involucra bastante con lo que hace. Soy bastante pasional en la forma de involucrarme y por entonces no había otra cosa que me atrajera tanto como el budismo. Ya conocía a Lama Sangye y él tenía la misma idea: estar en contacto profundo y permanente con las prácticas de meditación tibetanas budistas tántricas”. Lama Sangye Dorje es hoy en día esposo de Lama Rinchen. Se casaron después del retiro, casi para darle una alegría a la familia. Además de ser los primeros lamas argentinos, hoy en día ambos son los directores del Kagyu Techen Chöling, Centro Budista que por estos días recibe la visita de Kalu Rinpoche, maestro recién llegado del Tíbet que va a estar de visita en el país brindando algunas conferencias y enseñanzas. Fundado en 1983, Kagyu Techen Chöling es el primer Centro Budista Tibetano de América latina y ofrece un programa de prácticas semanales que incluyen instrucciones y prácticas de meditación formal, meditaciones, ceremonias propias del Budismo Vajrayana, seminarios introductorios y avanzados, así como lectura e interpretación de la lengua tibetana. Y, como para sentar las bases de una cultura “argentibetana” (o, siguiendo el orden político actual, “argenchina”), también organizan retiros más o menos intensivos: incluso entre 2001 y 2004 dirigieron un retiro de 3 años acá para 3 argentinos varones que se animaron a hacerlo.
La de Lama Rinchen es una historia de amor... espiritual: “Con Lama Sangye habíamos empezado a vivir juntos y nuestro estilo de vida giraba alrededor de la práctica. Y como ya teníamos el centro y también ayudábamos a otras personas que estaban empezando a practicar, al final nos decidimos a hacer el retiro. En nuestra tradición vos podés elegir cualquiera de las tres opciones: o la vida de un monje o una monja, o la vida de un hombre o mujer laico, o la vida de un yogui. Y el yogui a su vez puede ser monje o puede elegir tener lo que en que en general ellos llaman su Dakini, que es lo que ellos llaman su ‘Mujer de Sabiduría’, es decir que elige una compañera de práctica que tenga un cierto nivel de realización que permita que toda la relación de pareja sea de crecimiento, no tanto de apego”. Así que para ser un lama, un monje tiene que hacer necesariamente este retiro de 3 años, el retiro lo pueden hacer los laicos que deseen durante ese período tomar los votos de abstinencia sexual y todos los votos igual que un monje o una monja. Por supuesto que para hacer un retiro que involucra 4 años de vida hay que prepararse: además de las ganas de meditar hace falta aprender tibetano y conseguir recursos. Durante ese período, Consuelo mutó (literalmente) en Lama Rinchen Kandro: “Al principio del retiro estaba bastante desbordada, porque tenés que aprender francés y tibetano a la vez, pero ya en el segundo año le agarré el gustito. Y sí, es exigente: arrancás la práctica a las 4 de la mañana y seguís hasta las 10 de la noche, pero la verdad es que en ese último año, en esos últimos 3 días, no me quería ir. La gente, un poco a la ligera, piensa que un retiro es como escapar del mundo, para no involucrarse con las cosas cotidianas, pagar impuestos y esas cosas. Pero también se puede ayudar mucho a los demás haciendo un retiro”. Para cualquiera que tenga curiosidad genuina por conocer enseñanzas tántricas auténticas, la presencia de estos lamas en el país es una bendición: “La palabra tantra quiere decir ‘continuo’: el continuo de la mente. El fluir constante de la conciencia o de la mente pura. Las prácticas tántricas, o de los rituales tántricos, se apoyan en el simbolismo. Todo lo que se cita ahí de lo masculino y lo femenino es simbólico, como dos energías típicas de la naturaleza de nuestra mente. El tantra budista lo enseñó Buda, y es distinto que el tantra hindú. Cuando hablamos de prácticas tántricas, no estamos hablando de prácticas físicas. Eso está presente en el tantra hindú. Ahí se enseña cómo, a través de las relaciones sexuales, se pueden conocer estados profundos de conciencia. En el tantra budista se trabaja sobre todo a través del simbolismo. Por supuesto que cuando un yogui realizado tiene relación con una yoguini realizada no va a ser una relación común y corriente. Y puede ser que ellos lo vivan como parte de su práctica, pero no es un ejercicio en sí mismo”, aclara Lama Rinchen, que reconoce haber salido de ahí con “un contacto conmigo misma y con los demás mucho más maduro, tengo una relación más directa, más positiva, porque de chica era más bien tímida, miedosa o insegura, porque hay muchas cosas con las que una capaz que se sugestiona, como esa cosa de que el mundo es tan difícil que capaz que es mejor quedarse en un rinconcito, o no involucrarme demasiado con tal persona ‘por las dudas’. Yo hice el retiro a los 28 años y salí con 32, y aunque era bastante grande, sin embargo me abrió muchísimo a lo que es mi propia maduración, mi propia relación con los demás”.
Lama Rinchen Kandro proviene de una familia de tradición católica: “Al principio, la verdad es que se movilizaron bastante, sobre todo mi madre, porque soy la más chica de ocho hermanos, así que tenía esa actitud de ‘¡Adónde está yendo esta chica!’. Y fue muy gracioso, porque para ellos, con su información un poco acotada, cuando viajé a la India (uno de los principales lugares en los que el pueblo tibetano se refugió después de la invasión china en 1950), pensar en la India era pensar en ‘la droga’. Y como sabían que los tibetanos estaban en la India, a mis papás les daba horror que me fuera ahí. Y fue muy gracioso, porque de golpe cuando les dije que me iba por unos años a Francia, enseguida todo cambió: ‘¡Ay, qué buena idea!’. Yo tengo un abuelo belga y un abuelo suizo, así que sé que era muy elegante irme a vivir a Francia”.
Lama Rinchen coincide con el Dalai Lama al señalar que cada cultura debería en principio respetar y conocer su propia tradición espiritual. “Yo sé que debe haber muy buenos lugares y referentes. Y siempre les digo a las personas cristianas que conozco que se tienen que involucrar mejor, buscar en algún lado a alguien que les parezca mejor, alguien con quien sintonices y que te puedas confesar, pero sintiendo eso, con confianza en que si buscan, van a encontrar. Yo de adolescente iba a misa, incluso de golpe iba todos los días, y hacía retiros. Pensé incluso en ser monja y conocí muy buenos curas salesianos. Siempre encontré buenos sacerdotes para conversar: hacen muchas cosas, reúnen a los jóvenes, les enseñan oficios. Hay mucho de mi educación cristiana que me ayudó y que agradezco. Cuando empecé con el budismo zen y la meditación zen se me hizo complicado porque todo es en silencio, y ese silencio era demasiado difícil. Ahí fue que conocí a Lama Sangye. Y cuando conocí el budismo tibetano me encontré con que además de la meditación había rituales, aspectos devocionales, y las oraciones, con todos esos mantras hermosos. Y ahí encontré una continuidad con lo que yo estaba haciendo de chica.” Es interesante la cantidad de mujeres budistas que aparecen en la historia de Tíbet y Lama Rinchen lo sabe: “Buda arma las primeras comunidades de monjes y enseguida formó las primeras comunidades de monjas. Después, en todo el desarrollo del budismo en la India siguen estando presentes las mujeres, aunque por una cuestión cultural era una menor cantidad de mujeres que de hombres. Pero cuando vos ves toda la historia del Tíbet, hay varios linajes que son formados por maestras mujeres. Guru Rinpoche (el legendario maestro Padma Sambhava, que introdujo el budismo en el Tíbet hacia el siglo VIII) tuvo varias discípulas mujeres que fueron muy importantes, como Yeshe Tsogyal, o Mandarava, mujeres que eran tan excelentes en sus prácticas como los hombres. Nosotros enseñamos prácticas del linaje Shangpa de la maestra Niguma, que fue la hermana de Naropa. No había discriminación cultural o social en su práctica”. De hecho, Kandro, el segundo nombre tibetano de Lama, significa “Dakini”, término en sánscrito que significa algo así como “la que se desplaza por el espacio”. Algo que coincide por cierto con la actividad que tenía antes de convertirse en Lama. Cuando terminó el secundario, Consuelo empezó a estudiar danza. Por ese entonces, Ana Itelman y Mauricio Wainrot, y todo el equipo del Teatro General San Martín fueron sus referentes: “Probé con la danza clásica, pero mi cuerpo no era el indicado. Aunque en ese entonces en las danzas clásicas existía algo que se llamaba danza abierta, que quería renovar la forma de acercarse al movimiento. Desde ahí conocí la meditación, que era una herramienta más que se ofrecía para poder improvisar. Y como Ana (Itelman) me había becado, podía hacer un montón de cursos. En esa época conocí mucha gente, ésa fue una etapa en la que traté de salirme de lo cultural tan acotado y cerrado de mi familia y conocer otra gente. Muchos talleres eran de técnica, pero otros eran de improvisación. Llamaban a una profesora de meditación, otra de Tai Chi, y se veía cómo se podía hacer para respirar desde la panza, como hacer para que surja el movimiento desde la respiración. Nunca fui brillante en esa área, pero me sirvió para salir de esa cosa tradicionalista y católica del barrio de San Isidro. Y salían muchas cosas muy interesantes pero, de golpe, esos momentos de meditación me resultaban más importantes que la danza. La verdad es que la primera vez que medité, sentí que había llegado a casa”.
Kalu Rinpoche estará de visita de 1º al 15 de agosto. Informes de lunes a jueves de 5.30 a 7.30 al 4543-4925, Kagyu Techen Chöling, Av. Melián 2171, o en [email protected]
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