DISEñO
Se exhibe en el Museo de Arte Moderno una muestra de lo mejor del diseño argentino de las últimas décadas. Piezas originales que acompañaron cambios de hábitos, usos y costumbres, acercando la vida cotidiana a nuevos materiales y a la estética personal de cada diseñador. Sillas, grifería, estufas, pasando por palilleros, mates o juguetes. De cómo las buenas formas mejoran la calidad de vida.
Se exhibe en el MAMba, hasta
fines de este mes, la muestra Diseño Industrial Argentino, últimas
décadas. Allí se puede ver un centenar de productos de buen diseño
nacional, firmados por unos sesenta diseñadores, algunos de ellos hiperreconocidos
y otros a los que habría que hacer justicia. La muestra pudo hacerse
gracias a donaciones de 25 estudios y empresas productoras para enriquecer la
colección permanente y el patrimonio del museo. Para Laura Bucetlatto,
su directora, se busca destacar el talento de los diseñadores argentinos
como, además, dejar testimonio de usos y costumbres, en una época
en que fue difícil resistir a la invasión de lo importado.
En esta exposición, curada por el arquitecto y diseñador Ricardo
Blanco y producida por la diseñadora industrial Patricia Lascano, se
encontraron algunas piezas que faltaban en la muestra anterior, realizada hace
dos años, especialmente las referidas al mobiliario. Entonces, fueron
calificadas en la categoría de buscadas, como iconos importantes
del buen diseño argentino, como la silla de mimbre del arquitecto Horacio
Baliero (1954) o el televisor forrado en cuero, de Roberto Nápoli, de
1969.
Los mas jovenes
Otras piezas son recuperaciones de las últimas décadas, la
mayor parte de los años 80 y 90, cuyos autores son diseñadores
jóvenes. Pertenecen a una generación con formación académica,
es decir profesionales universitarios, integrados a la industria local, que
ponen en evidencia el esfuerzo de las últimas décadas. Estas
obras fueron creadas por diseñadores que en los comienzos de la democracia
tuvieron grandes expectativas y se enfrentaron, en los 90, con la globalización
feroz que atomizó la producción nacional. Entonces debieron redoblar
su creatividad para poder sustanciar la disciplina, apunta con lucidez
y orgullo Ricardo Blanco.
Es significativo el tipo de productos que se ve en la muestra, adonde se codean
los de tecnología compleja, con los fabricados en serie, y los de la
vida cotidiana de producción masiva. Todo lo expuesto habla de la paternidad
del diseñador incógnito detrás de un calefón o una
estufa, grifería, mobiliario privado o público, artefactos de
servicio o locomoción. Sin olvidar utensilios imprescindibles de la cocina
y la mesa. O cómo hacer sofisticado un palillero, similar a un cactus,
o imaginar muebles y juguetes de cartón desarmables para chicos.
Patricia Lascano, en su eficaz pesquisa lograda en esta segunda muestra de diseño
industrial para el MAMba, aclara que buscó objetos que hubieran
circulado en el mercado argentino y estuvieran en buen uso todavía. Como
el televisor de Nápoli, forrado en cuero, una excentricidad, sin dudas.
O la silla de Baliero que había ganado un concurso en los años
50 y era un icono ineludible y no pudimos mostrarla en la primera exposición,
junto a la BKF de 1938, que sí exhibimos como un trofeo importante,
se alegra Lascano.
Buena forma urbana
En esta segunda exhibición, si bien hay menos mobiliario destinado
a la vida burguesa, hay más productos de diseño industrial que
hacen a la vida urbana. Tal el caso de los desarrollos para carrocería
colectiva como los espejos retrovisores para buses de larga distancia, los asientos
con estudios ergonómicos mediante y estética vanguardista o las
tazas cubre llantas con caracteres funcionales del diseñador Miguel Bustillo.
Dentro del mismo mundo cotidiano dedicado al transporte, se encuentra el hallazgo
de Washing Cars, debido al equipo de diseñadores de Miki Friedenbach,
que no es otra cosa que un transportador de elementos de limpieza para lavar
coches in situ. A partir del negocio que supone lavar autos estacionados en
playas y shoppings o supermercados, el carrito resuelve el lavado de autos en
minutos sin necesidad de mover los vehículos y gastando menos agua, aseguran.
Las motos free bug, otro hit para los más jóvenes, ofrecen la
liviandad de carrocería como garantía y buena forma.
La exhibición de artefactos domésticos masivos como calefones,
de buen diseño industrial a cargo de Guillermo Portaluppi y Andrea Alkalay
del grupo Arcadia, como las estufas logradas por los diseñadores Kogan,
Lagaria y Anido, es importante para educar el ojo de los que buscan mejores
condiciones estéticas en un aparato, injustamente desapercibido. La misma
observación merecen los utensilios de la vida doméstica, imprescindibles
en la cultura del mate, como los termos de líneas despojadas y estilizadas
de Mario Mariño y María Sánchez.
La grifería y sanitarios del 2000, de Juan Cavallero, responden a una
voluntad de cambio y alivianar los ámbitos privados con gran elegancia
y calidad.
Tomar asiento
Igualmente, es aplaudible que queden en la colección del museo los
aportes de la diseñadora y arquitecta Diana Cabeza en sus tres diseños
para la vida pública y espacios exteriores. Como es el papelero tubular
perforado para calles y plazas, ubicado junto a su ya famoso banco HOJA (1995),
con asiento y respaldo de madera de lapacho cepillada e impermeabilizada, munido
de respaldo vertebrado a la manera de soporte ergonómico y tres banquitos
en forma de hongos negros, e individuales, de gran calidad en su textura lisa
y agradable. Todos estos auxiliares de espacios públicos tienen la astucia
de estar fijados en el piso, para desalentar los esfuerzos de amigos de lo ajeno
en la vía pública.
Por su parte, la silla Plaka, de Ricardo Blanco, es una pieza impecable, lograda
en su creativo y despojado diseño racionalista y funcional en su carácter
de silla plegable. Está fabricada en una pieza de multilaminado y fue
premio 1974, de Arquitectura y Diseño. El propio Blanco, como curador
de la muestra, reconoce que desde una perspectiva más rigurosa,
podemos ver cómo ciertas acciones de diseño ejercido o realizado
por jóvenes profesionales, han influido en el mercado marcando tendencias
en empresas líderes. Por otro lado, se percibe el fenómeno de
autoproducción por el cual comenzaron a producir sus propios diseños,
forzando a la industria a seguirlos. Esto ha llevado a generar un fenómeno
urbano, ya que hay barrios completos orientados al diseño.
A más de medio siglo de que Max Bill acuñara el concepto de guteform
(buena forma) referido al buen diseño industrial en Ulm, Alemania, la
muestra del MAMba, hoy, entre nosotros, podría leerse como una buena
señal.
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