1–¿De qué se trata su proyecto en construcción?

–Cuando comencé a trabajar en los Dispensarios de Unquillo, me llamó la atención la cantidad de mujeres golpeadas, maltratadas o abandonadas por sus maridos. Si lograban hacer la exclusión de hogar, se quedaban sin las monedas que de una u otra manera llevaba la pareja a la casa. Ganamos las elecciones del Centro Vecinal de San Miguel y pusimos en funcionamiento unas máquinas que estaban tiradas desde el 2002. La idea primaria fue que estas mujeres pudieran aprender un oficio y ganarse unos pesos vendiendo la producción. Además de compartir con otras mujeres que pudieran identificarse con una problemática común, comenzamos como Taller de Pastas y lo fuimos ampliando. Actualmente hay 15 mujeres que asisten, elaboran los productos, se llevan la mercadería para vender y rinden el costo. Hacemos sorrentinos, tallarines frescos y secos y empezamos a vender comida elaborada (lasañas y panqueques). El año que viene vamos a formar una cooperativa y lo vamos a hacer extensivo a los varones para ir trabajando la problemática de la violencia de género desde la prevención.

2 –¿Cuál es el interés que merece?

–En pocos meses hemos logrado impulsar a un grupo de mujeres que comienzan a establecer vínculos con el trabajo, con su problemática vista desde lo social y obtener algún rédito económico que, aunque parezca poco, garantiza una garrafa o el yogurt o la leche de los hogares. Se aprende a trabajar en colectivo. Es un ámbito de salud y solidaridad. No nos banca nadie, funcionamos recaudando el costo de la producción. Y de algunas donaciones de gente solidaria. El trabajo de quienes somos los responsables, Liliana Carnero, almacenera; Valentina Tomasini, trabajadora social y yo, médico, es absolutamente ad honorem.

3 –Si fuera un producto, ¿cuál sería su slogan?

–“Contra la Violencia: Unidad, Trabajo y Conciencia.”