VISTOY LEIDO II
El último libro de Caro Chinaski y una selección de las tiras publicadas durante dos años en las contratapas de Tiempo Argentino, donde los tópicos de las féminas atraviesan la crucial barrera de los treinta.
› Por Roxana Sandá
Una “hija de vecina”, sin privilegio alguno, tratada como una individua más, según define el término, va por la vida coqueteando con un anonimato que sin embargo teme que la devore, jugando con una independencia que de a ratos se le revela, surfeando relaciones que pueden tener en común desde el gusto por los helados hasta la nada misma. Mucho de esto se encuentra en la “Hija de vecina” que la historietista argentina Caro Chinaski (1975) publicó durante dos años en la contratapa del diario Tiempo Argentino y que ahora edita Atlántida. Desde la tapa, el personaje central, la chica sin nombre, confirma algo de lo dicho antes. Señorxs, aquí se está frente a “¡la más especial de las chicas comunes!”, aun cuando sus gatos/alter ego disparen que “tampoco tanto”. Se insiste: ¿alguien quiere vivir en el anonimato absoluto? Y menos que más cuando la vidriera tiene que ver con ilustraciones personalísimas y una paleta de colores que diferencia a su autora por la energía, pero también por la delicadeza de los trazos.
El amor le pesa a Ana, amiga de la antiheroína, pero tanto más a Cariño, uno de los gatos de esta hija de vecina que por suerte no exhiben impúdicos una viveza porteña que suele caracterizar a algunos felinos del comic local ni se atascan en un perfil de mascotas taimadas o nocheras impredecibles. A los gatos de Chinaski les cabe el calificativo de una ternura que no edulcora. Cariño y Gata son vagos, amorosos, románticos, cobardes y traviesos. Les encantan las flores y la comida, y las reflexiones de su dueña presenciadas desde un sillón. Son incapaces de atrapar un pajarito. Y comerlo.
“Hija de vecina” es a Caro Chinaski lo que una antecesora de los cincuenta, El otro yo de Marcela, a Delia Garcés. La misma siempre, pero revisitada de mil maneras. Chicas encantadoras, flequillo cosquilleando las cejas (nada de pin up, por favor), un estado de ánimo volátil, los treinta y pico saltando como quien cuenta ovejas por la noche y ese deseo (de las nuevas generaciones, definitivamente) de que de una vez por todas se popularice el festejo de Halloween en Buenos Aires.
Sin embargo, la sorpresa está reservada a una abuela un tanto amarga, reclamante de simpatías con el simple fin de rechazarlas. Sufre alergias en primavera, desasosiego en invierno y desea que “el más allá” sea adorable. Tales las cosas que cuenta al borde del cargoseo. Hasta los recuerdos embrollados de la viudez. “Vos andá tranquilo a trabajar que yo me quedo en casa, le dije. Te espero con la comida en la mesa. Y no es que yo fuera machista, ¿eh? Para nada. A la distancia, creo que era una feminista medio chantuna y con fiaca.”
Como en la Maitena de Mujeres alteradas (aunque Chinaski aclare que se siente más cómoda entre Gustavo Sala, Liniers y Max Aguirre), los protagonistas son los temas y no las señoritas, en este caso con una vuelta de tuerca generacional. Hija... no es una estereotipa en la que mayores de 40 puedan reconocerse mucho. Sí las invaden tópicos similares porque el lenguaje femenino manda: el amor, la felicidad, los miedos, la tecnología, las amigas, el paso del tiempo, las redes sociales, las fiestas de fin de año, los sueños y las cuatro estaciones. “Transplanté 12 cactus. Hice una mesa, pinté el taller, junté limones, terminé un libro, cepillé a los dos gatos, fui de compras, arreglé la cerradura de la ventana, llamé a mi madre... Y todo en las dos horas que hace que se cortó Internet.”
Breve curriculum: nacida y criada en San Isidro, amante de las letras y el periodismo (el atajo de la ilustración vino años después, con el agite de sus tiempos personales), ex estudiante de la UCA, baterista de banda punk, diseñadora de ropa, artista plástica, atravesó la experiencia del local propio en la Bond Street, amó a Charles Bukowski como tantas. Entre sus títulos anteriores se cuentan “Oh, no!”; “Montatormentas”, “Océano y Charquito”, una compilación de las tiras que publicó junto con Clara Lagos en el fanzine que crearon en los noventa. Participó del blog Historietas Reales y su hito, Indecentemente cursi, fue prologado por, precisamente, Maitena Burundarena y Lucas Nine.
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