VISTO Y LEIDO I
En su primera novela, la escritora colombiana Margarita García Robayo le da voz a una joven en plena formación que quiere huir del lugar al que pertenece, aunque para eso tenga que convertirse en algo distinto de lo que es.
› Por Malena Rey
Una novela de iniciación supone una transformación y un aprendizaje, que el personaje parta de un estado en ciernes y termine en otro, habiéndose modificado. Ese personaje pierde la inocencia, sale al mundo. Y también va modelando –o deformando– su subjetividad, su propia mirada. Lo interesante de la primera novela de la escritora colombiana Margarita García Robayo, Hasta que pase un huracán, es justamente cómo están dados estos cambios y cómo se construye esa subjetividad femenina, cómo se delimitan a los tumbos el cuerpo y la mente de una jovencita en un entorno familiar hostil a partir de una premisa fuerte: que no se quiere pertenecer al lugar del que se sale. Madurar no quiere decir, para la protagonista, estar satisfecha, y en este sentido, el cuerpo parece ser un espacio de negociación.
Ya desde las primeras líneas, la protagonista tiene claro el rechazo que siente ante su ciudad (un páramo caribeño, con un clima cambiante y húmedo) y su entorno. “A mí me preguntaban ¿qué quieres ser cuando grande? Y yo decía: extranjera”, expresa en medio de una atmósfera que la atosiga. Se convierte en azafata para despegarse de su realidad, con la idea de insertarse en Miami; lo que encuentra es un amante ocasional y oportunista, pocas oportunidades de cumplir el sueño americano y varias desilusiones. Así, con una iniciación sexual sórdida con un pescador que se convertirá en un sostén insospechado, y con la idea de que su familia no tiene autoconciencia sino sólo patetismo y evasión, la falta de comunicación y la frustración están a la orden del día. Ante la perspectiva de una relación sentimental formal con un noviecito, esta joven seductora con el orgullo herido se imagina el tedio cotidiano de lidiar con niñitos “sorbiéndome las tetas”, comiendo “lentejas claruchentas”, sin posibilidades de escape. “Aquí nos quedaremos hasta que pase un huracán”, se escucha diciendo. Pero esta fórmula funciona como un límite, un “hasta acá llegué” de su propio deseo y de su pensamiento, contrario a las sentencias del tipo “hasta que la muerte nos separe”, que eternizan y estancan (de hecho, en la novela la protagonista le rehúye al casamiento y rechaza a la familia que construye su hermano).
Si bien ésta es su primera novela, lanzada recientemente por la editorial independiente Tamarisco, Margarita García Robayo (Cartagena, 1980) ya había publicado con éxito el libro de cuentos Hay ciertas cosas que una no puede hacer descalza, exponiendo una mirada propia sobre el universo femenino y la literatura hecha por mujeres (tuvo ediciones en varios países latinoamericanos y una traducción al italiano) y Las personas normales son muy raras. Integrante de varias antologías y cronista y columnista de diversos medios, García Robayo es actualmente la directora ejecutiva de la Fundación Tomás Eloy Martínez, espacio cultural en el que tienen lugar desde cursos de escritura a obras de teatro. Apuntalada por la cruda sinceridad de la voz de su protagonista, con un pulso firme y una sensibilidad propia, la escritura de García Robayo avanza a buen ritmo a fuerza de sentencias y diálogos secos para dejarnos con la sensación de que en una historia de desencantos y decepciones todas podemos reconocernos y encontrarnos.
Margarita García Robayo
Hasta que pase un huracán (Tamarisco)
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