Vie 28.06.2013
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INTERNACIONALES ONU

La salud de Latinoamérica

Mujeres es el órgano de Naciones Unidas destinado a favorecer y potenciar el desarrollo social, económico y político de las mujeres. Moni Pizani, directora de esa área para América latina y el Caribe, sabe que esta oficina todavía está dando sus primeros pasos –fue creada en 2011 reuniendo cuatro organizaciones preexistentes–, pero se enorgullece de tener a su cargo una región que es líder mundial en la participación política de las mujeres y con legislaciones cada vez más progresistas. Sin embargo, alerta, el desafío es convertir esos dos avances en prácticas cotidianas.

› Por Luciana Peker

“Esta región realmente en el tema de liderazgo y participación política está punteando”, dice Moni Pizani, directora para América latina y el Caribe de ONU Mujeres (Entidad de las Naciones Unidas para la Igualdad de Género y el Empoderamiento de las Mujeres) sobre el fenómeno de Cristina Fernández de Kirchner como presidenta en Argentina, Dilma Rousseff en Brasil y Michelle Bachelet en un período anterior en Chile y, si sus augurios como candidata se cumplen, en una próxima segunda presidencia. Y, más allá del Cono Sur, también Laura Chinchilla en la jefatura de Estado de Costa Rica. Más allá de las posturas partidarias o de qué efectos reales generó este trío en el Cono Sur es indudable que una revolución de género se produjo en la última década en la llegada al poder en Latinoamérica. Y no son sólo las presidentas, sino también la alta representación en la Cámara de Diputados que es mayor al promedio global.

La presencia de mujeres líderes implica también más y mejores leyes. En algunos casos, hicieron que dejemos de compararnos negativamente con los países del Primer Mundo –por ejemplo, con el matrimonio igualitario– para empezar a marcar punta desde el llamado final del mundo para empezar a proponer normas que permitan marcos de derechos para familias del mismo sexo que, por ejemplo, no fueron logrados en Francia (donde las mujeres lesbianas se pueden casar pero no acceder a tratamientos de fertilización asistida). El desafío, para Pizani, sin embargo, es cómo hacer que la normativa que se ha logrado en los últimos años se convierta en una realidad cotidiana. Hacer de los derechos una práctica real. Moni Pizani nació en Venezuela. Pero ahora vive en Panamá. Tiene 58 años. Un hijo de 36 que vive en Buenos Aires, una hija de 33 que vive en Venezuela y dos nietas. “Soy una abuela de skype”, se define.

¿En qué influye la decisión de haber instituido Onu Mujeres?

–ONU Mujeres es un bebé todavía, es una lactante. Fue creada en julio del 2010 y empezó operaciones en enero del 2011 y surge en el marco de las reformas de Naciones Unidas de consolidar la igualdad entre los géneros y el empoderamiento de las mujeres. Teníamos cuatro organizaciones antes que eran la división para el adelanto de las mujeres, la división de asuntos de género para asesorar al secretario general en Nueva York, el Instituto para Estudios de Género e Investigación con sede en República Dominicana y el Fondo de Naciones Unidas para la Mujer (Unifem) que tenía más presencia en algunos países y era el único que tenía funciones programáticas. Se fusionan estas cuatro instancias y se decide añadirle más funciones. Surge la necesidad de potenciar el trabajo. Pero también porque las mujeres venían reclamando. Hacía muchos años que no había dentro de Naciones Unidas una organización fuerte. Y ONU Mujeres nace como una organización fuerte. Antes ninguna de las cuatro organizaciones se podía sentar a la mesa donde se toman las decisiones. Ahora sí. Esos son los cambios que no se ven pero que son importantes. Empezamos en enero del 2011, pero somos una organización vieja y nueva porque también heredamos la forma de trabajar y los proyectos de las otras organizaciones. Se designa a Michelle Bachelet como primera directora ejecutiva de ONU Mujeres. Indiscutiblemente, eso marcó un cambio porque ella puso el tema en la agenda política al más alto nivel con los presidentes, las presidentas, las primeras ministras. Eso fue muy positivo para la organización. Le dio un giro al contexto global.

¿Qué pasó desde la renuncia de Bachelet, en marzo, para volver a hacer campaña por la presidencia de Chile?

–La ventaja que tiene Naciones Unidas es que somos como una máquina. Tenemos una persona subencargada, Lashami Pun (India), que es la que está conduciendo la organización mientras se concreta el proceso de selección de una nueva directora. Tenemos mucha expectativa de ver quién va a continuar el trabajo que hizo Bachelet, porque ella apenas nos acompañó por dos años.

Por supuesto que sin entrar en las internas electorales, ni tomar partido, ¿qué opinás de un fenómeno que no tiene comparación a nivel regional y es que en Argentina haya una presidenta mujer, en Brasil también y en Chile hayan tenido una presidenta mujer con posibilidades de ejercer un nuevo mandato electoral?

–Esta región realmente en el tema de liderazgo y participación política está punteando. Además de la presidenta de Costa Rica (Laura Chinchilla) tiene una primera ministra en Jamaica (Portia Simpson-Miller). Por otra parte, tenemos 24 por ciento en las asambleas. La media global es 20 por ciento y esta región está por encima de la media global.

Latinoamérica tiene más representantes en el Congreso que el porcentaje promedio en el mundo....

–Pero además tenemos más jefas de Gobierno que en otra región. Y además hay diez países en el mundo que tienen 40 por ciento más de participación en el Parlamento, tres son de Latinoamérica: Ecuador recientemente, Cuba y Nicaragua. Argentina por muchísimos años fue la que estaba punteando, siempre fue nuestra referencia. Pero ahora que tiene 37 por ciento en Diputados y 38,3 en el Senado, hay países que han superado a la Argentina, que fue el primer país en tener ley de cuotas. Ahora Ecuador también tiene ley de cuotas y es progresiva (ya está en 40 por ciento) y ahora las autoridades máximas del Congreso son tres mujeres y menores de 35 años. Yo soy de la década perdida en Venezuela, porque en mi generación cuando éramos jóvenes no teníamos oportunidad. En cambio, ahora es súper alentador cuando ves que los y las jóvenes incursionan de manera exitosa en la política.

Por supuesto que la incursión de las mujeres en el poder es un dato alentador, pero también se ve una reacción de machismo no sólo en los varones, sino también en algunas mujeres.

–La discriminación contra la mujer es un tema tan arraigado en la cultura que eso puede pasar. A veces hay reacciones hasta de las propias mujeres. Cuando una mujer llega a una posición de poder las mismas mujeres le exigimos más a esa persona: tiene que saber más de política, tiene que ser increíblemente astuta y, en cambio, con los hombres, aceptamos mucho más el liderazgo...

También se las juzga por su estética, si se visten supuestamente muy femeninas o muy masculinas.

–Ah, sí, de eso ni hablemos... Si el pelo lo tienen largo, corto, si se pintó el ojo para arriba, para abajo... Cómo una presidenta anda vestida es tema de una noticia; en cambio cómo un presidente se pone o no una chaqueta no llega a los medios. Pero en el comportamiento en el cargo, si un hombre es senador, somos mucho más complacientes que si una mujer es senadora. Es un tema cultural.

Hace poco se votó en la Argentina la Ley de Fertilización Asistida, por la cual se permiten los tratamientos para parejas del mismo sexo. En cambio, cuando se votó el matrimonio igualitario en Francia no se pudo aprobar la maternidad para mujeres lesbianas.

–Realmente nosotros tenemos legislación que es muy de avanzada en la región. Yo creo que el reto en nuestros países, incluyendo el tema del matrimonio igualitario y la fertilización asistida, es que estén las condiciones dadas para que eso realmente se pueda implementar, porque hay situaciones en donde va la persona y el médico no está muy de acuerdo y no quiere hacer el tratamiento. Estamos con unos avances importantísimos, en distintos aspectos, pero después no se logra implementarlos. Debemos reflexionar porque seguimos avanzando, pero se necesitan cambios estructurales para que la legislación se pueda aplicar. Es como la disociación entre la cabeza y el cuerpo, como cuando la cabeza dice una cosa y al cuerpo no le da.

¿Cuál es la posición sobre la legalización del aborto y el caso de Beatriz, la mujer de 22 años con gravísimos problemas de salud en El Salvador, que casi se muere porque no le permitían acceder a un aborto terapéutico?

–Nosotros tenemos que respetar la legislación de cada uno de los países. En el caso de El Salvador, hicimos un comunicado llamando la atención sobre la situación y ofreciendo apoyo para ayudar en la revisión de la legislación. Es una preocupación la mortalidad materna. Va a llegar el 2015, en dos años, en donde se habían comprometido con los objetivos del desarrollo del milenio, de Naciones Unidas, y hay deudas con el acceso a la educación de las mujeres y la mortalidad materna. Como dice el eslogan del Fondo de Población de Naciones Unidas: “No es justo que las mujeres mueran dando la vida”.

¿Cómo evaluás el avance de las mujeres? ¿Qué beneficios y qué costos ha traído?

–Las mujeres se han incorporado activamente en la política, incluyendo a veces esas reacciones del machismo. Hubo necesidad de cuotas para que las mujeres accedieran a puestos de elección popular. Pero en el caso de Argentina ya se superó ese treinta por ciento, aunque ése es el mínimo que debemos tener. Hay avances. En el empoderamiento económico, las mujeres se han incorporado a la fuerza educativa. También más mujeres que hombres egresan de la universidad. Pero existen todavía brechas salariales, en 2013, entre un diez y un treinta por ciento entre hombres y mujeres. Es una injusticia en la agenda de las mujeres. En esta región treinta y dos países tienen leyes para combatir la violencia contra las mujeres, siete incorporan el femicidio particularmente en la legislación (Argentina el año pasado), hay programas en distintos países de la región. Yo acabo de visitar el servicio de Las Víctimas contra las Violencias. Ese es un maravilloso avance. Antes las mujeres ni siquiera denunciaban. Hace cincuenta años no se atrevían a decirlo ni a las vecinas. Naciones Unidas acaba de lanzar la campaña “El valiente no es violento”. Sin embargo, tenemos unos desafíos tremendos. Necesitamos redes de atención: sistemas de cuidado para que la mujer pueda desarrollarse. No es justo que la mujer que trabaja sea vista como que abandona a su familia o tenga una doble carga. Debería ser una responsabilidad compartida con los padres y no una responsabilidad exclusiva de las mujeres. Pero hay un porcentaje muy bajo de familias democráticas. Los hombres dicen “no, si yo contribuyo”. Pero no es que contribuyen, es que es su responsabilidad. Cuando las mujeres puedan trabajar con más tranquilidad, porque de todas maneras lo están haciendo, vamos a tener un mundo mucho más justo.

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