PERFILES
Agustina Ayllon
“Ella o vos”, dice el eslogan de Francisco de Narváez contra Cristina Fernández de Kirchner. Pero el latiguillo podría echar luz sobre otra sombra, la de su segunda y actual mujer, Agustina Ayllon, una sombra larguísima, por la altura que proyectaba cuando era modelo de pasarela, por la que proyecta ahora que se candidatea con esa fama proselitista de cuando se es “esposa de”, sobre todo en el peronismo de paladar negro, territorio fecundo para duplas maritales como los Juárez en Santiago del Estero, los Rojkés-Alperovich en Tucumán, y aun –y por qué no– Capitanich-ex mujer funcionaria que le estrelló camioneta contra la gobernación.
“A ella no le gustan los límites”, también marcaba Francisco en el spot como quien va a decirle a una mujer, esa mujer, exactamente qué hacer. Dicen medios comedidos que en casa pone esas barreras la propia Ayllon hace más de diez años, extensivas a los hijos, Milena, Juan y Antonio. Lleva por lo menos a risa imaginarlo: cada vez que la pareja es invitada a algún programa de corte político o de interés general, si él habla, ella calla; si ella ríe, él le dedica un tiempo, sí, medio tacaño; si discuten en cámara logran que se los escuche aun cuando enciman las voces. Terminan siempre fundidos en las coincidencias porque, al cabo, lo de ellos es una sociedad de hecho, de techo, y pronto, si las PASO se descuidan, de despachos contiguos.
“Yo tengo una posición con el tema de la educación muy firme y Francisco es mucho más laxo”, se encocora. “Les dice cosas como que no vayan al colegio o que si no les gusta que se vuelvan. Yo sé que las dice en broma, para hacerme enojar, pero yo le tengo prohibido porque son cosas que trabajo día a día con los chicos. Por ejemplo, la directora no quiere que vaya al colegio ¡porque dice que es un mal ejemplo!”, dijo con aire de secreto en una entrevista con Para Ti. No está mal el recurso de exhibir a un hombre insustituible, pero un poquito desprolijo; con temple, pero algún costado atorrante; con guiños de tramposo light. Siempre de Barrio Parque. El que patina es él. Siempre ella la que rectifica. Como una Marge Simpson con estudios universitarios. Porque Agustina fue modelo pero ahora es abogada (las cosas en su medida y armoniosamente, diría el General) y también hizo cursos de historia de la literatura argentina en una universidad donde a él le daban con un palo y ella –todavía acusa él– se hacía “la osa, se calla la boca y se sienta cada vez más atrás”. ¿Y si el eslogan debiera decir “es ella, no vos, Francisco”? No, no, no. A no desconfiar de los perfectos encastres maritales, si hechos están para que, por ejemplo, esta mami todo terreno pueda alcanzar una banca de diputada, testimonial, in situ, ceremonial, colonial o piramidal. Bah, en la posición que las urnas lo requieran.
El hombre del cuello tatuado cuestiona a Otra (con mayúsculas, sí), no a ella, qué duda cabe. Para Agustina el apoyo, la banca y un poco más de pilas esta vez, por favor, tira onda él, un poquito estufado del perfil bajo de la dama.
Las especulaciones sobre “el affaire Ayllon” van desde las críticas por la publicidad misógina del Colorado, la salida de Mónica López –su ex candidata a vicegobernadora bonaerense que después de empapelar con sonrisa de pasta dental toda la provincia de Buenos Aires pegó el salto al charco de Sergio Massa–, la necesidad cretina del cupo femenino en las listas hasta la falta de cuadros políticos propios (sus oficinas de Las Cañitas son famosas por la cantidad de gente linda y la escasez política de fuste). Al hecho, pecho: el tipo exhortó a su esposa para que además de doblar la ropa para los inundados en La Plata lo acompañe en esta jugada después de haber padecido en su matrimonio de una década tres separaciones para siempre y la misma cantidad de reconciliaciones hasta que la muerte los separe.
En la vida política del matrimonio Ayllón-De Narváez siempre hubo pan para hoy y hambre para mañana. La figura de Sergio Massa pronostica algo de todo esto. A Agustina no le quita el sueño. Enfrente, a su lado, codo a codo, como gustéis, está ella, dulce, atemporal, paciente, dedicada, afilada por los kilos que le faltan, sencilla en esa sencillez neutra, de la verdadera aristocracia, que le dicen, al estilo Awuada, Rabolini o Bomparola. Es Ayllón, la socia.
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