MONDO FISHION
› Por Victoria Lescano
Por un lado, lo provocó el 26 de septiembre el diseñador Rick Owens, un norteamericano afincado en París y cuyo estilo exalta las capas envolventes en tejidos tecnológicos y procesados con diversas pátinas experimentales, las botas de media caña y los maquillajes de sombras negras trazadas cual triángulos, absolutamente dark y futurista en cuanto a los materiales y las construcciones.
Sin duda sus pasarelas son la antítesis del estilo LA del que se jactan las alfombras rojas. Su colección verano 2014 se compuso de ropas funcionales, de uniformes de monjas y de enfermeras o mantos con apropiaciones de la ropa deportiva, sin omitir algunos vestiditos shift, realizaciones en cuero negro con pompones y con cintas de ajuste.
Pero lo extravagante fue su puesta en escena: de una locación industrial, sin otra ostentación que construcciones de metal, fueron descendiendo las cuarenta bailarinas de una formación compuesta por las integrantes de las agrupaciones Washington Divas, Soul Steppers, The Momentums y The Zetas.
Dirigidas por la coreógrafa Lauretta Malloy Noble y su hija Lee Anett, las bailarinas afroamericanas que llevaron a la pasarela un crisol de pasos vinculados con el step, las porristas y la danza zulú, en conjunto recrearon un extraño musical de moda. Vestidas de blanco, negro, beige y rosados, tanto en lino como en cueros, el mensaje de moda de Owens aludió a representaciones de la furia y de la fortaleza, a la exaltación de los cuerpos imperfectos.
Consultado acerca de su manifiesto antimoda, el diseñador esgrimió al crítico Tim Blanks: “Rechazamos la belleza convencional y fuimos en la construcción de una nueva belleza”.
No es casual que en diversas ocasiones, aun en sus comienzos en Los Angeles, Owens, con silueta delgada, pelo largo y negro, haya calificado su trabajo como “los resultados de un encuentro amoroso entre Frankenstein y Garbo”.
En sus colecciones femeninas y masculinas, la música y la puesta en escena son tan importantes como la propuesta de colección.
Otro happening de moda sucedió en el transcurso del desfile de la casa Nina Ricci, cuyo nuevo diseñador es Petter Copping, quien simplemente fue el responsable de orquestar una exquisita colección en blanco, con prédicas al cruce de lo masculino y lo femenino, pero donde imperaban tules, transparencias, broderies procesados con sutilezas. La calma se agitó cuando dos activistas de Femen irrumpieron en el desfile con los torsos desnudos y las consignas “la moda dicta terror” y “modelos, no vayan al burdel”, pintadas con tinta negra sobre su piel, cual si se tratase de una remera con consignas anarquistas y antimoda. El grupo feminista ucraniano ya había embestido con el sistema de la moda, en ocasión de una reciente grabación del programa Germany Next To Model, el formato que conduce la supermodelo Heidi Klum y oficia de cazatalentos para nuevas generaciones de modelos y aspirantes a mannequins. En la presentación de Ricci, la modelo verdadera May Saker, de apenas dieciocho años, fue por unos instantes rehén fashionista de las activistas, que fueron desplazadas de la pasarela. El desfile continuó con aparente calma.
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