“Estoy dispuesta a arriesgarme para salvar el Artico”, dice Camila Speziale, la activista de Greenpeace de 21 años, mirando a cámara, en el video testimonial que cuenta también por qué se unió a la organización ambientalista trasnacional. El 19 de septiembre, Camila fue detenida en Rusia junto a otros 29 compañeros, cuando intentaban abordar la plataforma de petróleo de la empresa Gazprom. “Me resulta indignante pensar que las empresas petroleras estén intentando acceder al Artico, sólo con el fin de llenarse los bolsillos. El Artico es una de las últimas regiones vírgenes que tenemos en nuestro planeta y tenemos que protegerlo entre todos”, dice la joven, con el mismo corte de pelo irregular que se ve en las páginas web, los diarios, los canales de televisión. Su foto se difundió por el planeta entero en los últimos días y con sólo entrar en www.greenpeace.org/argentina se puede firmar para que los liberen, a ella y a Hernán Pérez Orsi, el otro argentino detenido en el mar. Quién puede negar que se trata de una causa justa y de una detención arbitraria. A firmar se ha dicho.

Camila es porteña, vive en Caballito, estudia fotografía y lleva cuatro años activando en Greenpeace. Estuvo en distintas misiones dentro del país, contra la minera Barrick Gold, por ejemplo, pero éste era su primer viaje internacional. El 4 de septiembre se fue hacia el Artico. Según cuenta su madrina, “es un ser muy especial. Hace unas semanas, como dice su hermana Abril (de 5 años), ‘se fue muy lejos, en un barco a defender el planeta”. La carta firmada por Mirta Arévalo Fouirne en la plataforma de peticiones online change.org ya sumó más de 30 mil firmas. Pide que la presidenta Cristina Fernández de Kirchner interceda ante el presidente ruso Vladimir Putin para que liberen a los activistas. “Camila es la mayor de seis hermanos, uno de los cuales, Pedro, tiene autismo y ella está cuidándolo constantemente. Estudia fotografía, y es amante de la naturaleza. Además de colaborar con Greenpeace, también participa como fotógrafa en la agrupación TGDpadres, de la que su familia forma parte”, relata la madrina. Se trata de un grupo de familias de niños y niñas con autismo.

Movilizada por la causa de Greenpeace, Camila viajó al Artico muy bien entrenada para escalar. Esa era su tarea. Cuando le tocó defenderse ante un tribunal ruso, lo hizo con fiereza, según contaron testigos. Se supo que la misma Camila dijo que nunca la habían apuntado con un arma. Le tocó vivirlo en la cubierta del barco.

En la página de Facebook de Camila proliferan las expresiones de apoyo y de indignación por su detención, que se extenderá seguro hasta el 24 de noviembre. Solitaria, Lili Martín le advierte que la están usando, “justo cuando Putin es clave para detener la invasión de Estados Unidos a Siria”. Las miradas conspirativas sobre Greenpeace arrecian. Muy lejos de esas discusiones, unos días antes de irse, Camila retuiteó una frase de Agustín Fernández: “En teoría somos todos verdes, pero al que quiere pasar de la teoría a la práctica lo acusan de fundamentalista y de estar contra el progreso”.

Si se cumple el buen deseo de que Camila vuelva a la Argentina sana y salva, será la hora de preguntarse por qué irse tan lejos a buscar injusticias que merezcan luchar. Cada uno se moviliza por lo que lo conmueve, claro. Algunas causas tienen menos prensa que otras. El 7 de septiembre, en Zavaleta, mataron a Kevin, de 9 años. Pocos días después, su prima Paola Vallejos difundió una carta sobre el irregular ingreso de Gendarmería a la redacción de La Garganta Poderosa. Paola no tuvo tanta difusión, no hubo tal cantidad de pedidos virtuales y reales para que los niños de las villas miseria dejen de estar en el fuego cruzado de bandas narcos, para que las fuerzas de seguridad los protejan en vez de hostigarlos. Por eso, el barrio lanzó el “control popular” de esas fuerzas, el viernes pasado. No hace falta tomar un barco para ir a Zavaleta. Está acá nomás.