INTERNACIONAL
El último despelote mediático de la cantante Miley Cyrus suma a un personaje inesperado: Sinéad O’Connor. Dimes y diretes, fuego cruzado y mazazos, aquí.
› Por Guadalupe Treibel
Es cierto, la otrora estrellita Disney Miley Cyrus se ha vuelto un pato criollo, pero los balazos que le atinan la prensa y el público global por cada gesto, suspiro, bocado o acción suya están fuera de control; ya es un reguero de pólvora. Ok, cuelga la lengua como un cachorro en celo adicto al crack. Sí, se refriega desagradablemente contra el misógino number one (Robin Thicke). Vale, posa ligerita de ropa para Terry Richardson (o directamente se desnuda, como ocurrió en el último número de Rolling Stone) y declara que le cabe la pepa y la marihuana. Yes, habla como si fuera una negra del Bronx cuando su papá es un zoquetón country y ella, hasta hace no tanto, era su digno repollo. Es grosera, lenguaraz, explota su cuerpo, se promociona generando despelotes y lo peor: se cree transgresora y original. Pero, vamos, tampoco es la suma de todos los males.
Además, la culpa no sólo es de la chancha, también de todos los que le dan de comer; y sí que Miley tiene el ego sobrealimentado. Al borde de la diabetes debe andar su almita, golosineada con tanta cámara –que, dicho sea de paso, le gusta más que el dulce de leche, o la mantequilla de maní, en honor a los localismos–. “Escándalo es un escándalo”, diría el sabio español de cara a cada capítulo del culebrón en que se ha convertido su vida desde que rompió con el chico Hermsworth (Liam, actor, para más detalles) y sacudió –literalmente– al globo con su twerking descontrolado. ¿El último apartado? Uno inesperado que podría terminar en tribunales: pelea mediática con Sinéad “Hablo con Dios” O’Connor. Y nada se compara, oh nada se compara, a esta discusión.
Pasó la semana pasada. En la ya mencionada interviú de RS, MC había confirmado que el controversial clip de “Wrecking ball”, donde lame mazos y llora sobre una bola de demolición, estuvo inspirado en “Nothing compares 2U”, el éxito de la rapada irlandesa. Por supuesto, la prensa levantó el teléfono y llamó a Sinéad hasta el cansancio para que opinara sobre el “homenaje”. Pero como la señora es educada, decidió no hacer declaraciones y, en cambio, respondió a través de una carta abierta a Miley que publicó en su web y que, acorde con su puño y letra, estaba escrita con “espíritu maternal y mucho amor”. Hete aquí un extracto...
“Estoy muy preocupada por lo que te han hecho creer los que te rodean, y que te han dado valor para que creas que es cool aparecer desnuda y lamiendo mazos en tus videos. Estás oscureciendo tu talento al permitir que los proxenetas de la industria te prostituyan. (...) De ninguna manera conseguirás el empoderamiento de las mujeres jóvenes lanzando el mensaje de que debes ser valorada más por tu sex appeal que por tu talento. (...) A la industria de la música no le importas, no le importamos ninguno de nosotros. Ellos te prostituirán por lo que vales económicamente. Te harán pensar que eso es lo que tú querías y cuando acabes en un centro de desintoxicación, estarán disfrutando de sus yates en Antigua, comprados con el dinero que habrán recaudado al vender tu cuerpo y al conseguir que te encuentres muy sola.”
¿Agradeció la joven cantora los amorosos consejos de O’Connor? No. Muy por el contrario, decidió que la mejor respuesta era el ataque y denigró a SO vía Twitter, comparándola con la actriz Amanda Bynes, mofándose de sus conocidos problemas psiquiátricos. De paso cañazo, como esa noche conducía Saturday Night Live, subió la famosa imagen de antaño de Sinéad rompiendo la foto del papa Juan Pablo II en el mismo programa en 1992 –gesto que generó revuelo y reprobación generalizada– como guiño. Voluble y un poquitín cruel, MC se pasó de raya, pero –hay que decirlo– es lógico. ¿Quién quiere recibir una sanción pública de boca de una desconocida? ¿Acaso todos tienen vela en su potencial entierro? El mensaje era correcto; la forma, pésima. ¿No conoce Sinéad las bondades del afamado e-mail? ¿Y un llamadito al celu? Más aún: aunque el aparente instinto maternal de la figura noventera la llevó a redactar la misiva, tras los tuits de Miley, el instinto se le esfumó por los aires. Porque, horrorizada, O’Connor solicitó una disculpa pública, hostigó a MC a bajar los mensajes de la red social con la amenaza de iniciar acciones legales y, frente al desinterés de la petite diva, le dedicó las siguientes líneas: “Que se tome cinco minutos entre sus cambios de tanga para pedir perdón” o “Al burlarte te mofas de cada niño que ha sufrido de abuso sexual en manos de sacerdotes encubiertos por el Vaticano. Sería conveniente que te eduques, si no estás demasiado ocupada mostrando las tetas”. ¿Fue demasiado lejos? Fue demasiado lejos.
En paralelo a este tren descarrillado llamado “despelote”, se sumó una tercera voz: la de la cantante y pianista neoyorquina Amanda Palmer, de las Dresden Dolls que, de cara al formato elegido por Sinéad, hizo lo propio, y le escribió a O’Connor una carta digna de reproducción. Palabras más sabias no han salido de esta discusión; por tanto, para acentuar el espíritu de tolerancia y apoyo de mujeres hacia mujeres, cerramos la cuestión con su nota, una epístola con corazoncito inclusivo que dice así...
“Estimada Sinéad, es curioso que generalmente sea una mujer la que reprende a otras mujeres; somos nuestros peores enemigos. (...) Aquí es donde creo que te equivocas: Miley es responsable de su propia carrera. Aunque es tentador imaginarla en una sala de juntas con los idiotas de su sello, no creo que ninguno de ellos planifique que ella salga desnuda y baile twerking frenéticamente. Ahora, ¿estos hombres se opondrán a que se cuelgue en una bola de demolición en pelotas? Por supuesto que no. El sexo vende. Todos lo sabemos. Miley lo sabe mejor que nadie. Somos mamíferos y las tetas tientan; ni qué hablar de las tetas de Hannah Montana. Pero nada de esto significa que ella esté siguiendo el guión de alguien más. De hecho, lo que veo es a Miley tratando desesperadamente de escribir su propio guión, tratando de ser tomada en serio. (...) ¿Quiero a toda una generación de adolescentes copiar el estilo de vida de Miley para lograr el éxito? Claro que no. Pero tampoco quiero decirles lo que está mal y lo que está bien. Además, ¿quién dice que Miley no puede dar la vuelta al guión siempre que quiera? (...) Quiero vivir en un mundo donde Miley (o cualquier música) pueda bailar twerking salvajemente a los 20, usar una cobertura floral hippie completa a los 37, presentarse a los 47 en un látex transparente, posar semidesnuda en la portada de Rolling Stone a los 57, y ser aplaudida por estar tan a gusto con su cuerpo. (...) En otras palabras, vamos a darles a las jóvenes las armas adecuadas cuando salgan desnudas a luchar, en vez de pedirles que vuelvan a casa y se pongan un maldito traje.” Amén.
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