MúSICA
Con una guitarra acústica, una voz dulce y fuerte y letras poéticas, Flopa Lestani construye canciones bellas que huyen de la superficialidad. Por fuera del circuito comercial, supo hacerse un lugar en el mundo de la música local, siguiendo sus tiempos y confiando en su creatividad.
› Por Silvina Herrera
Habla firme, rasposo pero suave, como alguien con la libertad de ser lo que quiere, mira fijo mientras toma un té con limón, como en una celebración del invierno que no termina de irse. Flopa Lestani se viste con jean, remera gris y zapatillas, sin accesorios, despojada de todo lo que ya no sirve, como el nombre de una de sus canciones. “Caminando voy hasta donde haga falta y si es lejos no me importa porque no me importa nada”, dice la letra del tema, que de algún modo la define. “No soy la típica mujer que se plantea socialmente, me cago en un montón de cosas que no son importantes. Para mí Madonna no es un referente, porque a mí nunca me gustó el pop, ni las minas que bailan, ni mostrar las tetas”, comenta, y refuerza esa idea de hacer lo que tiene ganas.
Por fuera del circuito más comercial, supo ganarse un lugar en el panorama musical subiéndose a los escenarios sólo con su guitarra y su voz. “Yo toco desde los 15 años y nunca fui de la pose, por eso estoy donde estoy y no estoy en otro lado. Cuando pasó lo de Cromañón se acentuó lo del acústico. Siempre me sentí fuera de la moda, hasta que sentí que la moda se amoldó a lo que yo estaba haciendo en ese momento, con el surgimiento de los cantautores. Siempre fui medio de gueto, no me gusta mucho la gente”, desliza con serenidad y convencimiento, esa mezcla de carácter que le da identidad.
Flopa grabó con Mariano Esaín y Ariel Minimal el disco Flopa Manza Minimal, luego lanzó dos discos solistas –Dulce Fuerte Grave y Emoción homicida– y el año pasado se volvió a juntar con Minimal para editar La piedra en el aire. “Puedo vivir de la música, el laburo está en el vivo. No me interesan los festivales grandes, suena feo y a veces hasta hay que pagar. Son arreglos que no están buenos y no necesito. Es una relación de poder el manejo con las productoras. Cada uno busca por donde le parece, a mí no me interesa. Soy la máquina de decir no. No soy una gran soñadora, para mí los discos son sagrados, si no lo puedo defender prefiero no sacarlo. Llegué a donde estoy sin querer”, dice.
En esa búsqueda, les escapa a los encasillamientos, musicales y políticos, y no cree adherir a ninguna corriente predeterminada: “Soy un poco utópica tal vez, el mundo está mal hecho desde el día uno. Hay un cambio de modelo que tiene que ser mental. Nunca hice letras políticas, tengo letras que hablan del estado del mundo, pero no algo concreto, no me interesan las bajadas de línea, me gusta el libre pensamiento, que la gente llegue a su propia conclusión. En otra época hubiera sido trotskista. Para llegar al poder y cambiar la vida de la gente vas a traicionar a medio mundo; entonces me parece una trampa todo. Si cada uno se dedicara a no joder al otro, el mundo sería mejor, un cambio de pensamiento: tomar noción y conciencia del otro”.
“Sabremos digerir nuestra suerte o adulcerarla. Ni gracia me hace saber que en tu lista estoy debajo del Album blanco”, dice una de las letras del disco Flopa Manza Minimal compuesta por ella, que resume en una frase el modo distante de relacionarse en la contemporaneidad. La poesía es una marca personal, que queda de manifiesto también en su sitio web, donde hay poemas, “escogidos por el simple hecho de que le gustan”, de Alejandra Pizarnik, Fernando Pessoa y Roberto Juarroz.
Flopa cree que a veces todavía es necesario visibilizar la propia condición sexual para que se viva de forma más natural, pero aclara: “No tengo militancia con nada, el gay loca no me representa, ni la lesbiana camionera, los estereotipos no me interesan, tendría que darse como algo un poco más espontáneo. No hay una lesbiana igual a la otra, no me interesan las etiquetas, la gente es toda diferente. Puedo tocar en una banda de hombres sin que todos te quieran garchar. Mi inclinación sexual es algo inevitable, eso me hace más resistente”.
Supo construir su carrera en los márgenes, basada solamente en las canciones y evitando el lugar común de mujer rockera, plantándose con sutileza y algunos indicios de tragedia. Para ella “siempre hay opciones, hay que elegir. No hay que esperar a que se abra un lugar, hay que abrirse el propio espacio. Siempre le escapé a ser figura, a veces me gustaría ser invisible y no tener que ponerles el cuerpo a las canciones”.
Cuenta que grabar con Manza y Minimal le abrió otra manera de cantar y que todo el proceso del disco fue un gran aprendizaje, sin presiones, ni tiempos que cumplir, ni un público para conformar porque todo estaba por hacerse. “Lo de Flopa Manza Minimal no fue nada planeado. Me invitaron a cantar con ellos, canté “Sonajeros” y ellos se acoplaron arriba. El disco hizo su camino solo, creo que lo puedo defender hasta el día en que me muera. En 2010 nos volvimos a juntar con Manza y Ariel y salimos de viaje. Hicimos canciones nuevas. El primer disco eran temas de cada uno que ya teníamos, en el segundo disco la idea era componer juntos. Manza se abrió porque no le podía dedicar tanto tiempo. Nos juntamos con Ariel a ensayar y empezamos a hacer un tema por ensayo, así salió “La piedra en el aire”. Tal vez Ariel sacaba una secuencia de acordes y salía una melodía y de ahí la letra. Está bueno componer en conjunto porque te cruzás con el imaginario del otro”, cuenta. Para poder editar el disco, Flopa y Minimal le pidieron ayuda al público. A través de la página web, invitaron a sus seguidores a contribuir a un financiamiento colectivo. No hubo ninguna discográfica de por medio, ni managers, ni representantes, ellos solos en contacto directo con quienes disfrutan de sus canciones y van a los recitales a escuchar su música. Sólo hizo falta que cien seguidores aportaran 100 pesos el año pasado para concretar la realización del disco. Flopa cuenta cómo fue todo el proceso: “Los citamos a todos en una fecha, les dimos un vale y en dos meses retiraron el disco hecho. Fue linda la confianza con la gente y el contacto directo. Cero intermediarios, los atendimos nosotros directamente. Nos sacó del ensimismamiento y me pone contenta que haya gente a la que le gusta lo que hacemos”.
Entre la poesía y la precisión amarga, entre melodías emotivas y palabras de descontento, las canciones de Flopa crean un ambiente reservado a la incertidumbre de la belleza más feroz. Sus letras hablan de ser el mundo al borde de la vida cotidiana, un lenguaje de la subjetividad al filo de un yo que evoca la soledad y el desencuentro. “Mi música es sentimental, emocional, no sé si melancólica. Yo no soy aficionada a cantarle a la alegría o la felicidad, me parece aburridísimo; tiene que haber un conflicto para que sea interesante. No me logro reconocer como una entretenedora, que lo soy. Me resulta raro que la gente quiera venir y pagar una entrada para escuchar temas que son un bajón. La música que me gusta es la que me emociona, esas partes que te destrozan el corazón, ese efecto me gusta lograr. No lo hago a propósito, no tengo la fórmula para hacer llorar, pero lo busco”, afirma.
La cantante de 39 años sigue escuchando a Joni Mitchell, Suzanne Vega, Cesária Évora y PJ Harvey. “Los posters de mi casa son de The Who, de John Lennon. Debe haber algo generacional, porque lo nuevo me parece todo igual, todos los sonidos de guitarra me parecen igual, falta imaginación. No escuchás música de la misma manera a los 30 que a los 17, asimilás de otra forma. Lo nuevo ya lo hizo otro antes. Yo empecé con The Smiths y The Cure”, dice.
En La piedra en el aire hay melodías melancólicas, enmarcadas en guitarras acústicas que transitan un camino equilibrado entre la simpleza y la complejidad. “Si apartamos todo lo sabido nos queda lo desconocido y la verdad”, canta en “Mi cámara”. El disco se enmarcó desde un sector de la crítica y el público dentro del indie folk, una definición que se usa con pocas limitaciones y criterios amplios, que ella prefiere no tomarse muy en serio: “Al folk lo descubrí de grande. Con el rock tengo una relación rara, porque vengo del rock, pero ahora no siento que esté haciendo rock, no es lo que define mi música. Las definiciones no me gustan, los términos los ponen los otros. El indie en Estados Unidos representa un mercado y acá al indie se lo solía llamar under. ¿De qué depende ser indie, del sonido, de cómo te vestís, de cuántos años tenés?”.
El formato acústico de las canciones a veces se llena de musicalidad y se transforma en una banda de rock en las presentaciones eléctricas que hacen muy de vez en cuando con el acompañamiento de músicos amigos. “Para Ariel es bajar, para mí es subir, por intensidad y fuerza. Hay temas que ganan mucho, con la banda, hay temas que son rock, explotan. Me gustan las dos formas; mi ideal sería un intermedio. Ir explorando, salir de lo seguro y cambiar el formato son desafíos que están buenos. Seguramente si grabamos un próximo disco con Minimal va a ser eléctrico, tenemos temas nuevos, vamos a tocar varios en el próximo show. Es algo diferente para mí, tenía ganas de electrificar los temas. Es distinto a Pez, hasta Ariel canta diferente, lo que hacemos nosotros es más cancionero”, explica.
“Auxiliar” es uno de los temas nuevos que tocan, una canción con una de esas melodías pegadizas y una letra que dice “para entrar al cielo hay que tocar la puerta y esperar a que abran, yo no tengo paciencia. La fila de la duda es la última opción”.
Flopa Minimal se presenta hoy viernes 8 a las 23.30 en La Trastienda Club, Balcarce 460.
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