Vie 22.02.2002
las12

Excitación asistida

La cosmética femenina ahora no sólo vende belleza sino placer. Desde el Viagra rosa, hasta Eros –un mouse localizado cuyo sonido es semejante al de una máquina de afeitar y perfecciona la performance del clítoris– pasando por Acrea, cremita publicitada como ideal para “mejorar la capacidad de goce”, las ofertas de este año amenazan ser múltiples. Claro que todavía no se inventó la pastillita del deseo ni apareció el detector de mentiras capaz de desbaratar algo irrefutable: una mujer puede fingir tanto que goza como que no.

Por Sonia Santoro

“Buenos días, señora, señorita. Hoy les traigo, recién salida a la venta, la solución para la madre de todos sus problemas. Ideal para el gastado clítoris de las mujeres casadas o el inexperto de las jovencitas, el adormecido de las viudas o el exigente de las treintañeras. Oyó bien, con sólo aplicarla antes de su encuentro sexual, y frotando suavemente el órgano femenino, la nueva crema Excitamás va a acabar con su malestar sexual. Y en esta oportunidad, y sólo por ser una oferta de lanzamiento, le hago entrega de la pastillita mágica Vivarachol B12 que le va a devolver las ganas de una adolescente. Las dos cosas, sólo por hoy, a sólo 5 pesitos... ¿Alguna más por acá?” ¿Se imagina la escena? Faltará poco para que con estos productos sexuales nos aborden en los colectivos. Por lo menos, el 2002 arrancó con varios anuncios nada despreciables. Afrodisíacos, pociones, ungüentos, alucinógenos y aparatos pueblan la literatura erótica de Oriente y Occidente desde siempre, aunque haciendo hincapié en los órganos masculinos (siempre firmes escribiendo la historia oficial, claro...). A la supuesta frialdad de las mujeres, sin embargo, también se ha tratado de buscar solución con distintos artilugios. Y este nuevo milenio sigue aportando opciones. A fines de enero, un laboratorio belga lanzó una crema que favorece la excitación de la mujer y un laboratorio nacional está por sacar su propia versión en la Argentina. Se están haciendo estudios sobre el efecto que el Viagra produciría en las mujeres, y se cree que el año próximo estaría la versión femenina en la calle. Además, se está evaluando la eficacia de un aparato que favorecería la irrigación sanguínea del clítoris. Ante el avance de tanta cosa médica o pseudomédica, las preguntas son muchas y de todos los tonos. ¿Hasta qué punto una crema, una pastilla o un aparato puede reemplazar una buena relación sexual? ¿No será mejor ir a un psicólogo? ¿Habrá que agregar un ítem más a la lista de gastos femeninos: depilación, tintura, etc., etc.? ¿Servirán para ganarle a la otra? ¿No será más fácil cambiar el marido, novio o compañero de turno? ¿Podremos con esto de una vez por todas responder: “Estuviste muy bien”?
¿Dificultad para alcanzar el orgasmo?
Así anuncia la página web www.viacremelatina.com su nuevo producto comercial. Por si hiciera falta, algunos testimonios verdaderamente conmovedores hablan de sus virtudes. “Había perdido interés en relaciones íntimas con mi marido hasta que llegó Viacreme; ahora disfrutamos de nuestra intimidad como cuando nos casamos por primera vez”, dice June, de 43 años. Pero ninguna más audaz que Alicia, de 51: “Utilizo Viacreme para encontrarme a mí misma” (pobre Alicia, haber esperado tanto para descubrir su clítoris). La crema ya está a la venta en los Estados Unidos –donde las crónicas periodísticas dicen que está haciendo furor–, en Gran Bretaña y estaría por llegar a Europa de la mano de un pequeño laboratorio belga que vio la veta del negocio e intenta mantener en vilo a los clítoris europeos.
Ahora bien, como se pregunta el sexólogo y psiquiatra Adrián Sapetti, presidente de la Sociedad Argentina de Sexualidad Humana (SASH), ¿qué componentes tiene esta crema convertida en milagrosa por efecto de las leyes del marketing? “L-arginina, aminoácido precursor del óxido nítrico, que produce la vasodilatación de las arterias del clítoris y del pene y que hemos usado por vía oral desde hace tiempo; menta o mentol como leve vasodilatador (que en gran cantidad puede irritar, al igual que el retinol, variante de la vitamina A que se usa como ‘antiarrugas’ en la cara), y el aloe vera casi como un excipiente”, contesta.
¿Cuál es el resultado de semejante mezcla?
“Esto es como decir: voy a pintar la habitación de rosa porque eso me produce más placer, me resulta más agradable. La idea es que, de acuerdo con lo que uno lee, esto está para mejorar el ambiente en las personas que no tienen problemas”, explica el urólogo Amado Bechara, encargado del Sector de Disfunciones sexuales del Hospital Durand. En síntesis, habrá féminas a las que les vendrá bien y a otras no les hará nada. Los médicos se apuran en aclarar que no hay estudios científicos que avalen los resultados de esta crema; que, por otro lado, no se anuncia como medicamento sino como cosmético, es decir, no se necesita receta médica para comprarla.
La versión local, que en estos días estará en farmacias, perfumerías y casas de lencería argentinas, se llama Acrea y está producida por un laboratorio con sede en Flores, llamado Aulo Gelio Argentina. La diferencia con el Viacreme son los vehículos que favorecen la absorción del producto y su respuesta, principalmente el aceite de jojoba, dicen sus creadores; que, anteojos y guardapolvos blanco impecable mediante, explican su funcionamiento como si se tratara de una fórmula de la NASA para aterrizar en la segunda aureola boreal de la luna: “La crema se aplica en forma tópica sobre los órganos genitales femeninos, lo que va a provocar la generación de óxido nítrico, que es la molécula que causa generación de lubricación, humectación y aumento de la capacidad de gozo. Este óxido nítrico aumenta los niveles endógenos de lo que se llama el gmp cíclico en la biofase. Esto provoca una vasodilatación de la musculatura lisa vascular. Lo cual dispara un aumento en el flujo sanguíneo, lo que provoca un aumento en el volumen del clítoris, acompañado de una mayor humectación y lubricación, una respuesta fisiológica que conlleva un aumento en la capacidad de gozo y favorece a alcanzar el orgasmo”. ¿Quedó claro? Debe ser una estrategia de marketing destinada a impulsar las demostraciones prácticas. Sobre todo si se tiene en cuenta que Acrea se venderá a precios populares: 15 pesos la presentación con tres monodosis; cifra módica si se la compara con el producto belga, que cuesta unos 40 dólares (por cuatro monodosis).

Me tomo la pastillita y vuelvo
La otra opción posible para los males femeninos es el Viagra (sildenafil), lanzado en el mundo en 1997 para sortear los achaques masculinos. Laboratorios Pfizer acaba de anunciar en Londres que ya habrían desentrañado los misterios sexuales de la mujer y el año próximo estarían en condiciones de lanzar el Viagra femenino, cuya diferencia principal con la versión masculina es que será una pastillita de color rosa. Como se ve, los argumentos “científicos” son lo que sobran.
Pero el último grito en aditamentos sexuales parece ser el Eros, una especie de mausse que “al aumentar el llenado sanguíneo en el clítoris, mejoraría la sensación local y daría una mayor capacidad para llegar alorgasmo”, cuenta Bechara. Por lo menos eso dicen los estudios hechos en Estados Unidos. En la Argentina lo están analizando en el Hospital Durand, pero todavía no hay resultados. Esta especie de ratón erótico funciona como las bombas al vacío que desde hace años se han ocupado de levantar las caídas humanidades varoniles. La mujer coloca el clítoris en un recipiente acorde y activa una válvula que saca el aire del recipiente y, como tiene un regulador de vacío, cuando se lo activa se produce el milagro: el clítoris muestra su propiedad eréctil. Es inevitable no preguntarse si no había algo más molesto y menos sensual que el ratoncito con ruido a máquina de afeitar. “Por supuesto que lo que uno tenga que hacer por la salud lo saca de la rutina”, explica Bechara. ¡Pero tanto hay que hacer!
–Doctor, no tengo ganas.
–No se preocupe señora, yo tengo la pomadita para el deseo.
La “pomadita para el deseo” todavía no existe. Lo que sí siguen abundando son las encuestas que, en este caso, parecen confirmar la existencia de la temida mujer “frígida” concebida por los médicos de principios del siglo XX, y de la mujer que siempre encuentra una excusa para no hacer el amor y de la que no sabe lo que es un orgasmo... O que dice no tenerlos.
Una encuesta hecha en Estados Unidos por el doctor Laumann de 1749 mujeres entre 18 y 79 años del National Health and Social Life Survey dio como resultado que el 43 por ciento de las mujeres sufría algún tipo de disfunción sexual.
A no rasgarse las vestiduras porque en la Argentina las cosas no son muy distintas. Por lo menos así lo atestigua un relevamiento hecho por el Sector de Disfunciones Sexuales del Hospital Durand en la ciudad de Buenos Aires entre diciembre del ‘99 y marzo del 2000. Se repartieron 400 formularios con carácter anónimo y de auto-respuesta a un grupo de mujeres, de entre 18 y 75 años, tomadas al azar (no entre pacientes), para determinar la prevalencia de disfunciones sexuales. Los resultados: el 23 por ciento de las encuestadas no estaba satisfecha con su vida sexual; el 30 por ciento decía tener dificultades en la excitación; el 31 por ciento tenía alteraciones en la lubricación; el 29 por ciento tenía trastornos en la fase orgásmica; y el 13 por ciento dispareunia (dolor en la penetración). Pero lo más grave de todo es que el ¡63 por ciento manifestó tener pocas veces o nunca pensamientos eróticos o deseo de iniciar actividad sexual!
Ahora, un momentito. ¿Se imagina a su mamá o a su suegra contestando esas preguntas? “Pará, viejo, estoy llenando una encuesta; ¿estamos en fase de la excitación o de la lubricación?” o “anoche soñé que la jubilación aumentaba a 300 pesos; ¿estaré teniendo fantasías eróticas?” o a esa amiga desorbitada preguntarse si no tendrá un trastorno en la “fase orgásmica” por tener cinco orgasmos por fin de semana cuando antes promediaba los diez. ¿Deberemos creer ciegamente en las encuestas (sobre todo en un caso que no nos favorece para nada)?
Tal vez las pautas fijadas por la humorista Ana von Rebeur sean más útiles para saber si estamos en problemas. Si cuando se supone (o él supone) que están en lo mejor, usted no deja de preguntarse “¿cuándo se supone que empiezo a gozar?” o se le escapa un “no me hables que no me puedo concentrar en mi fantasía sexual” o se la pasa gritándole, mientras hace una mueca con la boca torcida, “¡estoy toda mojada por vos... transpirás como un animal!” o repite en un chiste que ya no le hace gracia a ninguno de los dos “no hay otro como vos, sólo mejores”, consulte a su médico o incentive a su pareja a realizar un largo viaje. Lo mismo si, demasiado a menudo, mientras está con él, se ve azotada por los siguientes pensamientos: “¿Qué voy a hacer si él quiere sexo anal? ¿Y si no quiere?”, “¿Será tan malo como la última vez?”, “¿Tengo ganas?” (usted seguramentetendrá mejores y más ocurrentes preguntas, aunque eso no la haga más feliz, claro).
Chinos, brujas y médicos
“Un amante con un órgano débil por naturaleza no se fortalecerá con afrodisíacos o ungüentos, al igual que a un estudiante sin talento no le ayudarán las drogas para un examen”, decía el maestro oriental Jou Pu Tuan mucho antes de que los occidentales abriéramos los ojos.
De todas maneras, aun para las más escépticas, las soluciones mágicas siempre fueron tentación. Sería interesante, por ejemplo, tener a mano, preferentemente en la mesita de luz de él, el Kamasutra abierto en su capítulo sexto: “...uno de los principales deberes del hombre, en esta vida, es el de aprender a retenerse lo más posible y, al mismo tiempo, a estimular el deleite de la hembra”, aconseja. Y unas páginas más adelante da una serie de recetas para no hacerle las cosas tan difíciles al pobrecito, que con semejante cruz debe cargar. El siguiente ungüento aplicado adecuadamente dice “produce el amor de modo natural”: reducir a polvo muy fino madera de sándalo, vala, lodhra y corteza de mango, y mezclar con agua de Harda. Lo que no dice, por supuesto, es dónde se supone que las mujeres ansiosas por probar la receta pueden echar mano de sus exóticos ingredientes. Ni cómo lograrían excitarse, se sabe que hoy los precios de los productos importados son totalmente desestimulantes.
También se ha usado la pulga española o cantárida, el polvo de escarabajos y de otros insectos. Lo que ha provocado numerosos accidentes debido a la toxicidad de los elementos y la sensibilidad de la zona en donde se aplicaban (¿se acuerda del caballo de Atila, que donde pisaba no crecía más el pasto?)
El Tractatus de Sterilitate, texto anónimo de la escuela de Montpellier del siglo XIV, cuenta Vallés, aconseja usar un ungüento con cinamono, cardamono, macis ana tres dracmas, pimienta larga, jengibre ana cuatro dracmas, comino, clavo, azafrán ana dos dracmas, espliego, ámbar gris, agácolo ana una dracma, musgo, estoraque líquido, agácolo, incienso, mirra ana media dracma, aceite de azucena, grasa de pato, semillas de ortiga cuatro dracmas. “Con estos ingredientes hágase una mecha e introdúzcase”, aclara. Con sólo pensar en el ardor imparable que provocan las ortigas, no queda más que preguntarse si su efectividad consistía en resolver el problema o en erradicar para siempre el origen del mismo: sin órgano no hay problema (si no, remitirse a la época victoriana donde se propugnaba la extirpación del clítoris para aquellas mujeres que tuvieran algún interés en asuntos sexuales).
El anatomista de Federico Andahazi (editorial Planeta) cuenta la historia de Mateo Colón, un anatomista del siglo XVI que “preparó cientos de pócimas” y “por las noches se lanzaba hacia los sórdidos burdeles de Padua cargado con sus frascos” con el objeto de “apropiarse de la volátil voluntad de las mujeres”, dice Andahazi. El anatomista estudió las propiedades sobre los genitales femeninos de la mandrágora, la belladona, la cicuta y del apio, y de los efectos alucinógenos del beleño negro (sobre algunos se decía que eran afrodisíacos tan poderosos como para hacer estallar la verga). El camino más expeditivo para lograr que hicieran efecto era frotar el sexo masculino con las infusiones en muy alta concentración y, por vía de la fellatio, hacerlas ingresar en el cuerpo de las mujeres. Pero, finalmente, toda su búsqueda no le sirvió de mucho. Esto lo supo al descubrir la existencia del clítoris, del cual dijo que “guía el proceder del ser que este órgano lleva alrededor”, o sea, la mujer. Pero cometió un error: pensó que bastaba tocarlo con un dedo para que la mujer quedara perdidamente enamorada del hombre. Y no tuvo más remedio que matarse, ya que no logró que Mona Sofía, una prostituta dequien estaba perdidamente enamorado, se rindiera ante sus habilidades frotatorias.
La desorientación del pobre Mateo no es de su exclusividad ni de su época. Como dice la psicoanalista Graciela Avram, del consejo directivo de la Fundación Descartes, “el clítoris tiene las terminaciones nerviosas más agudizadas de la zona, pero es medio pelotudo pensar que vos agarrás el clítoris de alguien y lo masajeás y pasa algo. Es una combinatoria de cosas. Siempre existieron elementos exteriores a la relación erótica misma que incrementarían la disponibilidad corporal para calentarse más. La novedad es que hoy esto está marcado por un dispositivo que pretende vender eso como ‘científico’ –agrega Avram–. Porque hay que ver que también la cosmetología se vende como ‘científica’, no se dice más ‘póngase esto que tiene aceite y le va a lubricar la piel’, ahora dicen: ‘Esto le sube el ph y le baja el no sé qué, o tiene las ceramidas... Y nadie entiende un carajo de qué están hablando, pero no importa... Sería una excitación asistida. Por otro lado, lo que es interesante es el tema de qué es introducir un elemento que tendría acción sobre el cuerpo, pensado como orgánico, al margen de una relación de deseo con un partenaire. La bomba que chupa, por ejemplo, me da un poco de risa, es para satisfacer la vagancia del partenaire que en vez de ponerse a trabajar, dice: ‘Que lo haga el aparato y ya viene preparada’”.
Masters, Jonson y Kolodny, en Eros. Los mundos de la sexualidad, se refieren a esa especialidad que tienen muchos hombres y mujeres para no sólo vivir el sexo como afeitarse o darle de comer al gato todas las mañanas (que a veces no está mal, pero siempre...) sino para eliminar conexión alguna con el resto de la vida de la pareja. Citan el caso de Sonya F., que se queja de que él se molesta cuando “soy una participante pasiva en lo que principalmente es un ejercicio rápido de acariciarle el pene durante uno o dos minutos mientras él me manosea los pechos, y abrir las piernas en cuanto tiene una erección firme... El no parece entender que deseo una conexión que dure más de quince minutos”.
“Es muy notable ver cómo la gente plantea los problemas sexuales por un lado, separados de la relación particular de deseo que puedan tener con alguien –dice Avram–. Uno puede decir que no todas las relaciones son de deseo. Entonces habría que preguntarse por qué la gente tiene relaciones con gente con la cual no quiere coger. Y desde el lado femenino aparece la pregunta por la frigidez, pero como una preocupación intelectual: ‘Yo debería acabar, yo debería tener un orgasmo...’, y uno pregunta: ‘¿Pero usted está excitada?’. Hay gente que ni siquiera se excita con su partenaire, que el tipo con el que está no le gusta, que hace rato que se viene quejando de que su vida le parece una mierda y después se pregunta por qué no acaba.”
–No es sólo no tener ganas de sexo.
–Tiene que ver con una frase muy ridícula que dice Graciela Borges en una película de cuernos de los años ‘70, con Luppi, de dos que se van metiendo los cuernos. El tipo la invita a coger y ella dice: “No tengo ganas”; él dice: “Yo te voy a hacer venir las ganas”; y ella: “No tengo ganas de tener ganas”. Esa frase tiene más verdad que todo el resto.
La medicina, por su parte, parece explotar esta escisión de los problemas sexuales y reflota la vieja dicotomía cartesiana: el cuerpo/la mente. Carlos Gurrucharri, profesor de la Universidad de Buenos Aires y presidente de la Sociedad Internacional de Ginecología y Obstetricia Psicosomática, tal vez por sus 40 años de experiencia, llama a las cosas por su nombre: “La pareja tiene que comprender que una cosa es fifar bien o fifar mal, y otra cosa es hacer el amor, que no viene hecho. Y ésta es la situación más común de desgaste donde la pareja se va olvidando del erotismo, del perfume, del baby doll negro, del comentario adecuado y transforma toda la relación sexual en una relación pene-vagina. Viene a laconsulta y hace esta pregunta: ‘¿Me pongo la pomadita? ¿Toma Viagra mi marido? ¿Tomo Vibarachol B12?’. Y a veces, el médico, con buena fe o equivocadamente, le dice: ‘Póngase la pomadita que va a sentir más’. ¿Qué quiere decir va a sentir más? ¿Va a tener mayor respuesta genital local a la penetración del pene o de un palo de escoba? Pero eso no es sexualidad, es como decirle al hombre: ‘No tiene ganas, hágase un yeso con el cual va a estar con el pene duro’”.
Como sea, la crema va a estar a la venta en pocos días; el Viagra, en meses, e irán apareciendo grandes afluentes de distintos elementos que se supone tienen un nicho de mercado asegurado. La pregunta es: ¿quiénes serían las clientas? Avram vuelve a soltar su látigo: “Obviamente, gente muy extraviada en relación a por dónde pasa el deseo, el amor. Y la pastilla no te va a ayudar a entender nada de lo que te pasa, ni vas averiguar nada del deseo poniéndote la crema en el clítoris. Hay gente que puede creer que ésa es la solución y mientras eso funcione uno no puede dejar de interrogarse. O alguien puede decir ‘sigan ustedes charlando y yo me tomo todas las pastillas del mundo’. Bueno, son decisiones que tienen que ver con lo que quiere saber cada uno de sí mismo”.
Como en cuestión de sexualidad no hay reglas, no se las vamos a poner nosotras. ¿O acaso no se ha repetido hasta el cansancio “sobre gustos no hay nada escrito”, “cada maestrito con su librito”, “que cada uno haga de su culo un pito (o de su clítoris una ortiga)”, “a buen sueño no hay mala cama”, “el que por su gusto corre nunca se cansa”, “no hay bonita sin pero ni fea sin gracia”, “cuando la mula es parca aunque le pongan el aparejo”...?

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