Vie 24.01.2014
las12

ENTREVISTA

Delicias de la vida cotidiana

Psicóloga y periodista, Liliana Hendel supo cultivar un perfil propio en pantallas con gran llegada al público, aportando la perspectiva de género para desnaturalizar tanto las noticias policiales como aquellas que describen la vida cotidiana de las personas. De su mano, la agenda feminista se mantuvo en el aire. Hasta que se quedó sin pantalla. Luego de dos años de silencio, en febrero vuelve al noticiero del mediodía, ahora en la Televisión Pública.

› Por Luciana Peker

Aun en decadencia, la televisión abierta sigue imponiendo su propia agenda. Se instala en la mesa familiar, propone una ventana al mundo –a cierto recorte del mundo, claro está– y puede imponer una manera de mirarlo. Liliana Hendel lo sabe. Y también sabe cómo abrir grietas para que otras maneras de mirar se instalen en la pantalla. Periodista y psicóloga Hendel empezó en los ’80 en Buenas tardes, mucho gusto con Ana María Muchnik, compartió espacio con Patricia Miccio en Utilísima y se hizo conocida en los mediodías de Canal 13, a partir de 1997, junto a Santo Biasatti (por el que estuvo nominada a los premios Martín Fierro) y en su programa de TN La noticia en casa.

Logró popularizar el lenguaje con perspectiva de género y la agenda feminista. Su tono claro y enfático, su perfil alto (“¿por qué las mujeres no podemos tener perfil alto?”, increpa), su mixtura entre curiosidad y conocimiento, firmeza en la opinión y sensibilidad en las entrevistas la colocaron en un lugar clave para imponer temas vedados como aborto, violencia, abuso sexual y femicidio. Ella fue pionera en decir lo que casi nadie decía. Y, como dicen, traspasó la pantalla. Sin embargo, después de irse del 13 y TN y de un breve paso por Telefe, estuvo alejada –y callada– de las pantallas por dos años.

La ausencia terminó. En febrero vuelve por la Televisión Pública, en el noticiero del mediodía, con una columna de género y sociedad, que implica una apuesta a consolidar la experiencia de traspasar la pantalla con mucha más responsabilidad. Por ejemplo, durante este tiempo se convirtió en una de las coordinadoras de la campaña “Sacale tarjeta roja al maltratador” que fue apoyada por el Consejo Nacional de las Mujeres. Antes, de violencia de género no se hablaba, ahora se habla por moda y sin especialistas, según monitoreó el Observatorio de la Discriminación en Radio y Televisión. Fue elegida como una de las tres coordinadoras mundiales de la Red Internacional de Periodistas con Visión de Género. Ella cree que dentro de la precarización del oficio, las comunicadoras feministas sufren todavía más la precarización. Además sostiene que la cuestión de género es planetaria. “Por supuesto que no es lo mismo que te lapiden o te saquen el clítoris a que te paguen menos por el mismo trabajo, pero sí hay un problema global”, enfatiza. Pero no se rinde a la queja y disfruta de todos los espacios. Por ejemplo en la conducción de un programa radial más casero como Lunes otra vez, por FM Identidad.

Su experiencia concreta en el terreno le aportó mirar de cerca la realidad de las víctimas de violencia de género. Por eso, refuta algunos lugares comunes y asegura que los espacios para que las mujeres maltratadas se escondan fracasaron: “Creo que los refugios no dieron el resultado que se esperaba. Hay que cambiar el paradigma. En los refugios deben estar los violentos y no las violentadas con sus hij@s. No deberíamos mirar para otro lado en un tema que se lleva puesta la vida de las mujeres y la psiquis y, a veces, también la vida de hijo/as”.

A la vez, hace un reclamo específico por el espacio de periodistas con visión de género –entre las que rescata como precursoras a Luisa Valmaggia, Liliana Daunes, Mariana Carbajal, Silvina Molina, Marta César, Myriam Arancibia, Susana Yappert y Lisa Barris– para que se cumpla con el compromiso de Beijing en cuanto a la obligación de los Estados de incorporar la perspectiva de género en los medios estatales.

¿Cómo es tu vuelta a la televisión?

–Es una vuelta feliz, deseada, trabajada, y que tiene que ver con muchas/os compañeras/os que se propusieron que yo volviera a la televisión abierta y a la estructura de un noticiero. Por ahora, empieza el 4 de febrero todos los martes, con muchos proyectos. Voy a hablar de género, de sociedad, de salud, de la vida, de las cosas que nos pasan. La sección va a responder a la pregunta “¿qué nos pasa?”. También puedo tratar, junto con Emilio Ruchansky, que hace judiciales y policiales, el mismo tema con distintas miradas. Me da mucho placer porque sigo siendo una militante. Una milita los derechos humanos de las mujeres desde el lugar en el que esté: escribiendo, capacitando, dando charlas o tomando un café con una amiga. Hay algo que ya es parte de tu piel y de tu mirada y no podes no ver determinadas cosas. Y es importante poder compartir esto que ves en un medio de difusión masivo. Por otra parte, muestra el compromiso de este Gobierno, más allá de las imperfección y dificultades que por supuesto existen. Pero también la convocatoria para incluirme en el noticiero tiene que ver con una propuesta donde los derechos humanos de las mujeres están siendo tenidos en cuenta.

¿Cuál es tu estilo característico?

–La mirada sobre lo cotidiano. En El noticiero de Santo, que fue una etapa muy maravillosa, mi columna inicial se llamaba “Asuntos de familia” porque apoyada en mi formación de psicóloga lo que hacíamos era incorporar la perspectiva de género que no tiene sólo que ver con la violencia de género, el femicidio y la lucha por el aborto. La verdad es que cualquier asunto de familia requiere de una mirada de género para desnaturalizarlo y entenderlo como una construcción social que además cambia con el tiempo. La familia no es esa postal, como dice Irene Meler, donde hay un niño, una niña, una mamá, un papá, un gato y/o un perro y un chalecito atrás. Esa postal poco tiene que ver con la realidad de la vida cotidiana de las personas. Estoy muy feliz de volver a la Televisión Abierta con esta mirada porque a mí me parece que la vida cotidiana tiene que estar en el mundo de las noticias. A mí me importa mucho más la vida cotidiana que el valor del Merval. Hay una mirada patriarcal en considerar que la suba de las acciones son importantes y no son tan importantes otras cosas que nos pasan. La idea es armar equipos con quienes producen. También, por ejemplo, Mariana Carbajal y yo hacíamos un equipo implícito, antes que ella llegara a la pantalla. O las redes con organizaciones como La Casa del Encuentro. Además de nacionalizar temas que suceden en Misiones o Neuquén.

¿Cómo empezaste en la televisión?

–Yo empecé en la tele cuando recién me recibí de psicóloga en Buenas tardes, mucho gusto. Estaba Ana María Muchnik, que es una maestra, y Marta Merkin. Aprendí mucho ahí.

Era un programa para la mujer, con cocineras como Choly Berreteaga, que abría la puerta a otra mirada sobre la mujer...

–La que abría esa puerta era Irene Meler, que estuvo antes que yo. Ella me invitó a participar de un panel y después, en la medida que Irene fue dejando la televisión, empecé a entrar yo. Mi primera formación es en el área materno-infantil y comencé hablando de maternidad con este discurso tan irruptivo, sobre todo para un medio, en los finales de la dictadura, sobre que el instinto maternal no existe, que la maternidad es un vínculo que se construye y que no hay nada biológico que te obligue a amar ni a ser amada por eso que pariste que luego puede, o no, convertirse en un hijo o en una hija. Era un quilombo.

¿Te criticaban?

–Sí, un destino inexorable es que te aman o te odian.

¿Cómo siguió tu carrera?

–Estuve muchos años en Utilísima con Patricia Miccio. Y, en 1997, para el noticiero del mediodía del 13 estaban buscando a un Mario Socolinsky y me invitan a participar de un programa a hablar de menopausia con Santo Biasatti. Yo estaba lejos en ese momento de la menopausia (se ríe), pero nuestra tarea siempre fue desnaturalizar aquello que la sociedad ha incorporado como lo natural y las mujeres padecemos lo natural mucho más que los varones. Yo decía que las mujeres pueden transitar esa etapa de la vida con felicidad. Y, de hecho, ahora, creo, también por una cuestión generacional, que las mujeres de sesenta tenemos que tener un lugar en la televisión que no sea el de la jubilada que cuida a los nietos y nietas. También hay que mostrar la lucha contra el ideal que se nos impone de una estética que sólo la podés sostener a fuerza de intervenciones estéticas y gimnasio diario.

¿Te quedaste en el noticiero del 13 a partir de esa primera columna?

–Me quedé doce años en el noticiero del 13 y esa columna “Asuntos de familia” pasó a ser diaria. Por ejemplo, cubrimos la crisis del 2001 con el fuerte movimiento del trueque y las mujeres saliendo a la calle a cubrir espacios. Fueron momentos de mucha felicidad. Siento un profundo agradecimiento a Carlos de Elía (gerente de Noticias de Canal 13) sobre todo porque nunca nadie me dijo “de esto no hables”. Los pañuelos verdes de la Campaña por el Aborto Legal, Seguro y Gratuito, los Encuentros de Mujeres salieron por el noticiero del 13. Eso como periodista feminista lo tengo que valorar más allá de cuestiones políticas partidarias y de la ley de medios. La posibilidad de iniciar estos temas en un noticiero que era el de mejor rating y que se replicaba en TN permitían que la agenda tuviera mucho impacto. Hemos recorrido un largo camino. Ya se ha instalado el término femicidio y ya nadie habla de crimen pasional.

¿Cómo fue tu propia evolución hacia la mirada de género?

–Lo personal es político. Mi primer embarazo fue de mellizos y había algo del discurso de la maternidad que me hacía mucho ruido. Después, yo soy una mujer muy afortunada y tuve suerte de tener maestras maravillosas en la vida: Eva Giberti, Mirta Videla, Irene Meler. Fui escuchando cosas que no eran las que había aprendido en la facultad, sino todo lo contrario. ¡Yo tenía mellizos y quería dormir, no me sentía completa por la maternidad! Después me fueron llevando las propias mujeres que me llamaban para contarme lo que les pasaba. Por ejemplo, Candela González, de la Asociación Víctimas de Violaciones (Avivi), Mónica Cortinez de la asociación SOS Niños por el tema de abusos sexuales infantiles y Romina Tejerina. Las mujeres que no eran escuchadas en otros espacios como la policía o una Justicia claramente misógina y patriarcal sentían que en la tele alguien las podía escuchar. Yo fui creciendo feminista de la mano de las mujeres que me tuvieron confianza y me contaban lo que les pasaba y me pedían que las ayudara. Y la cámara tiene un poder de tal magnitud que produce que, de pronto, un expediente cajoneado tiene patitas y empieza a estar viabilizado. Las periodistas y las productoras de la televisión funcionamos como puente. Yo era una psicóloga feminista más académica y el contacto con las mujeres a las que les pasan cosas me dio la oportunidad de ser visceralmente feminista.

¿Cuál es el tema más difícil de tratar?

–El Síndrome de Alienación Parental (SAP). Nosotras avanzamos mucho en visibilizar la violencia física contra las mujeres y estamos trabajando mucho en visibilizar las otras violencias a las que estamos sometidas las mujeres por nuestra condición de mujeres. Eso ya lo echamos a rodar. Creo que el tema que viene es abuso sexual infantil que está profundamente invisibilizado, considerado como menor y marginal por los noticieros, negado por la Justicia y con un lobby muy fuerte, que he padecido, de los poderosos que sostienen el síndrome de alienación parental y que los niños mienten. Hay muchos que miran para otro lado porque no saben qué hacer con lo que ven. Y una tiene que decir que podemos mirar porque hay algo para hacer.

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