VISTO Y LEIDO II
La ilustradora argentina Martina Flor vive en Berlín y se nutre de aquí y allá para narrar historias mínimas en lápiz, papel y (pocas) pero filosas palabras.
› Por Laura Rosso
Contar lo mínimo e indispensable: “Mimí conoció a Paco en sus vacaciones. Lo amó profundamente durante un mes”. “Sol ama a Julia, pero está harta de que ella le use toda la ropa.” Contar –posiblemente– esa parte que no se quiere contar: “Silvana y Mario son pareja. Se los ve muy bien. Se llevan para el orto.” Contar –tal vez– un secreto o un desliz: “Ramona quiere probar el sexo de a tres. Sin su marido”. “Luis tiene ojos para una sola mujer: la de su mejor amigo.” “Oscar está casado con María. Se pregunta cómo sería su vida con un buen chongo.” En definitiva, encender la chispa en la imaginación del lector. Eso hace Martina Flor en 101 casi historias –novelas inconclusas sobre parejas– editado por Del Nuevo Extremo. Un libro pequeño en sus dimensiones pero que abarca en gran medida el amplio horizonte de combinatorias de parejas posibles. Y donde cada casi historia va acompañada de su dibujo.
El momento en el que Martina decidió editar este libro determinó para ella un contexto, le dio un marco a su propio trabajo. “Seleccioné, corregí y organicé todas las historias que tenía escritas en libretas, en papeles sueltos y en mi teléfono. Empecé a dibujar personajes para algunas de ellas, agregué texturas, elementos y perfeccioné los dibujos. El trabajo de hacer un libro está bastante alejado del imaginario de la creación, en donde una se sienta a mirar el horizonte y a crear. Es trabajo duro y constante; a veces más cercano a la producción que a la creación”, cuenta la autora desde Berlín, su lugar de residencia y donde además de dedicarse a la ilustración trabaja como tipógrafa. A renglón seguido agrega: “¡La cotidianidad es lo único que conozco! Y la realidad tiene esas pequeñas miserias, esos dramas secretos y esas alegrías mínimas, que vivimos en carne propia o a través de amigos, amigas y familia. Creo que tiene que ver mucho con la observación pero más que nada con ser consciente de las experiencias personales: desamores, alegrías, miedos míos y de mis amigas, cuestionamientos, prejuicios. Por eso digo que me inspiran los miedos reales y no los dramas griegos, las alegrías cotidianas más que los viajes a Disney.”
Este libro es el segundo de la serie 101 casi historias. El número uno fueron las novelas inconclusas sobre gente común, que se conoció en el 2011 y en el que Martina aborda un sinfín de personajes distintos. Ahora, el tópico elegido son las parejas. “El primer libro fue más difícil de idear porque no sabía que lo editaría como libro, de manera que no había estructura ni tema. Eran historias inconexas. Ahora, me decido primeramente por un tópico, como ‘parejas’. Eso me permite concentrarme en alguna parte de la realidad, en recordar ciertas cosas, poner el foco en algo. Luego viene un tiempo intenso en donde mis ideas surgen sólo en esa dirección y se me ocurren historias sólo relativas a eso.”
Martina cuenta que es muy feliz con la vida que construyó en Berlín, ciudad a la que llegó después de haber vivido en Barcelona (donde arribó en 2008 con una beca para hacer un posgrado en diseño) y en Holanda. “Venir a vivir a Berlín fue muy intuitivo. No conocía realmente la ciudad como para decidirlo. Es una ciudad fantástica, un lugar perfecto para desarrollar mi trabajo. Por supuesto que el lugar que encontré es una construcción mía, porque si lo analizo racionalmente no elegiría vivir aquí: el clima, la lengua, la lejanía con la familia. Pero también Berlín es una ciudad lo suficientemente abierta y cosmopolita para recibir distintas culturas y formas de hacer. De hecho, el encanto radica en ese menjunje.” De los años vividos en nuestro país, Martina conserva recuerdos de todo tipo. “Nací y me crié en Barracas, de manera que mis formas de hacer, mi manera de vivir las cosas, mi humor son muy argentinos, apelo a la ironía y a ese imaginario cultural del que me nutrí. Desde allí trabajo, y probablemente eso tenga un valor agregado. Para mí haber nacido y crecido en Argentina no es el pasado sino una parte más de mi presente.”
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