Vie 24.01.2014
las12

PERFILES > BEYONCé

Provócame

› Por Roxana Sandá

Rapidísima. Cuando todas las stars del pop se deshacen en campañas de difusión megamillonarias, ella prefiere hacerle una verónica al asunto y subir a iTunes su quinto disco, un álbum visual con 14 temas y 17 videos fundidos en un fan pack de 17 dólares. Sin anestesia, encapsulada en contratos de confidencialidad ultrasecretos, lanzó su último disco, Beyoncé, una jugada maestra desde lo experimental, pero también desde el tono intimista que eligió para ¿chicanearles? los reclamos eternos de fanáticxs y detractorxs. Y la mujer de ébano, aquella ex pispireta de Destiny’s Child, da a entender una vez más que pateará el tablero afilando bastante la lengua y polemizando sobre sexualidad y su visión del feminismo “real”.

Fuerza es decirlo, a “Mrs Carter” (uno de sus seudónimos fetiche de las últimas giras) suele diseccionársele cada frase que pronuncia como si fuera una rana en mesa de laboratorio, con fervor analítico que nunca se les exigió a Britney, Madonna ni Lady Gaga; ni siquiera Björk en sus mejores épocas tuvo que soportar teorizaciones de sus melodías. Pero la gran “B” tiene espalda ancha y caderas firmes: es un tótem inaugural no sólo en estrategias de mainstream, también en su manejo esquizo de la teoría feminista, fotografiándose en ropa interior para GQ y al mismo tiempo denunciar que “la igualdad de género es un mito”. Sólo googleando “Beyoncé+feminismo” se obtienen 3.770.000 resultados. Es cierto, la relación de la dama con los movimientos de mujeres suele expresarse por lo menos complicada entre tantas idas y vueltas, pero su último álbum se convirtió en un gran bidoncito de nafta sobre el fuego.

“Beyoncé significa mucho para nosotras. Nos motiva en varios frentes: sobre el deseo y la belleza, la política del color de la piel y el acceso a ser la escogida y a ser la chica guay”, sintoniza una de las fundadoras de Crunk Feminist Collective, la investigadora afroamericana Brittney Cooper, para Salon. “Debido a que las representaciones de la subjetividad femenina negra son tan ínfimas en la cultura pop, el mainstream no es consciente de que también nos preocupa esta clase de mierda. Las nerds están resentidas con las chicas guapas y populares. Crecimos para convertirnos en feministas hermosas, para criticar el patriarcado y desafiar el deseo. Y cierta petulancia nos hace decir que la niña bonita que se lleva al chico puede tener todo eso, pero no puede ser radical. El solo hecho de que Beyoncé quiera serlo significa que se ha salido del camino establecido y los caminos que se escogen importan mucho.”

De cuánto pesa su perspectiva discográfica a futuro se nota en temas como “Blow”, cuando recomienda que el placer sexual tendría que ser recíproco, y en “Mine” al sostener que maternidad y relaciones amorosas no resultan combinaciones fáciles. O en “Flawless”, insistiendo en que una debería “ser más que la esposa de alguien”, este último con frutilla de torta incluida: el audio incluye un discurso de la activista Chimamanda Ngozi Adichie, invitada de lujo en las charlas TED cuando se quiere hablar de feminismos.

Acaso Mikki Kendall, la crítica estrella de cultura pop para The Guardian, volvió a poner los puntos sobre las íes en algunas cuestiones básicas del show business norteamericano y su mixtura inclasificable con cuestiones más profundas. O al menos más polémicas.

“Este disco deja claro que el feminismo no es académico: no va de tendencias o etiquetas. Simplemente, forma parte de ella (Beyoncé) como cualquier otra cosa en su vida. Es promujeres sin ser antihombres, y quiere que el mundo sepa que podés ser feminista en tu vida personal sin sacrificar emociones, amistades o diversión. ¿Es éste un mensaje que gustará a todos? No. Pero, al fin y al cabo, nadie espera que cualquier otro mensaje feminista sea aceptado unilateralmente ¿no?”.

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