Magda Szabó (1917-2007), sin parentesco con el director húngaro que nos ocupa, István ídem, es una escritora de narrativa, ensayos y poesía. Esta película está basada en la novela del mismo nombre, que es una de sus obras más reconocidas aunque no tan popular como Abigail, de 1970, que fue llevada a la televisión como serie en 1978. The Door transcurre en un país todavía marcado por los efectos de la guerra, que no son tratados con detalle en la película, casi como si fueran tan conocidos por los húngaros que alcanza la tangente mención o cierto detenimiento puntual políticamente correcto y necesario. Desde el asedio de Budapest y la invasión nazi hasta la vida cotidiana bajo el control comunista están en el pasado y en el presente de los personajes, pero también están sus circunstancias más personales en el círculo estrecho donde se enfoca esta relación. Una cuadra en los suburbios de Budapest es el punto de encuentro. Y la mujer intelectual, el personaje de la escritora, que inevitablemente hace eco en Magda, necesita del servicio de alguien que la ayude con las tareas de la casa para poder escribir tranquila. Y éste es uno de los asuntos que la película llega a plantear, si bien navega en las aguas de la novela como una lancha loca que va saltando para avanzar en la marea cruzada: el trabajo invisible de una por el reconocido públicamente de la otra. Mirren, que interpreta a Emerenc, la mujer campesina, parca, empecinada y directa, se encarga de señalar incongruencias o importancias que la escritora parece pasar por alto, como si actuara llevada por las exigencias de la profesión que eligió y por la que quiere trascender, por complacer a su marido, o por cuestiones políticas que no se alcanza a entender del todo cómo la comprometen, mientras Emerenc tiene todo el peso de su pasado como una prueba única acerca de lo que es importante y lo que no.

Los tonos de actuación por momentos parecen desentonar entre sí (las dos actrices principales son extranjeras y el resto del elenco es húngaro), así como la superposición de miradas que reúne el film. Estamos ante un hojaldre de puntos de vista del que nos es ofrecida una porción aislada, pero esa porción hace su contribución en una posible gira atropellada pero sustanciosa por el universo femenino: la diferencia entre las que hacen y las que mandan a hacer, la superación de situaciones traumáticas, el cuidado de los demás, las diferentes formas de demostrar el amor, el derecho a terminar con la propia vida y cómo a veces salvar a alguien puede resultar una traición. Tal vez uno de los méritos del film, con tantos temas filosóficamente “pesados” caminando por el delgado hilo de una relación entre dos mujeres, sea que no deja finalmente ningún cabo atado y puede que sea un mérito de Helen Mirren otorgar a su personaje una suerte de ambigüedad tan humana que no se impone nunca sobre el otro personaje, aunque todo intenta llevarla hacia el lugar de aleccionadora. Anuncios publicitarios de la película ponen énfasis en un secreto guardado o en lo que hay detrás de la puerta, no es necesario crear esa expectativa, hasta es posible que eso le reste mérito. Es cierto que la novela se llama La puerta, pero en este caso la puerta sería el límite entre las personas. En la casa de la escritora la puerta parece estar siempre abierta para Emerenc, pero esta habilitación no es recíproca y en ese sentido la puerta es algo importante en la relación y lo será en el final. Aunque se trata más de una cuestión de prioridades y valores que de límites. En definitiva, ni se alejan ni se acercan estas dos vidas, exactamente como sucede en las vidas paralelas, donde los unos y los otros habitan en dos veredas enfrentadas.