MúSICA
La española Ana Belén llega a la Argentina para presentar A los hombres que amé, disco tributo a los compositores que acompañaron su carrera. Sobre el espectáculo, su militancia en favor del aborto y momentos clave de su extensa carrera, habla con Las12.
› Por Guadalupe Treibel
Aunque experimentada en las lides de ser artista y resistir con cada intento, la inquieta y ávida Ana Belén no se acuesta entre los laureles que ha recogido tras décadas de carrera. Como cantante, actriz y realizadora, alcanza con echar un vistazo a su hoja de ruta para comprender que la consagrada madrileña no se ha quedado quieta ni un solo instante, entre discos, obras de teatro, películas, programas de tevé... A tal punto que cualquier resumen sería en vano, de tan arbitrario y parcial. ¿Habría que comenzar por sus primeros pasos como niña prodigio en los ’60, siendo cantora en emisoras radiales y detentadora de otro nombre, el de Mari Pili Cuesta? O mejor: ¿por su debut cinematográfico con sólo 13 años? O, tal vez, ¿por su primera obra de teatro –El cerco de Numancia, de Cervantes– a los 15? “Tras más de cuarenta años de profesión, su carrera artística cuenta con más de 40 películas, una veintena de obras de teatro y más de treinta y cinco discos”, subraya su bio oficial, y los números hablan por sí mismos. Lo que no completan, eso sí, es su compromiso con cuanta causa justa se le atraviesa: aborto y violencia de género, entre ellas.
Ello no quita, por supuesto, que la española haya querido homenajear a los autores varones que marcaron su música: 14 autores con los que compartió canciones y momentos gratos. Y cuyo sentido homenaje dio origen al disco A los hombres que amé y su correspondiente espectáculo, que lleva dos años girando por distintas latitudes. Ahora, de visita en Argentina, la dama hará lo propio para el público local: poner su reconocido sello vocal a temas de Serrat, Fito Páez, León Gieco, Víctor Manuel (su marido de tantos años), entre otros. Pero antes comparte unas palabras con Las12 para hacer lo imposible: abarcar algunos de los hitos que la han convertido en figurón de la cultura española.
En esta nueva visita a la Argentina regresás con A los hombres que amé, un espectáculo con probados laureles: cinco noches consecutivas en el Teatro Español de Madrid, disco de oro en España...
–Pues, sí, tanto al disco como al show les ha ido muy bien. Aquí en España hemos estado prácticamente dos años con toda la gira, ha gustado mucho. Pero, mira, es un espectáculo muy sencillo. La manera en que el director, José Carlos Plaza, lo montó ha potenciado mi parte teatral y la teatralidad de las canciones porque, como él dice, “cada uno de los temas es una pequeña pieza teatral”. Y vale: sí que es verdad, y así los afronto yo. Pienso que la gente agradece la manera de explicar algunas canciones, qué me unió a ese autor, cómo fue que la grabé... Se les hace muy cercano, y eso funciona muy bien. Yo misma, como público, agradezco cuando ocurre con otros artistas. Pero te digo: es muy sencillo; el valor está en la música, tan potente, tan estupenda...
¿Cómo surge la idea de homenajear a estos catorce hombres queridos, Joan Manuel Serrat, Pablo Milanés, Luis Eduardo Aute y Fito Páez, entre ellos?
–Surge desde hace tiempo, porque ¡ya van siendo muchos los años que llevo dándoles la lata a la mayoría de ellos! (se ríe). Y es que, cada cierto tiempo, los llamo y les digo: “Ay, voy a grabar un disco, ¿no tendréis por ahí una cancioncita para mí?”. Y ellos, tan generosos como siempre, me siguen confiando sus composiciones. Estas son cosas que, poco a poco, vas macerando y, cuando maduran, sientes que era algo lógico dentro de una carrera tan larga como la mía. Era lógico y necesario que, en algún momento, les agradeciera públicamente ya no la generosidad sino el cariño que me han demostrado a lo largo de los años. Cariño que, en muchos casos, ha traspasado la frontera del escenario y se ha vuelto amor de amistad, de familia. Se los debía.
Entre los agasajados, incluís a Chico Buarque y su tema “A banda”. Ya que es un favorito personal, me tomo el atrevimiento de preguntarte cómo lo conociste, cómo fue trabajar con él...
–Ay, ¿sabes? Chico también es un favorito mío... A él lo conocí en el año ’82, cuando fui a Brasil a grabar un disco de canciones brasileñas y juntos hicimos “Noche de máscaras”, poniendo la voz al mismo tiempo. Recuerdo que, al llegar a España, hice una escucha y comprendí que ¡tenía que volver a grabarlo! Porque para mí fue tal el shock de estar en su presencia que, mientras cantábamos, estuve todo el tiempo mirándolo, de no creérmelo. Entonces tuve que volver a meter mi voz en solitario para que no se me notase el alelamiento, el atontamiento que tuve mientras estaba a su lado. Es un hombre tan amplio, un escritor tan bueno... ¡Hasta novelas maravillosas ha escrito el tío! No en balde ha hecho esas letras tan sensibles y especiales, donde muestra un lado femenino muy acusado, de saber ponerse en el lugar de las mujeres. A nosotras nos resulta muy cercano. Y, en lo personal, me ha hecho pasar buenísimos ratos; él, generosísimo, amabilísimo, lleno de sentido del humor y, como dice una amiga, ¡guapérrimo!
Hablando de artistas con sensibilidad a flor de piel, hablemos de Federico García Lorca. En 1998, recogiste canciones y poemas populares del poeta y los editaste en un disco doble llamado Lorquiana...
–Si ese trabajo no es el más bonito que he hecho, sin duda es uno de ellos. Aunque, en verdad, el adjetivo es otro: pleno. Es uno de mis trabajos más plenos. Rafael Alberti, que le conoció, nos contaba que cuando Federico entraba en una habitación era como si se encendiera una luz. Con todo eso que escribió, no me cabe duda de que fue alguien especial: un pianista excepcional, un músico con unas dotes fuera de serie... Todo Lorca era arte. Y luego, esa historia que arrastra, la de su muerte; ese truncarle la vida a una persona tan exuberante. Su asesinato acabó siendo símbolo de una época triste y vergonzosa para España.
En muchas ocasiones te has pronunciado críticamente respecto del franquismo. ¿Crees que, a través de la música, se puede generar conciencia?
–Pues, mira, yo no he intentado nada. Yo sólo he hecho las cosas que a mí me motivaban, las que me emocionaban. Eso es lo que trato continuamente: recrear el momento en que las cosas me golpean de forma instantánea, sea como actriz o como cantante. Trasladar esa conmoción que te produce, esa primaria, primigenia emoción.
Para la libertad
Contame, entonces, de la conmoción que ha generado en España la ley que, como tantos han denunciado, “huele a épocas franquistas” y que implica tremendo revés para la libertad de las mujeres...
–Te refieres al tema del aborto, a la regresión que vivimos...
Exacto. A la regresiva reforma impulsada por el ministro de Justicia Alberto Ruiz-Gallardón, aprobada por el gobierno de Rajoy, pendiente de trámite parlamentario y señalada como “la más restrictiva desde la democracia” por el diario El País.
–¿Qué quieres que te diga? Yo hace 30 años salí a manifestarme a la calle en favor del aborto como muchas mujeres y resulta que ahora nos hemos vuelto a ver todas en la última manifestación, que fue masiva y llenísima de mujeres y de hombres, de gente de todas las edades. ¿Quién me iba a decir que, treinta años después, me vería en la calle otra vez, manifestándome por lo mismo? Es una barbaridad; una cosa increíble... En este momento, las mujeres estamos tuteladas ¡cómo si no supiésemos pensar por nosotras mismas, como si no supiésemos qué es lo que queremos! Sólo falta que volvamos al tiempo del dictador, pidiendo permiso a nuestros maridos para sacar una cuenta en el banco o solicitar el pasaporte. Es tremendo, tremendo, tremendo. Son pasos que se dan hacia atrás, que hacen que te preguntes: ¿Esto cómo es? ¿Por qué a las mujeres? Ahí está la Iglesia, presionando tantísimo.
Fuiste una de las 1150 mujeres españolas de la cultura y las ciencias en firmar un manifiesto en contra del anteproyecto de Gallardón, junto a Rosa Montero, Elvira Lindo, Aitana Sánchez-Gijón... También manifestaste tu apoyo al Tren de la Libertad, que viajó de Asturias a Madrid el 1º de febrero para presentar un escrito en el Congreso de Diputados.
–Pues sí, y fuimos miles y miles los que nos acercamos a la estación de Atocha a esperar a esas mujeres que venían desde Asturias. La manifestación fue multitudinaria, impresionante. Muchos se sorprendieron de que fuéramos tantos...
No es la primera vez que te expresás respecto de este tema. En 1979, de cara a un juicio en Bilbao contra 11 mujeres por haber interrumpido sus embarazos, firmaste un documento solidario y valiente titulado “Yo he abortado voluntariamente”, donde ponían el gancho “conscientes de las consecuencias y repercusiones penas que nos puedan reportar”.
–Lo recuerdo. Y recuerdo que nos llamaron de todo. Todo lo peor que te puedan llamar. Y aquí estamos de nuevo, como en la época de la transición. En aquel entonces, te avisaban de un momento a otro y allí tenías que estar, porque todo se sucedía rápidamente. Y todo se iba arañando, consiguiendo. Nada se nos regaló: por todo peleamos, todo lo arañamos.
No es la única lucha noble a la que has adherido, artística o personalmente. También te has pronunciado contra la violencia de género...
–Sí, incluso hice una obra de teatro llamada Defensa de dama en el año 2002, escrita por dos autores –Joaquín Espinosa e Isabel Carmona– en base a un estudio realizado sobre varias mujeres maltratadas de la comunidad valenciana y sus testimonios. Fue una experiencia fuerte, tremenda.
En aquel entonces declaraste que, aunque la sociedad española parecía estar sensibilizada, “la avalancha de datos sobre el tema lleva a que se acostumbre a ellos, igual que al horror o la masacre”.
–Y es una putada. Mira, cuando fuimos a hacerla a Barcelona durante un mes, vinieron a vernos mujeres que estaban de acogida en una casa, absolutamente anónimas y escondidas. Y es que pierden hasta la identidad... Las que han conseguido salvarse tienen que andar sin nombre para que sus torturadores no las encuentren y las rajen ahí mismo, en el portal o la calle.
Cambiando de tema, Cómo ser mujer y no morir en el intento (1991) fue tu debut y despedida como directora de cine. ¿Has pensando en volver a dedicarte a esa tarea?
–A decir verdad, no. Me encantaría poder decirte que sí, pero es que están las cosas tan complicadas aquí, en el mundo cinematográfico, que va a ser difícil durante un buen tiempo. Al recordar esa incursión, pienso: “Caray, no fue tan mal la experiencia y fue una película que gozó de bastante éxito y fue bien de público; que no quede como un paréntesis en mi vida”. Pero estando tan complicada la industria, tampoco voy a venir yo ahora con el antojito de hacer un film. Si los que sí son directores de cine (yo no me considero tal) y llevan una carrera y un bagaje detrás de ellos, lo tienen complicado...
Hablemos de tus inicios como actriz de cine. Si bien debutaste a los 13 años en la película infantil Zampo y yo, tu segundo film –siendo ya adulta– fue una producción del interesantísimo Roberto Bodegas, Españolas en París (1970), donde ya problematizaba sobre la inmigración...
–En aquel momento, Roberto Bodegas hizo abrir lo que él llamaba “la tercera vía”, un tipo de cine que no era el cine de más consumo ni el cine de arte y ensayo, que se veía muy poco y se hacía de manera experimental. Pero esta tercera vía se agotó inmediatamente porque vino la transición y todo el mundo empezó a hacer las películas que realmente quería hacer –buenas, regulares y malas, como en todo–. Pero Roberto sí me dio la oportunidad de, por lo menos, entrar en el cine por una puerta en la que me sentí muy cómoda y muy confortable. Y fíjate: con un tema que sigue teniendo vigencia como el de inmigración. El film trataba sobre españolas que se iban a París, dejando a sus padres, sus hermanos, sus amigos –algo reconocible hoy día–. Llegaban a una sociedad tan abierta y se pasaban la vida viajando en metro porque allí se sentían protegidas; las calles les daban miedo pero ¡el metro se lo conocían de punta a punta!
Has actuado en decenas y decenas de films. ¿Hay alguno que recuerdes con más cariño?
–Hay muchas películas que quiero tantísimo. Desde La corte del faraón hasta La casa de Bernarda Alba, de Mario Camus, que habíamos hecho antes en teatro y luego se filmó en el ’87. Después, La pasión turca, El amor perjudica seriamente la salud... Me estoy dejando muchas en el camino.
Entre el cine, la música y el teatro, no te has quedado quieta ni un minuto. Lo que se dice, una gran trabajadora.
–Trabajadora sí que he sido. No sé si he acertado mucho a lo largo de mi carrera, pero sí que he insistido, ¿eh? (se ríe). Y todavía intento que me siga sorprendiendo mucho todo; malo será el día en que no me sorprenda, que no me arriesgue en lo personal y lo profesional. Me parece que esta profesión conlleva un alto riesgo, algo estupendo que hace que nunca te acomodes y estés siempre dudando. Porque lo mejor que te puede pasar en esta profesión es dudar. Dudar de si estás acertando, si has elegido bien, si tal emoción es la adecuada... Es una constante en los actores.
Habiendo comenzado tan de niña, ¿dudaste alguna vez de tu profesión?
–De esta profesión sí que no he dudado. Lo tengo –y lo tuve– siempre clarísimo. Mis energías están puestas en esto, me apasiona lo que hago. Soy una persona con mucho tesón y asumo los riesgos que tiene este oficio.
Ana Belén presenta A los hombres que amé hoy, 7 de marzo, en el Teatro el Círculo, Laprida 1235, en Rosario, y mañana, 8 de marzo, en el Teatro Gran Rex, Av. Corrientes 857, Capital Federal. Entradas en venta por Ticketek al 5237-7200. Además, el 9 de marzo ofrecerá el show en el Teatro Argentino de La Plata, Calle 51 e/9 y 10. En venta por TuEntrada.com al 5533-5533.
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