PERFILES > INTI MARíA TIDBALL-BINZ
› Por Flor Monfort
El acoso callejero es una forma de violencia, una de sus formas más naturalizadas, disfrazada con el encanto de los halagos. A tal punto que el jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires se permite decir que a las mujeres nos gusta que nos digan qué lindo culo tenés. El mismo día en que se lo dijo Mauricio Macri a una radio de Ushuaia (y como quien dice algo relajado, mientras se llena el bigote de la espuma del café de Starbucks) se hizo una selfie y las redes sociales explotaron el debate que una vez más se resignifica: por qué cuesta entender que los piropos son una forma de abuso, de ese que manda que una mujer escotada es una provocación digna de ser ajusticiada, mientras un tipo en cueros es, simplemente, un tipo en cueros.
Bien lo sabe Inti María Tidball-Binz, quien hace cuatro años coordina Atrevete Hollaback Buenos Aires, un espacio de visibilización del acoso callejero, con decenas de testimonios que dan cuenta de ese sentimiento difícil de poner en pocas palabras. Porque el “valor” que suma una mujer por estar “buena” no la excluye de los números de violencia, ni una mujer por estar buena se siente naturalmente bien (y una que no entra en los mismos parámetros se siente naturalmente desubicada, aunque la calle intente gritarle lo contrario) y porque sentirse bien por un piropo no tiene nada de malo pero es difícil encontrar a alguien que alce los brazos al cielo para decir gracias cuando le dicen “te voy a llenar la cara de leche” o “te voy a romper el culo a pijazos” por nombrar dos célebres dixit de las calles de la ciudad que Macri gobierna. Y aunque así fuera, es el reverso de esas oraciones lo que está en cuestión: cuerpos disponibles que circulan siendo observados hasta el detalle, siendo responsables tanto de generar atracción como de causar repulsión. En cualquier caso, quien porta el cuerpo observado siempre se lleva el certificado de la culpa, de gustar hasta el delirio, de provocar rechazo hasta la arcada. ¿Qué más da?
La frase de los pijazos empezó a poner el tema en agenda cuando un periodista de El Guardián reemplazó la palabra “culo” por “argumento” en un mensaje directo a la activista. Juan Terranova se refería a Inti María en estos términos en lo que era el amanecer de un debate que terminó con la retirada de la pauta publicitaria de dos firmas internacionales de la revista por considerar la columna cargada de violencia machista. El Guardián pidió disculpas y ofreció espacio para difundir la flamante actividad de Atrevete en 2011, pero el comentario más visitado redundaba en lo inofensivo de la afrenta. Como si la trama que empieza a enredarse cuando el permiso está instalado para tratar de mercancía a algunos cuerpos y señalar como “dueños” (al mejor estilo publicidad de banco) a otros no fuera lo suficientemente compleja: así como está naturalizado el “camisón de baba” que le quieren hacer tantos a tantas otras, se naturaliza el insulto a las que no entran en el molde y de ahí al calificativo que enmarca otras diferencias, como la que terminó con la vida de Marcelina Meneses cuando al comentario de boliviana de mierda fue arrojada de un tren con su hijo de diez meses en la espalda. Y no era otra cosa que su manera de vestirse y su fisonomía las que hablaban por ella. Pero el acoso callejero sigue gozando de la miel derramada, ¿qué otra cosa podría ocurrir para que un jefe de Gobierno diga la palabra culo con tanta soltura?
“Irresponsable, ignorante y retrógrado”, califica Inti a Macri, y nos recuerda que ese que posa con cara de nabo para la posteridad de la autofoto es el mismo que hace dos años expuso a una mujer violada a la luz pública para impedir que se le realizara un aborto no punible. Por eso, el trabajo de Atrevete es de hormiga, porque Macri condensa en sus dichos lo que piensan y sienten tantos otros que, amparados por esa premisa de masculinidad a secas, se permiten hacer de la palabra culo aquello que pueden romper a su antojo.
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