MONDO FISHION
› Por Victoria Lescano
Basta con aplicar el modo rebobinar en YouTube y hacer foco en la adorable sesión de modas intimista y hogareña que la actriz Lena Dunham mantuvo con el editor y curador Hamish Bowles a comienzos de 2014: Dunham vestía su pijama y Bowles un tuxedo que hizo honor a su dandismo. Dirigido por Henry Joost y Ariel Schulman en dos minutos que resumieron varias décadas de moda y el imaginario de las modelos más icónicas de siglo veinte y veintiuno –de Dovima y Verushka pasando por Naomi Campbell y Cindy Crawford–, el resultado fue un “fashion film” llamado Cover Girl (chica de portada) que compila coreografías de poses y de modismos y celebra la aparición de Lena, la creadora de “Girls” en la portada de Vogue America. El recorrido por el boom de los “fashion films” (que ahora tienen su propio circuito de festivales en Europa, Estados Unidos y Japón) indica saltar al despliegue fetichista que exhibe la trilogía de la fotógrafa alemana Mónica Méndez. La componen Hors-d’Oeuvre (al tiempo que divulga ropajes de la firma Goldnof Couture, exhibe a la modelo en una locación celeste pastel al tono de su falda, mientras brinca en una silla orgullosa de sus stilettos en tono rosa), Odditory, el film que reúne a una secta de fashionistas que asisten a la “Escuela de Efectos de Sonido”, como fetichistas confesos son adoradores de los tonos marrones y celestes, así como también de la lencería y las pelucas y en una escena prodigiosa parecen entablar una orgía de ropas. La ópera prima de Méndez, llamada Precious ya había trasladado su ojo fetichista a los preparativos para un delivery de pizza. El recorrido arbitrario admite además los films celebratorios de la moda y del arte esponsoreados por Prada: allí hay lugar para Muta, el film de moda con mujeres ataviadas con vestidos Miu Miu que sin jamás mostrar sus rostros desfilan por una embarcación anclada en el Paraguay. Muta surgió de la mirada rara avis de la directora argentina Lucrecia Martel y del artista visual Alejandro Ros y fue fechada en 2012. Más reciente fue la sesión de análisis parodiada por Roman Polanski y con el fetichismo de un abrigo de piel y la saga de Candy, el perfume de Prada con frasco art déco que fuera protagonizada por Lea Seydoux; dirigida por Wes Anderson y Roman Coppola, en varios capítulos de tres minutos y medio, la trama representa un triángulo amoroso con guiños a la nouvelle vague.
El listado arbitrario de los “fashion films” que renuevan el lenguaje y los modos de la moda no puede omitir el corto más viral de la historia de la moda reciente: el de la firma Lanvin temporada 2012, que dejaba al desnudo la ausencia de swing a la hora del baile de un grupo de nuevas supermodelos, aunque otro más reciente admitió cameos y comentarios de Alber Elbaz, el creativo de la firma desde Skype, aludiendo a los artilugios de la campaña. Si nos remitimos a la prehistoria de los cortos de moda, existen casos que dejarían atónitos aun a los creativos más modernos que divulga el sitio Nowness.com o quienes concursan de “Shaded View on Fashion Film”. Porque según la investigadora Elizabeth Leese, autora del libro Costume Design in the Movies, los primeros cortos de moda datan de principios de siglo veinte: en febrero de 1910 el documental Cincuenta años de moda parisina compiló la obra de modistos y sombrereros desde 1859 hasta 1909; un año después Gaumont empezó a incluir el arte de la vestimenta como ítem en sus noticieros. Mientras que Pathé dio un paso adelante al producir cortos exclusivamente dedicados a la alta costura con el nombre de Animated Gazette y los últimos modelitos de París. Pero hubo casos de censura, tal como los cortos ideados en 1913 por el modisto Paul Poiret, considerado el precursor de la alta costura, sus faldas apenas arriba de los tobillos se consideraron obscenas y nunca se proyectaron en los Estados Unidos. De todos modos, Leese advierte que “los americanos fueron pioneros en incursionar en los cortos de moda y en recurrir a la vestimenta como argumento central”. Destacó el film de 1915 que confirió poderes amorosos a los atuendos (con etiquetas Worth y Paquin) y sobre su línea argumental, sentenció: “Una mujer descubre que su prometido fue cautivado por una princesa india y para recuperar su amor recurre a una modista de alta costura, convencida de que la ropa puede ayudarla a recuperarlo. Y la elección fue tan acertada que él olvida inmediatamente a la princesa”. En 1917 la oficina norteamericana de Pathé se asoció a la editora de moda del New York Evening Mail y juntos hicieron treinta cortos que se difundían en los periódicos de la época durante los diez días previos a la proyección y desde los títulos “Preparándose para ir a la playa”, “Un día en Nueva York con Betty” o “Presentación en sociedad” no disimulaban sus intenciones de dictar estilo. Otro hito del pasado y de los pioneros remite a los ocho capítulos que circa 1938 ideó y dirigió una empleada de la Fox bajo el título Fashion Forecast. Esos pronósticos de moda que duraban once minutos y se filmaron en technicolor parecen haber vaticinado el nuevo modismo en boga en la actualidad y que flirtean con la estética de los videoclips, los ardides publicitarios y las pautas de moda.
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