Más que una subrepticia enseñanza kungfu, el “pulir y encerar” del señor Miyagi bien podría ser el leitmotiv que marca la línea de cualquier señorita en su vida cotidiana. Sin los bonachones efectos de defensa personal, dicho sea de paso. En el caso de las damas, se espera, se pretende, se intenta que: alisen, afinen, suavicen, lustren, bruñan, abrillanten, depilen, achiquen, agranden, etcétera, su propio cuerpo. Que sean, hablando mal y pronto, maquinolas estilo The Stepford Wives. Para evidenciar el sinfín de insanos rituales de “belleza” (a veces, rituales esclavizantes) que tiñen la realidad diaria, y mostrar hasta qué punto señoras y señoritas están condicionadas a castigarse, amén de estar bonitas, una artista australiana decidió poner la cámara a disposición del tópico y, con mirada crítica, armó una llamativa serie titulada Monstrous Feminine.

De inspiración evidentemente surrealista, las imágenes de Jessica Ledwich, egresada de Bellas Artes, residente de Melbourne, exhiben lo que ella misma define como “ridículo”: “procedimientos, algunos incómodos, otros francamente peligrosos, a los que muchas mujeres se someten para parecer una modelo manipulada digitalmente”. “Aunque las fotografías emplean un elemento absurdo, no están tan alejadas de la realidad”, ofreció quien, entre sus piezas, muestra una pulidora de autos sobre la marcada pierna de una chica, alguien inyectándose en el labio la misma grasa que está extrayendo de sus muslos o un cuello cyborg ajustado con destornillador. “Personalmente pienso que es realmente perturbadora la manera en que las mujeres intentar cumplir con ciertas expectativas, padeciendo tratamientos de belleza y cirugías que están tan arraigados a nuestra cultura que ni siquiera los cuestionamos”, cerró la fotógrafa.