ANIVERSARIO
Las12 cumplió 16 años y lo celebró tirando la casa por la ventana de Brandon. Las Taradas le pusieron rock a la velada, Rosario Bléfari fue una dj de lujo y Diana Maffía dijo estas palabras, que hoy compartimos, tras 840 viernes de alegrías, tristezas y emociones.
› Por Diana Maffia
Querida Marta Dillon y queridas compañeras de Las12:
Recibí la tarjetita irreverente y tierna que nos invitaba a festejar este cumpleaños inusual: 16 años. No son los 15 con los que las niñas se presentan en sociedad y se ponen en circulación como disponibles para los varones. Es un hito irreverente como la tarjeta, no gregoriano, no pitagórico, pero también un año que no es cualquiera, es uno por cada página de las vibrantes 16 páginas de Las12.
“Tierna pero un poco literal –pensé– digamos... poco sublimada.” Pero ni lo literal ni lo sublimado es un universal en las mujeres. Una amiga que volvió a la Argentina después de vivir 10 años en Barcelona me comenta: “¿Viste la invitación de Las12? ¡Qué creativas, en vez de 16 velitas pusieron 16 conchas!”.
Me encantó que fueran todas diferentes pero también todas parejitas, nada de esa lógica masculina de vestuario y de comparar tamaños. Y si de analogías se trata, ayer buscando el origen de un insulto griego que leí en un texto platónico, “sicofante”, me enteré de que significaba “exhibidor de higos” (y aquí hago la gran Mariano Grondona con la etimología: “sykón” significa “higo” y “fantes” significa “el que muestra”). Pero así, sicofantes, se llamaba a los delatores, a los soplones. ¿Y qué era lo que mostraban que sonaba tan despectivo? Resulta que la palabra griega “sykon”, “higo”, se usaba antiguamente para referirse metafóricamente al órgano genital externo femenino, a la vulva.
Así que sugiero que para la próxima tarjeta pongan 17 higos... y en los sucesivos años vayamos estampando tantos eufemismos con los que no nos nombramos: cotorritas, palomitas, colitas de adelante y algo que le escuché a Elizabeth Vernaci y que me sorprendió por la desinhibida literalidad que tiene para otras cosas: la “pochola”. No sé qué son, pero podrían poner 17 pocholas...
Lo de las conchitas, y perdonen que me extienda en este tema, tiene un aspecto relevante: revierte un término despectivo e insultante, lo toma en mano propia (dicho esto en el mejor de los sentidos) y lo constituye en una desafiante autorreferencia. Una subversión de la carga emocional del lenguaje, una torsión y apropiación de sus sentidos, algo que las mujeres feministas fuimos haciendo con muchos otros términos, como “puta” o “torta”. Solemos reflexionar –por eso que dijo Audre Lorde de que “Las herramientas del amo nunca desmantelarán la casa del amo”– sobre los filos del lenguaje sexista. El desafío de salir del silencio, tomar la palabra, pero que la palabra no sea una trampa patriarcal. El lenguaje con el que redactamos nuestros manifiestos emancipatorios está lleno de polizones ideológicos. Buscamos la forma de tornar esa herramienta hegemónica con la que somos dichas, en una palabra propia para decirnos, en una bandera de lucha. Por eso, por el lenguaje, por las luchas, por una necesidad ferviente de comunicación entre nosotras es que Las12 significa tanto.
Mujeres periodistas hay en nuestro país desde el siglo XIX. Lily Sosa de Newton hizo una exquisita recopilación de mujeres que han participado en la prensa, desde 1801, con una carta de lectoras que envía al Telégrafo Mercantil una mujer con seudónimo, acompañando la traducción de un texto moral francés. Para usar una taxonomía del periodismo contemporáneo, podríamos decir de un modo algo general que hay prensa de mujeres, prensa de género y prensa feminista. Desde mi punto de vista, Las12 surge como prensa de género, reaccionando contra la tradicional prensa de mujeres, y cada vez más se va tornando prensa feminista y radicalizando sus perspectivas.
Como lectora de Páginal12, el 12 de abril de 1998 leí con entusiasmo una nota que se titulaba “Cita a Las12”, y anunciaba “Desde el viernes que viene, 17 de abril, Páginal12 entregará con el diario un nuevo suplemento: Las12. Serán 16 páginas, y la novedad editorial es que en ellas lo femenino no estará en los temas ni en los lectores sino en la mirada. Una mirada femenina sobre todos los temas, para todos los lectores. Para hombres y para mujeres.”
Es interesante hacer el ejercicio de cómo Las12 reescribiría hoy este párrafo, seguramente no aceptando universalizar “lectores” en masculino, ni cerrando su universo de destinatarixs de manera dicotómica, y lo haría diferente porque desde entonces ha cambiado y porque así lo encarna su escritura. Todo lo que allí se afirma hoy nos resulta misterioso: la “mirada femenina” los “hombres” (¿cuáles hombres?), las “mujeres” (¿qué califica como “mujeres”, y quién califica?). En este devenir misterioso lo que era obvio, creo que allí está uno de los grandes méritos de Las12: haber permanecido firme en la fluidez, colaborar en no cerrar los debates, no dar por sentados los sentidos, alojar multiplicidad de miradas a veces divergentes, sin abusar de su poder, sin descalificarlas como no feministas desde el ojo hegemónico (porque también el feminismo puede tener un ojo hegemónico).
Pero volviendo a aquella promesa del ’98, claramente oponía esa propuesta periodística nueva con la tradicional prensa “femenina”; y los temas de interés presumiblemente universal destinados a un público de mujeres daban lugar en cambio a la expresión de una perspectiva femenina sobre el mundo. En ese anuncio se cuenta también una investigación previa hecha con el número 0 del suplemento, las quejas de las mujeres con los suplementos tradicionales, la demanda hacia esta nueva propuesta, y el compromiso profesional puesto en la excelencia del trabajo.
Quiero mencionar la respuesta que tuvo ese número 0 porque creo que fue una brújula permanente (hoy diríamos un GPS) en estos años, a pesar de todos los cambios: “Las12 no se parece a nada conocido (...). Los análisis de las notas no son simplistas (...). En muchos artículos no se apunta a encontrar una verdad, sino a dejar planteado un debate y a dar información. Se muestran y se cuentan las vidas de mujeres comunes y corrientes, esas que puede ser cada lectora, y cuya gracia y magia deja al desnudo una buena pluma. La puntada fina de Las12 es el enfoque de cada tema: porque es ahí donde lo que aparece como sentido común ha homologado la mirada masculina, y es ahí donde está el terreno fértil de nuestro trabajo. No es un hallazgo. Es una búsqueda”.
El primer número de Las/12 apareció el viernes 17 de abril de 1998 y desde entonces entra temblando por debajo de mi puerta cada viernes. Cuando se hace una pila, Las12 y SOY van a la Biblioteca Feminaria en Tierra Violeta. Su primera tapa era una nota de María Moreno sobre prostitución, pero que revertía la mirada para preguntarse por los varones prostituyentes, por los que pagan, por la condición de cliente, por lo que ellos pretenden comprar y consumir. Esa nota es inquietante todavía ahora, y ese tema sigue desvelándonos las muchas veces que aparece en el suplemento con miradas y protagonismos diversxs.
El suplemento lo dirigía en sus inicios Sandra Russo, que venía tallando lenguaje filoso sobre las mujeres desde varias redacciones. Tenía a su lado a dos diosas como María Moreno y Moira Soto, además de las jóvenes y briosas de pluma deslumbrante Marta Dillon y Sandra Chaher. Voy a hacer un “per saltum” (ahora que trabajo en la Justicia, me tomo esas licencias). La crisis del 2001 impactó en la sociedad y en los medios, y reverberó en Las12 también. Se fue María Moreno, se fue Sandra Russo, y en 2003 Marta Dillon tomó la rienda del proyecto para abrirlo aún más y para desarmar otras construcciones conceptuales muy centrales, como el presupuesto heterosexual y la dicotomía (de hecho, hasta ese momento Las12 tenía una bajada que decía “Con mirada de mujer”, en singular, que a partir de Dillon se eliminó).
Desde su inicio, Las12 fue una cantera de talentos. Las amazonas de ayer se retiraron, las jóvenes guerrilleras se hicieron amazonas, y otras están ahora mismo afilando sus plumas y alentando a las que vienen. Quisiera nombrarlas a todas, algunas que no están, otras que siguen, y las nuevas que me deslumbran. No quiero ser injusta, pero tampoco quiero dejar de enunciar algunos nombres queridos: Luciana Peker, Soledad Vallejos, Irina Hauser, Sonia Santoro, Roxana Sandá, Victoria Lescano, Flor Monfort, Sonia Tessa, Guadalupe Treibel, y tantas otras que van tomando las armas de un periodismo talentoso que no nos ofrece un espejo para preguntarle si somos lindas, sino un caleidoscopio para construir nuevos sentidos con fragmentos de lo viejo.
Ellas no abandonaron nunca y a veces anticipan y construyen la agenda feminista de reclamos, infatigablemente: el aborto (¿cuánto habrá que seguir insistiendo?), la violencia, el femicidio, los imperativos estéticos, la diferencia salarial, los estereotipos, la doble y triple jornada, los derechos sexuales en su sentido más amplio. Pero también nos sorpenden, nos divierten, nos muestran cuántas cosas bellas hacemos y decimos las mujeres y nos dan herramientas para hablar y comunicarnos desde un lugar de autoridad, nuestra autoridad epistémica feminista: una que se hace con razones, pero también con pasiones.
Karl Popper decía que había dos modelos para hablar del conocimiento: el del balde y el de la linterna. El del balde presuponía que nuestra conciencia estaba vacía y unos saberes ya construidos por otros ingresaban en ella a través del estudio y otros por la experiencia. La de la linterna era una metáfora para pensar una herramienta, en el caso de Popper la razón, que va iluminando aspectos del mundo orientada por nuestros intereses y por explicaciones que le dan sentido a lo que veo y toman la forma de hipótesis y teorías.
Las12 no pone gotas de sabiduría en el balde de nuestras conciencias, ni nos proporciona una única herramienta con la que iluminar el mundo. Más bien encendió hace ya 16 años una enorme y luminosa esfera de boliche con la que nos deslumbra cada viernes (porque es día de brujas), y con la que hizo cuerpo en nuestros cuerpos aquella hermosa frase de la feminista anarquista Emma Goldman: “Si no puedo bailar, no me interesa tu revolución”.
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