RESISTENCIAS
El colectivo Amansalva viaja por todo el país empoderando a las mujeres con su taller de autodefensa. No se trata de enseñar a defenderse nada más, sino de tomar conciencia de la propia fuerza y capitalizarla en caso de ser necesario. A días de embarcar en Mendoza, reflexionan sobre una tarea poco difundida en nuestro país pero vital para la militancia feminista.
La convocatoria a un Taller de Autodefensa genera curiosidad, preguntas, expectativas. No adelantará demasiado el grupo Amansalva sobre las dos jornadas intensivas que este fin de semana darán en Rosario, invitadas por la colectiva feminista MalasJuntas. “Nos interesa la construcción colectiva; lo individual no tiene mucha importancia. De hecho, tomamos la fuerza y lo hacemos porque somos un grupo”, dice una de las tres miembros que están en Argentina. Nati, Matra y Jime se llaman, pero prefieren responder en nombre del grupo. Cuca, otra de ellas, vive en Colombia. “La idea es empoderarse, despertar lo que tenemos adentro y ponerlo en funcionamiento para que nos sea útil en caso de que lo necesitemos”, sugiere su propuesta.
Además del acento en lo colectivo, aclaran que el entrenamiento no es el eje. “No hacemos hincapié en lo físico, sí lo incorporamos porque es otro modo de expresarnos. Pero para la autodefensa no hace falta ser Shera”, dice una de ellas, y se ve en la obligación de aclarar que habla de “la prima de He-Man”. La propuesta del taller es distinta. “Se trata de saber cómo utilizamos la energía, los ejes tienen que ver con la voz, la mirada, la escucha. La confianza grupal es fundamental, el conocimiento del espacio que nos circunda, los límites, la intuición, nadie está descubriendo la pólvora”, dice otra de las Amansalva, un nombre que surgió casi por casualidad y las expresa. “Cada vez que ponés el cuerpo en situaciones determinadas, se van abriendo nuevas preguntas y nuevas respuestas”, ilustran su forma de trabajo. “El año pasado hicimos en el Encuentro Nacional de Mujeres una convocatoria para un taller, cayeron 50 mujeres. A la media hora lo cerramos para que no hubiera gente pululando. Entendemos que esta intimidad es parte fundamental de la responsabilidad con que asumimos la propuesta. Si nos confían la posibilidad de embarcarse en este trabajo, lo mínimo que tenemos que hacer es cuidar a las compañeras”, apunta otra.
La historia de estos talleres es de larga data. “En 2002 o 2003 vino una italiana a proponer un taller de wendo, una de las ramas de autodefensa feminista que viene de Europa”, contaron. La italiana –no recuerdan el nombre, y tampoco les parece significativo– propuso el taller en una asamblea popular. “Convocaron a un montón de mujeres, caímos un par y luego el grupo quedó formado. Tratamos de replicar lo que nos había pasado en distintos espacios, con otras mujeres. Pero luego eso se perdió. Recién en 2011 empezamos a activar. Dimos un taller ese año donde nos conocimos con Matra y con Jime y el grupo se hizo más fuerte”, contó Nati.
Wendo es una corriente que viene de Canadá y propicia, justamente, “la toma de conciencia sobre cómo el miedo y la sumisión se apoderó de las vidas de las mujeres, y a partir de ahí restaurar la autoconfianza”. El wendo tiene raíces en la década del ’70, en los grupos de autoconciencia.
Porque se trata de un trabajo feminista, donde lo más importante es empoderarse, cuestionar la victimización y la pasividad, subrayan una y otra vez que “no solamente se trata de técnicas de ataque o entrenamiento físico, tomado de la base de artes marciales, o wushu. Toma parte de esto, pero además incorpora dinámicas, juegos, role play. Todas estas técnicas las utilizamos para incorporar una mirada más amplia de la autodefensa, un ejercicio para la prevención de la violencias, para el autoconocimiento, la autoafirmación, la confianza”, dice Matra.
Pero, además, no sólo trabajan sobre la violencia en espacios públicos. “No es sólo esto de que va a venir un agresor únicamente varón a tocarte el culo en la calle o a robarte. También se va haciendo un recorrido hacia las violencias más íntimas que ejercemos y las que ejercen hacia nosotras. Y no solamente desde una posición heteronormativa. Eso va surgiendo en relación con lo que trae y plantea cada grupo”, dicen las chicas, superponiendo palabras para completar lo que quieren contar entre todas. “No se trata de una bajada de línea sino de abrir caminos y miradas y que cada una en la experiencia grupal pueda encontrar lo que defina como autodefensa, que se construye colectivamente. En el proceso que vamos haciendo nos corremos de ese lugar de que somos las mujeres solamente las que recibimos violencia, sino que vamos encontrando múltiples formas en las que reproducimos violencia. Tal vez ésa es una de las partes distintivas de nuestro grupo”, completan. También se atajan: “Tampoco conocemos tantos otros”. Tras la experiencia en el último Encuentro Nacional de Mujeres, fueron invitadas también a dar su taller en Mendoza, adonde llegarán el 1° y 2 de agosto, después del paso por Rosario.
En todos los casos, se desmarcan de conceptos tradicionales. “No planteamos despertar la violencia, sino actualizar herramientas que tenemos en nosotras, aprender a manejarlas, a gestionarlas”, dice una. Y otra enfatiza: “La violencia es el último recurso, antes hay un montón de instancias mucho más útiles, mucho más económicas, más importantes. Por eso laburamos más la prevención”. Para otra de las Amansalva es muy importante dejarlo bien sentado: “Cuando decimos autodefensa, en general se supone que hay patadas, que se aprende a golpear y la verdad es que no, hay toda una deconstrucción del prejuicio de autodefensa. Esa es nuestra visión”.
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