ACTIVISMOS Tienen más de una década interviniendo el espacio público en clave feminista. De las paredes tomadas por grafitti y nombres de bandas de rock, ellas empezaron a mostrar aborto, camas y casas de mujeres como territorio de convergencia de reclamos. Mujeres Públicas maneja un grado de síntesis que se resume en su famosa imagen del ovillo de lana atravesado por una aguja, conjugando dos símbolos, el de la aguja que teje y el de la que aborta. Y van por más: festejar sus once años en la calle ampliando su audiencia y difundiendo un trabajo de hormiga que siempre juega con las palabras “personal” y “político”. Además de arte y activismo, hacen historia reclutando en su mapa feminista las luchas de las mujeres en las calles en los últimos dos siglos.
› Por Laura Rosso
El 8 de marzo de 2003 algo diferente sucedió. Mujeres Públicas salía por primera vez a la calle. Este grupo activista feminista hizo su primera intervención con afiches pegados en el espacio público. La imagen hablaba del aborto con un grado de síntesis pocas veces visto: un ovillo de lana atravesado por una aguja. En un lenguaje directo se conjugaban dos símbolos, el cuerpo de la mujer atravesado por los abortos clandestinos. La creación visual y el activismo condensaban en esa imagen una cuenta todavía pendiente. “Todo con la misma aguja”, decía el afiche. Escarpines y aborto. Era el 8 de marzo del 2003 y Mujeres Públicas había salido a la calle.
Desde ese día hasta hoy continuaron con sus acciones elaborando construcciones discursivas que relacionan discurso e imagen, además de participar en encuentros, seminarios, talleres, conferencias y jornadas, tanto en nuestro país como en el exterior (España, México, Cuba, Uruguay, Paraguay, Colombia, Suecia, y más países). Sus integrantes vienen del campo de las artes visuales y la comunicación, pero su denominador común es el feminismo. Ellas son Magdalena Pagano, Lorena Bossi y Fernanda Carrizo. Recién llegada de dictar un seminario de arte en Montevideo, Magdalena apunta: “Abordamos la creación desde la invención y la imaginación mientras que encaramos nuestro activismo desde la presencia continua en las calles, desde la reiteración de reivindicaciones y derechos. Somos un grupo feminista que hace activismo artístico, mixturamos el activismo con un proyecto creativo”. El activismo feminista de Mujeres Públicas se nutre de las acciones históricas realizadas por el feminismo local, así como de la práctica activista que desde el arte han venido realizando diferentes grupos desde los años ‘60, en particular grupos como las Guerrilla Girls, a quienes estudiaron en un comienzo. Sus acciones se inscriben dentro del legado del movimiento de mujeres de Argentina, que tomó a la ciudad como campo de acción, como lugar de transformación de lo cotidiano. En ese sentido, María Laura Rosa, doctora en Arte Contemporáneo, especialista en Arte Feminista e investigadora de Conicet del Instituto Interdisciplinario de Estudios de Género de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA, sostiene: “Históricamente el espacio público estuvo vedado y connotado para las mujeres. Vedado porque la dignidad de las mujeres fue construida por el patriarcado a partir de su desempeño reservado al ámbito de lo privado. Connotado porque aquellas que salían de lo doméstico era por necesidad económica. Vale decir, el espacio público estuvo –y en muchos sitios sigue estando– atravesado por nociones de clase y género a las que hay que agregar, si hablamos de Latinoamérica, el componente étnico. Es por eso que en el origen de los movimientos de mujeres se encuentre la calle. El espacio público se convierte en el territorio de la convergencia y difusión de los reclamos, denuncias y marchas. Fue allí en donde se advierte que lo político no es sólo lo que afecta al Estado y al bienestar público, sino también al entramado de lo privado con consecuencias en lo público. Así, lo privado es político, lo personal es político”. Sobre las significaciones y representaciones que el espacio público tiene para Mujeres Públicas, Lorena Bossi agrega: “El espacio público es el espacio común. Es lo que nos hace mujeres públicas en este juego de palabras que elegimos para nombrarnos. Es donde convive todo para ser intervenido: los discursos sexistas, la homofobia, los mandatos estereotipados, los roles predestinados, la violencia machista”. Y Fernanda subraya: “En todos ellos interpelamos al patriarcado. Por eso creemos en la importancia de ganar el espacio público para transformar nuestra vida cotidiana”.
Pasaron más diez años desde esa primera vez que Mujeres Públicas salió a la calle. Lorena se acuerda del contexto y cuenta: “Del 2003 hasta ahora pasaron muchas cosas, no sólo a nosotras como grupo, o desde lo particular, sino al país en general. Un par de años antes del inicio del grupo estábamos en un momento de ebullición de lo colectivo, que surge como contestación y supervivencia frente a la crisis social y económica de esos años. Nosotras salimos vitalizadas de esas experiencias a hablar desde un lugar que cuestiona todos los planos de nuestra existencia, ese lugar es el feminismo, un lugar que sentíamos no interpelaba a las militancias en ese momento. De ahí en más, se generó un trabajo intenso que entendemos como un proceso, que va de lo grupal a lo social y viceversa”. Para desarrollar los proyectos que les interesa necesitan un determinado tiempo de reflexión, de trabajo colectivo, de puesta en común de ideas y de críticas de esas ideas. Magdalena explica: “Nosotras arribamos a algo que, por un lado, es políticamente contundente, y por otro, nos satisface. Quiero decir, que lo podemos defender, en términos visuales, estéticos y de procedimiento artístico. Nuestro deseo es que metafórica y poéticamente diga cosas y diga cosas a otros. A veces los proyectos se hacen en un tiempo que es nuestro, y ese mismo objeto o afiche se resitúa en momentos políticos o de coyuntura en los que va funcionando de distintas maneras y cobra nuevos sentidos”. Mujeres Públicas produce cada objeto, cada afiche y cada acción desde un espacio de lo común y de lo personal atravesado por una búsqueda, una pregunta, un malestar, un deseo de justicia o de cambio. Por ejemplo, la estampita que tiene la oración por el derecho al aborto, la hicieron porque la preocupación de Mujeres Públicas acerca del problema de la despenalización y legalización del aborto es permanente. Esa estampita empezó a viajar y a hacer su vida, su recorrido. Se convirtió en un símbolo. “Ese objeto funciona casi autónomamente, mientras que su contexto de creación no fue un contexto coyuntural. Nosotras no salimos a decir Aborto legal ya, porque si nosotras hiciéramos eso seríamos un grupo activista, pero no somos solamente eso. Decimos Aborto legal ya, de otra manera. Lo decimos con el afiche del ovillo, lo decimos con la estampita, lo decimos de otras maneras. Ese juego, que necesita su tiempo, su elaboración, su diálogo, nos convierte en otra cosa. No somos precisamente un grupo repentista”, puntualiza Magdalena.
Trabajan con operaciones simbólicas en temáticas que les son propias. En esos procesos de elaboración en los que piensan juntas, encuentran modos de llevar sus acciones a la calle o a un espacio cerrado o transformarlo en un video, o en una visita guiada.
Hasta 2008 estuvieron dedicadas en gran medida a los afiches callejeros y a las acciones de difusión. Luego hubo un giro estético en su trabajo. A partir de esta fecha comenzaron a investigar otros dispositivos de trabajo sin resignar el activismo visual, y después de transitar el 2009, una circunstancia en particular las marcó: “En el 2010 vivimos un cambio a nivel conceptual y de la imagen”, cuenta Lorena. “Pero el cambio real se desarrolló durante el proceso de trabajo del mapa feminista. Allí abordamos a modo de una genealogía propia algunas de las luchas encabezadas por colectivos de mujeres, en sus estados más incipientes y potenciales, que se expresaron en la calle en los últimos dos siglos.” Ese proyecto cartográfico al que se refiere fue desarrollado entre 2012 y 2013 y consistió en una investigación, una acción colectiva performática en el espacio público realizada el 4 de mayo de 2013. Una pieza gráfica desplegable –un mapa– y una video instalación que se inauguró en septiembre pasado en el Cceba con el título En la Plaza. En la Casa. En la Cama. Ensayo para una cartografía feminista. “El mapa feminista –retoma Fernanda– es una genealogía grupal, que reivindica esos instantes radicales que cambiaron la vida de todas y no suelen estar en los libros, hablando no de nombres propios sino desde lo colectivo. De ahí sale la visita guiada como acción callejera, patrulla perdida que va por la ciudad visitando espacios que nadie recuerda. Mapa, acción callejera, línea temporal, dibujos hechos a mano y videos forman parte de una línea de pensamiento que se va armando y complejizando.”
¿Desde qué estrategias y con qué perspectivas plantean el activismo visual?
Magdalena: Nosotras siempre usamos el humor, la ironía y el juego como una estrategia para reírnos de cosas que son fuertes y a veces tristes o dolorosas. Como grupo feminista hemos abordado problemáticas de la heteronorma y la cuestión lesbiana en muchas oportunidades y en diferentes acciones.
Lorena: La discriminación y la homofobia atraviesan desde la violencia, sin embargo responder con “Las ventajas de ser lesbiana” busca como estrategia el humor, el sarcasmo y juega con el afiche “Las ventajas de ser una mujer artista”, de las Guerrilla girls. También trabajamos desde la pregunta o el cuestionamiento. Por ejemplo, para armar la encuesta de la Comunidad Heterosexual Argentina revertimos conceptos discriminatorios y estereotipados que se aplican a las personas homosexuales, y simplemente cambiamos la palabra homosexual por heterosexual, entonces queda algo así como: ¿Es usted heterosexual?, ¿cómo se dio cuenta? ¿Qué haría si la maestra de su hija es heterosexual? ¿Está de acuerdo con que los heterosexuales adopten? Es una estrategia muy sencilla que nos hace repensar todo. Una de nuestras ideas es ensuciar la normalidad. O por lo menos discutirla.
Las juntó el arte, el feminismo y el lesbianismo. Comparten lo cotidiano, que conlleva reflexiones, entusiasmos y producciones. Son amigas. Lo grupal las dinamiza, la experiencia de trabajo colectivo aporta la energía que las moviliza a seguir juntas pensando, usando la imaginación y sosteniendo entre todas lo que denuncian y lo que sueñan. Para todas y para cada una: “Nosotras aprendemos con esta grupalidad, pero no pensándolo de una manera directa en donde una aprende de la otra, o no siempre... Lo que nos enseña y mueve es la experiencia de trabajo colectivo, el debate, el juego creativo con la otra y los problemas y asuntos de la otra, es decir el grupo tiene su vida propia y nos transforma como sujetas, nos moviliza. A veces la gente cree que porque una es feminista habla desde un lugar de superación de todas las cosas, y que por ser feministas no tendríamos que estar atravesadas por las cosas que atravesamos todas las mujeres. A veces te ven en un lugar de superación, pero no es así, nosotras atravesamos mucho de lo que denunciamos o visibilizamos”, dice Lorena. Y Fernanda suma: “Muchas veces nos damos cuenta de eso en el momento en que hacemos la crítica y lleva un tiempo deconstruirlo. Hay personas que quizás hablan de mujer o género y se nota que no atravesaron esos espacios del darse cuenta como experiencias de transformación vivencial, lo hablan o construyen el discurso desde los derechos humanos, como lo que está bien y lo que está mal. Ahí sólo hay discurso. Un discurso que termina generalmente con lo dado, con el matrimonio igualitario o –que ojalá se dé en algún momento– con el aborto legal. Pero después no sabe dónde seguirse buscando. Con experiencias como la nuestra no sucede eso, siempre hay algo que te pasa y te va a seguir pasando”.
Se trata de dar batallas y procurar conquistar la calle –para conquistar luego derechos– desde una perspectiva feminista y política.
Lorena: Claro, ésa es la idea, en la calle se pueden dar varias batallas simbólicas. La diferencia está en el cómo abordar la calle, y a quienes hablar, o saber qué cosa ponés en diálogo con qué otra cosa. Ahí está el punto para conseguir el efecto de extrañamiento o de empatía con lo que hacemos. Sería muy fácil si todo pasara por decir: invadamos la calle. Eso no basta. Hay que saber qué decir y cómo. Todos los espacios a su vez; web, museo, medios, escuela, se pueden convertir en un campo de batalla simbólico. Pero la calle es el termómetro de todo.
Trabajan en esa zona de cruce entre activismo visual, político y feminista, ¿cómo son las intervenciones en términos de temática, materiales, recursos, contenidos?
Magdalena: Muchos de los proyectos que hemos realizado son libres respecto de la reapropiación o la manipulación, con lo cual la gente se lleva las cosas. Eso va a ir a lugares, va a estar en habitaciones, en cocinas, en oficinas, en mesas de trabajo, en estanterías. Ese objeto que ya está realizado hace su trabajo, y nosotras necesitamos hacer otra cosa, algo nuevo, algo diferente. No es que vamos a ir a repartir la estampita cada vez, de alguna manera eso ya está haciendo su recorrido.
Fernanda: Los dispositivos que utilizamos en nuestras intervenciones son variados, cada uno va en sintonía con el tema y el contexto en donde serán desplegados. Nos interesa el proceso de construcción, el significado que cobra cada producción cuando circula por las calles, de mano en mano, cuando son re-apropiados por otras y otros, cuando sirve de disparador para hablar de ciertos temas. En cada trabajo hay una estrategia comunicativa, a veces es la resignificación de objetos o frases, en otras hay descontextualización de palabras e imágenes. Pero siempre está presente el humor, la ironía y la interpelación que abre la reflexión.
¿Qué reflexiones hacen respecto de la continuidad del trabajo que vienen realizando?
Fernanda: En nuestro trabajo confluye la reivindicación de derechos con nuestra subjetividad y es a partir de esta confluencia desde donde se impulsa nuestra acción, desde nuestra cotidianidad, desde pequeñas e íntimas preguntas. Problemáticas que nos atraviesan a todas nosotras como sujetas políticas, preguntas que nos surgen del intercambio con otras colectivas, de compartir experiencias con diferentes sectores sociales, de seguir insistiendo con derechos negados y resistiendo a las trampas del patriarcado que va armando sus redes opresivas desde los diferentes poderes del Estado, hasta el desenmascaramiento de algunos compañeros “progres” o de izquierda que enuncian discursos copados y en la práctica son ultramachistas, como dice el dicho: “En la plaza sos el Che y en la casa Pinochet”.
¿Cómo se mete el feminismo en la historia del arte activista en nuestro país? La historiadora e investigadora María Laura Rosa tiene un artículo que se llama “Nos fundó el malestar y nos sostuvo el placer”, donde se refiere al trabajo realizado por Mujeres Públicas entre 2003 y 2008. En esa dirección, contextualiza la historia del arte activista en nuestro país: “Una de las primeras acciones feministas fue en 1972, cuando numerosas feministas de la agrupación UFA (Unión Feminista Argentina) irrumpían en la feria Femimundo 72. Exposición internacional de la mujer y su mundo, desarrollada en el Predio Ferial de Exposiciones de la ciudad de Buenos Aires. Comenzaron a repartir impresos que denunciaban la construcción de una determinada mujer funcional al patriarcado, para y por su conveniencia, lo cual quedaba claramente explicitado desde el título. Dicho momento quedó filmado por María Luisa Bemberg en el corto de su autoría El mundo de la mujer (1972). Con la ironía y el humor, las mujeres de UFA –y en particular la mirada de Bemberg– destacaban la complicidad entre capital y patriarcado”.
¿Ese tipo de acciones feministas continuaron después del ’72?
M. L. Rosa: Habrá que esperar hasta 1986 para reencontrarnos nuevamente con prácticas activistas feministas asociadas al campo del arte. Los primeros años del retorno a la democracia fueron fundamentales en la recuperación de la calle por parte de nuestros movimientos de mujeres. En ese contexto, en 1986, Ilse Fuskova, Josefina Quesada y Adriana Carrasco conformaron el Grupo Feminista de Denuncia. Estas mujeres se situaban en la calle Lavalle al 800 –peatonal de los cines del centro de Buenos Aires– los sábados a la noche, con las manos en alto, haciendo el signo feminista y con carteles con leyendas como “La violación es tortura”, “La mujer es la única dueña de su fertilidad”. Esos y otros lemas irritantes provocaban la discusión entre la gente que las miraba con sorpresa. Cada sábado a la noche, cientos de personas veían a estas mujeres, quienes en un acto performático disparaban la reflexión, el cuestionamiento, la reacción. A su vez, repartían impresos diciendo quiénes eran y qué estaban reclamando.
¿Cuál es la novedad que traen estos activismos feministas?
M. L. Rosa: Si pensamos en una práctica artística política o en una práctica política artística no debemos olvidar la frase de la artista feminista mexicana Mónica Mayer refiriéndose a su etapa de estudiante en el Feminist Studio Workshop de Los Angeles, en 1978. Mayer decía: “Si algo confirmé en ese momento es que si una pretende hacer un arte revolucionario en términos políticos, primero tiene que serlo en términos artísticos”. El arte feminista que parte del activismo visual debe tener en cuenta esto, la crítica y la subversión del sistema patriarcal implica necesariamente un lenguaje que también subvierta lo que se espera del arte, si es que aún esperamos algo.
¿Qué dirías de Mujeres Públicas hoy?
M. L. Rosa: Que siguen pensando y creando otros modos de hablar desde el activismo visual y desde el feminismo, sigue interfiriendo el ruido de la calle con sus proclamas y su nomadismo, resignificándose en las acciones que, en otras partes del mundo, otras feministas realizan gracias a la reproducción libre de afiches y objetos desde su web. Conjugan el termómetro de las demandas reales de las mujeres con una enorme información sobre dispositivos artísticos, lo que les permite poder comunicar sin perder calidad estética y conceptual. Mujeres Públicas sigue ensuciando la blancura de los espacios del arte y sonorizando, con un otro sonido, las huellas de nuestras activistas feministas.
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