Vie 25.07.2014
las12

RESCATES. DAGNY JUEL 1867-1901

La batalla libidinal

› Por Marisa Avigliano

A Dagny la mató un hombre, le pegó un tiro en la cabeza en la habitación de un hotel en Tbilisi, Georgia. En tres días iba a cumplir treinta y cuatro años. El asesino era su amante, se llamaba Wladyslaw Emeryk y no fueron pocos los que aseguraron que aquella muerte la había arreglado el marido de Dagny. Celos como agua, celos como aire. Pelusas de celos por todos los rincones. Celos. Quien conocía a Dagny se enamoraba de ella de inmediato y mientras lo hacía con la misma urgencia amorosa moría de celos antes del primer roce de piernas. Las biografías de los flechados Edvard Munch y August Strindberg relatan aquel jadeo interrumpido.

Dagny nació en Kongsvinger, Noruega, y fue alumna de Anna Stang, la feminista creadora de una escuela para niñas en Kongsvinger. Ya escribía poemas y obras de teatro, traducía y estudiaba música cuando viajó a Oslo con una de sus hermanas para afinar sus dedos de pianista. La bohemia de Christiania (como llamaban a la ciudad peninsular) atrapó a Dagny y en la captura cayeron los que pretendían convertirla sólo en una musa. Relaciones breves para ella y eternas para los galanes huérfanos. Olvidados en los polígonos del cortejo algunos prefirieron morir antes que vivir una vida sin ella. Uno de sus amores trágicos, el poeta de la Joven Polonia, Stanislaw KorabBrzozowski, agregó su nombre a la lista de los amantes suicidas. En nuestra tierra patria protagonizó igual tormento el crítico literario José Luis Ríos Patrón cuando se mató (¿lo hizo delante de ella y de su novio?) porque María Esther Vázquez no quiso casarse con él.

En Noruega, Dagny era la culpable. Culpable de la soledad de Munch, “hirió emocionalmente a aquel hombre alto de rasgos cincelados de una manera tan profunda que nunca pudo recuperarse”. Aquellas desgracias de amor llevaban las iniciales de Dagny Juel tatuadas en el dolor apoltronado de las víctimas que necesitaban darle un nombre al beso del veneno. Dagny, la “Madonna” de Munch, modelo y dama de sus retratos se casó con el escritor polaco Przybyszewski quien dejó a su mujer Martha Foerder y a sus hijos (después tuvo un tercer hijo con Martha mientras vivía con Dagny) para irse con Dagny, tuvieron dos hijos. Cuando Martha apareció muerta en el piso de su casa, Przybyszewski fue a la cárcel. Creían que él la había matado pero después de unos días de encierro lo soltaron y determinaron que Martha había muerto intoxicada por monóxido de carbono. Martha se había suicidado y la culpable era Dagny. Las razones del final precipitado del matrimonio que compartió una vida de amantes cruzados y romances en Cracovia y en Varsovia (Przybyszewski dejó a Dagny y se fue con la mujer de uno de sus amigos, Jan Kasprowicz) aumenta la posibilidad de que en verdad el disparo del 5 de junio de 1901 haya sido una conspiración entre Przybyszewski y Emeryk. Las razones de la trampa revelan denteras de posesión que olvidaron el valor irresistible de los planos auxiliares. Hay un cuadro de Munch, Celos (1895) que vuelve imborrable la batalla libidinal por Dagny. Tres figuras humanas se unen a través del rojo, el voraz e impertinente rojo del ahuecado vestido largo de la mujer –es un vestido aureola que envuelve y deja ver el cuerpo desnudo– se une con el contorno también rojo del cuerpo de los hombres. Lazo carnal del poder de Dagny a través de la mirada de Munch, súbita inquietud de una mirada que compartió con los otros siete, sus amigos del círculo de Berlín que tampoco pudieron atraparla.

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