COSAS VEREDES
Tras estar en el centro del debate sobre los juguetes y el sexismo, la empresa Lego lanzó tres nuevos personajes femeninos que, a pesar de tener un poco más de maquillaje que el necesario, proponen otros modelos: una paleontóloga, una química y una astrónoma. Cada una, con su kit de instrumentos y trajecitos casuales, agotó las ventas on line en pocos días.
› Por Guadalupe Treibel
Hace exactamente un año, Cosas Veredes (aka, “la sección que usted está leyendo en este preciso instante”) se alegraba en anunciar el nacimiento de la Profesora C. Bodin, primera científica mujer de Lego que, frasco de Erlenmeyer en mano, prometía un cambio en la dirección sexista de la empresa danesa. La intención de la firma era clara: intentaba zanjar las críticas que la tildaban de misógina, visto y considerando que la comercialización de sus clásicos ladrillitos interconectables –y otras bondades lúdicas– iban dirigidas exclusivamente a los varones. Una solitaria gotita de corrección en un mar de fábricas de joyas y maquillaje rosa eléctrico, que recordaba los mejores años de la compañía.
Porque, a saber: hasta mediados de los ’80, sus publicidades incluían a ambos sexos en la sana tarea de construir a la par gracias a kits universales, acto que no sólo entretenía a mocitos y mocitas por igual; también incentivaba sendos desarrollos en memoria, diseño espacial, ingeniería y matemática. Por aquellos años, la empresa aún recordaba el fin iniciático que llevó al filántropo Ole Kirk Kristiansen a fundarla: contribuir al avance saludable de chicos/as y cultivar su capacidad creativa. No por nada, el nombre Lego surgió de unificar la frase leg godt que, del danés al castellano, significa “jugar bien”.
Cuestión que la gotita solitaria fue eso: una gotita solitaria. Y los aluviones de críticas y ataques (a sus películas, a sus juguetes y, en especial, a la patética línea pensada para niñas) no se hicieron esperar, convirtiendo el 2014 en un trago amargo de pasar para CEOs y otros agentes L. Tras décadas de segregar, estereotipar y relegar, padres conscientes y agrupaciones dedicadas a equilibrar la balanza de los chiches (Let Toys Be Toys, entre ellas) ponían el foco en la segunda hacedora de juguetes más grande del mundo (la primera es Mattel). Con todo, el batacazo final llegó como justicia divina, en tanto fue dado por una chiquilina de 7 años. Ocurre que el pasado febrero, la inglesita Charlotte Benjamin escribió de puño y letra una carta a Lego, donde protestaba (¡y con razón!) de la falta de opciones disponibles para nenas.
“Hay muchos chicos Lego y apenas chicas Lego”, anotaba Charlotte. Y luego: “Las chicas sólo se dedican a estar en casa, ir a la playa y no tienen trabajos, pero los varones viven aventuras, trabajan, salvan a gente... Incluso nadan con tiburones”. Tan atinados sus argumentos que las redes sociales se encargaron de pasarla de mural en mural, de tuit en tuit, hasta dar el salto de gracia a medios nacionales como The Guardian, volverse bandera de una petición web en Change.org, contar con decenas de miles de firmas en señal de apoyo, etcétera.
Hete aquí que, para apaciguar a los detractores y conformar a la petite benjamina (aunque la empresa niegue categóricamente que esté intentando calmar los enojos y asegura que simplemente tomó nota de las ideas más votadas en su web), Lego acaba de crear un nuevo set. Lanzado el 1° de agosto, sólo tres días fueron necesarios para que el Research Institute (tal es el nombre del kit) estuviese agotado vía venta online. A tal punto el éxito que, para fin de mes, se prepara una nueva tirada. ¿De qué trata el compensador y reparador asunto? Pues, de tres mujeres –una paleontóloga, una química y una astrónoma– equipadas con sus laboratorios y equipos de investigación, vestidas con trajecitos casuales que ponen el foco de atención en lo verdaderamente importante: la inteligencia y el oficio de las ladies de plástico.
Aunque esperanzador y valioso, vale destacar que esta santísima trinidad de muñequitas no es una idea original del titán juguetero sino un desarrollo de la geocientífica sueca Ellen Kooikman, quien diseñó a las mentadas damas y las ofreció a Lego en un llamado abierto a no empleados. Respecto del debut de su invención, E. K. aseguró estar “muy emocionada” y explicó que quería “contrarrestar la relación desnivelada entre la cantidad de minifiguras de hombre y minifiguras de mujer, y la representación estereotipada de los ejemplares femeninos”. Y aunque la compañía no pudo con su genio y agregó un poquito de maquillaje a la versión final (algo que Ellen desalentó fervorosamente), la doña se muestra más que satisfecha por su salida, amén de la repercusión e implicancias. Un simbólico ladrillito más que, de multiplicarse, quizás aliente a la industria constructora de chirimbolos a poner negro sobre blanco, y dejar el rosa y el azul finalmente de lado.
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