VIOLENCIAS
Durante catorce años, una periodista colombiana reclamó que se investigara a los que la violaron y torturaron el 25 de mayo de 2000. El 30 de julio de este año, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (organismo perteneciente a la OEA) decidió tomar el caso de Jineth Bedoya, quien presentó una demanda contra el Estado colombiano por ser responsable de la impunidad que rodea su secuestro y demás vejámenes sufridos.
› Por Marta Núñez desde Londres
Jineth Bedoya, exitosa periodista colombiana, fue secuestrada hace catorce años en la entrada de la Cárcel Modelo de Bogotá mientras estaba haciendo una investigación periodística. Jineth tenía 26 años en ese entonces y trabajaba para el diario El Espectador, de Colombia. Su trabajo no era fácil. En una Colombia sacudida por la violencia, investigaba el tráfico de armas entre el ejército y los paramilitares, las irregularidades del sistema carcelario, la mordaza con que los paramilitares apretaban cada vez más a la población civil, en ciertos casos obligando a poblaciones enteras a dedicarse a la producción de cocaína.
El encuentro planeado para el 25 de mayo de 2000, en la cárcel, tenía como objetivo discutir con agentes paramilitares las amenazas que estaban recibiendo ella y sus compañerxs de trabajo. Fue acompañada por dos colegas que no pudieron impedir nada. La entrevista nunca tuvo lugar. Fue secuestrada por tres hombres que la subieron a una camioneta y durante 16 horas fue brutalmente torturada y violada, para que luego la arrojaran a la ruta casi muerta, en una pila de basura. Mientras era violada, le decían que eso era un mero ejemplo de lo que les pasaría a los que metieran la nariz en lo que no debían: “Los cortaremos en pedacitos”. Violación para intimidar, atemorizar a colegas, castigar la osadía de Jineth.
Poco a poco, Bedoya se fue convirtiendo en uno de los referentes mundialmente reconocidos como víctimas de violencia sexual en situaciones de conflicto. Mantiene una posición icónica en Colombia y a nivel mundial, ya que de víctima pasó a ser un agente activo para el cambio de actitud hacia crímenes similares.
En junio de este año fue a dar testimonio –como tantas otras víctimas desde Bosnia Herzegovina al Congo y Egipto– en la Cumbre Mundial contra la Violación como Arma en Zonas de Conflicto, organizada por la cancillería británica y las Naciones Unidas. Todavía la CIDH no se había pronunciado en tomar su caso. Allí se entrevistó con Las12.
¿Cómo analizás tu evolución personal desde el crimen hasta el rol que estás jugando ahora internacionalmente?
–Volví después de dos semanas a mi trabajo sin mencionar mi violación. Inicialmente sólo mi familia y algunas personas muy cercanas supieron lo que me había pasado. Quería mantenerlo todo en un círculo cerrado. Al mismo tiempo comencé a preparar mi caso legal con los fiscales, pero fue todo muy complicado, había mucha corrupción. Yo continuaba trabajando como periodista y se comenzó a saber lo que me había pasado. Cuando una ONG se me acercó para que hablara públicamente como víctima en 2009, yo reaccioné diciendo que como víctima no hablaría... Fue un largo proceso para mí aceptarme como víctima. Y en 2009 comencé a denunciar públicamente y a convertirme en activista.
Esta cumbre contra la violencia sexual en zonas de conflicto ha tenido una gran repercusión mediática mundial. ¿Qué importancia tiene en tu opinión?
–Es un hito en la lucha contra la violencia sexual. Reafirma que la única manera de combatir la violencia sexual es denunciarla, manda un claro mensaje a todo el mundo de que estos crímenes son intolerables, como lo han confirmado todos los discursos durante el evento. Y es muy importante insistir en que hay que trabajar para que se garantice protección y refugio a las sobrevivientes. Los gobiernos tienen un papel muy importante en hacer que todo esto no quede en palabras.
¿Cómo ves a Colombia en este contexto?
–En Colombia vivimos desde hace cincuenta años una historia de violencia. Antes no se hablaba de la violencia sexual en ese contexto, era un delito invisible. Hay gente muy poderosa detrás. La violencia sexual es sistemática, organizada, constante: hay casos aberrantes, mujeres empaladas... Se busca intimidar, oprimir con el miedo.
Este ensañamiento con el cuerpo de la mujer nos llevó a acuñar en español el término “femicidio”.
–Colombia está sentada en una bomba atómica: hay guerra, un componente machista muy fuerte, intolerancia, corrupción, crimen organizado y sistemático abuso sexual como arma, un índice de femicidio alarmante.
¿Cómo te sentís hoy, que sos referente de otrxs que sufrieron crímenes similares?
–Tengo días. Ahora acá en la cumbre, con esta atmósfera de euforia y optimismo por lo que estamos haciendo, claro, me siento protegida, pero luego cuando llego al hotel, y estoy sola...
No es necesario que termine la frase, sabemos que en Colombia a pesar de que pasaron 14 años todavía hoy vive escoltada por tres guardaespaldas.
En un reciente homenaje a Jineth Bedoya, el presidente colombiano Juan Manuel Santos ordenó que el 25 de mayo sea el día de La Dignidad de las Mujeres Víctimas de Violencia Sexual. Durante su intervención en el evento, ella sostuvo que su experiencia le “enseñó la soledad, el señalamiento, la estigmatización y la indiferencia de quienes creía mis amigos y hasta de defensores de derechos humanos. Pero también aprendí a despedirme de la rabia y el dolor. Eso no quiere decir que vaya a dejar de buscar justicia en mi caso, que sigue impune”.
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