MONDO FISHION
› Por Victoria Lescano
Cual cuadros de un musical regido por una trama de moda surrealista situada en Capri o en Grecia que culminaría con la banda sonora de Zorba el griego, la colección verano 2015 de Ramírez, celebrada el martes 2 en el Tattersall y en el contexto del ciclo Designers Look B.A., admitió batones para la playa –beach gowns–, blusas y vestiditos en primoroso broderie blanco, homenajeó al denim con vestidos camiseros y faldas rectas con cintura alta, que conjugadas con camisa del textil más democrático y técnicas de alta costura representaron una ironía sobre el tailleur. Las pagodas, los sombreros canotier y las capelinas en rafia que proliferaron en el estilismo, conjugadas con pañuelos blancos cruza con cofias retro, no fueron arbitrarias; en la línea historicista y el gusto por los clásicos de Pablo Ramírez, respondieron a una investigación sobre fotografías de la experta Louise Dahl Wolfe.
En 1947, Dahl Wolfe supo retratar por encargo de la publicación Harper’s Bazaar –y de la editora Diana Vreeland– las piezas de moda democráticas ideadas por Claire McCardell, la pionera del sportswear elegante, e hizo foco en bañadores de lana gris que pasaban por shorts matizados con tops con dos tiras cruzadas y en sus vestidos multipropósito, así como también cimentó un estilo de bañistas provistas de turbantes, cuyos gestos corporales se confundían con los de esfigies dispuestas en la arena. Por otro lado, la campaña editorial realizada por los fotógrafos Val&Musso indagó en los modismos de otra autora clásica: la diseñadora Valentina Nochlevna Sanina, célebre por sus creaciones para Katharine Hepburn, Gloria Swanson, Rosalind Russell y Paulette Godard fechadas entre 1920 y 1930. Un rumor de la época proclamó que Valentina supo diseñar los trajes para Greta Garbo, la amante de su esposo y socio, George Schlee.
En el transcurso del desfile de Ramírez, las representaciones del negro estuvieron más acotadas, tuvieron su gran final con forma de vestidos largos con transparencias e insólitas morfologías en muselina; las cuatro modelos que los llevaban representaban a las mujeres esculturales del imaginario de Dahl Wolfe. El manual de estilo de las exóticas veraneantes de Ramírez dictaminó el uso de los espadrillés con taco y ceñidas mediante cintas. La pasarela realizada en el palacio de las caballerizas –tal vez sería un nombre más adecuado que el ciclo que parece sumar nombres e instaurarse como otra semana de la moda local– tuvo como puntapié inicial el desfile de JT y entre su grilla admitió una presentación de Bandoleiro, denominada Hot Jeans 2015.
Exaltando su ritual para exhibir el cuerpo masculino con ironías y patchworks de texturas e influencias latinoamericanas (y el ardid de un toro mecánico en la pasarela, saltando sobre un ring como en el clip de Madonna), Gerardo Dubois, quien compartió horario con Emilse Benítez, sentenció acerca de su colección: “Bandoleiro coquetea con la presentación de una línea de jeanswear, pero según un ejercicio performático”. Agregó que se remitió a las portadas de la revista Gente fechadas en 1990 –sí, esas tapas con personajes del verano donde el “hot jean” se imponía como recurso de estilismo una y otra vez– y también se preguntó acerca de estrategias para que un diseñador de autor pudiera convertirse o desistir de ser una firma comercial. La diseñadora Mariana Dappiano trasladó sus vastos conocimientos de estampas y colores a Trazos, una colección con citas al arte callejero, donde las pinceladas y los graffiti irrumpieron en monos, en maxis vestidos de voile y en pantalones anchos símil pijamas. Así como también exhibió un apartado de la colección –más democrática– que replica todas las estampas en t-shirts y en vestidos para playa con profusión de tonos coral, lima, aguamarina, rosa y amarillo.
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