Vie 26.09.2014
las12

MONDO FISHION

Barbies y bailaoras

› Por Victoria Lescano

El lunes 22, en la semana de la moda de Milán, Domenico Dolce y Steffano Gabbana, los creadores de la firma Dolce & Gabbana, luego de salir en la prensa del corazón por trasladar una histórica misiva de los comienzos de su relación amorosa a un festival de poesía, parecieron renacer de sus cenizas al trasladar su devoción por la lencería de las bomb shells italianas, su gusto por el uso y abuso de los colores y los visos a nuevas morfologías y modos de uso focalizados en nuevas generaciones de posibles consumidoras. En su fashion show irrumpieron el imaginario de las bailaoras y los uniformes de los toreros de la tradición española (el manifiesto también sumó rescates de iconografía religiosa). En tiempos en que las corridas de toros son el colmo de la incorrección política, D&G no temió homenajear la tauromaquia desde vestidos y ensambles de shorts con chaquetas emulando trajes de torero en secuencias cromáticas de blanco y negro, rojo y negro.

Otro gesto y tributo a España se apreció en trajes para bailaoras ready to disco, desde vestidos símil ponchos asimétricos a pantalones de torero cruza con leggings deportivas y high tech. Además se vieron apropiaciones del mantón de Manila, ya en vestidos democráticos o en una colección de shorts cruza con culottes bordados que vistieron las modelos en la estampida que caracterizó al final del desfile: unas y otras los combinaban con democráticas camisas blancas, musculosas negras cual maillots y zapatos negros derivados de las danzas flamencas. Como piezas de una colección cápsula, algunas modelos que acarreaban pequeñas maletas mostraron distintos modos de uso del vestidito negro, el tailleur y la lencería.

Unos días antes, en los comienzos de esa semana de la moda, Miuccia Prada pareció resucitar sus preceptos de “neo mal gusto” a superficies de brocatos, remixes de gasa con gabardina, tapicería y paño de lana, cuero y puntillas. Tules y lamés asomaron cual piezas de un gran patchwork in crescendo y con morfologías de faldas rectas y largas remixadas con abrigos y plataformas que recreaban sus emblemáticas guillerminas con plataformas. La pasarela reprodujo una puesta de dunas y las medias tres cuartos fueron el accesorio de rigor.

Como indicadores del nuevo estilo italiano, la firma Marni, diseñada por Consuelo Castiglioni, propuso innovadoras siluetas austeras derivadas del kimono y de los uniformes de devotos del judo: los pantalones se matizaron tanto con robes austeras como con tops de lencería para luego continuar con vestidos ricos en elaboradas estampas florales y siluetas holgadas e innovadoras. Del lado de nuevos modismos de las casas tradicionales, Missoni renovó sus emblemáticos tejidos en zigzag e indagó en el estilo de Frida Kahlo y las nuevas generaciones de hipsters, que visten turbantes como accesorio chic.

El disparate llegó desde la firma Moschino y su actual diseñador, Jeremy Scott, cuya última estrategia fue una colección tributo a las muñecas Barbie apodada Think Pink. Lo más parecido a apropiaciones para pasarela de los looks que Reese Witherspoon supo predicar desde el film Legalmente rubia, la colección fue tan fast fashion como los uniformes para la cadena de hamburguesas que Scott supo homenajear en su anterior colección. Los ropajes y accesorios dignos de una juguetería kitsch se lanzaron a la venta desde las tiendas Nordstrom, Opening Ceremony y Net-à-porter mientras aún no había finalizado el desfile.

Y las asistentes a las primeras filas encontraron pequeñas muñecas con réplicas de la colección, maletines y peines de plástico para las rubias cabelleras de la muñeca cuyas primeras facciones fueron maquilladas por Bud Westmore, también creador de artificios para el film El monstruo de la Laguna Negra.

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