ABORTO El 28 de septiembre fue el día de lucha por la legalización del aborto en Latinoamérica y el Caribe. El lunes se realizó un abrazo al Congreso de la Nación para que el proyecto de la Campaña por el Aborto Legal, Seguro y Gratuito –con la firma de 64 legisladores– sea tratado en la Cámara baja. Una de las activistas es Ruth Zurbriggen, fundadora de Socorristas en Red, una organización que desde el 2009 ayuda a las mujeres a practicarse abortos medicamentosos. Son 150 activistas, repartidas en diecisiete provincias, que tienen veintiuna líneas de teléfono en todo el país y les ponen el cuerpo a quienes las necesitan con urgencia. Sólo en Neuquén, en tres años, ayudaron a abortar a 1074 mujeres, que en el 54 por ciento de los casos ya eran madres.
› Por Luciana Peker
No es la misma mujer después de ponerles el cuerpo a las mujeres que abortan. No es la misma mujer que colgaba un pañuelo verde y un montón de consignas. Tiene el mismo color amarrado del cuello, la voz que se expande desde el sur hasta el norte, la estrategia más tangible entre la teoría y la práctica y las convicciones reforzadas. Porta las ideas un poco más tajantes y la conversación entrenadamente atenta y cálida. Pero es otra. No porque se hayan desatado las razones para luchar por la legalización de la interrupción del embarazo que están más puestas que nunca. Pero sí porque pasaron otras, muchas, mujeres por su cuerpo para que el cuerpo de las mujeres valga. Y el cuerpo deja huellas. Aún huellas intangibles que no llegan a ser cicatrices. Que marcan el camino. Incluso, un nuevo camino en la práctica para que las mujeres no mueran, no sufran, no vayan presas, no se queden infértiles, no se infecten, no sean denigradas, no sean destinadas por la biología o la violencia sino por su propio deseo. Por eso, su lema es “¡Si vas a abortar no queremos que pongas en riesgo tu vida y tu salud”.
El cuerpo de las mujeres no es un envase que escupe lo que no desea. Ni debe. El cuerpo de las mujeres necesita de otras manos, abrazos, cuidados, contención y aliento para poder reconvertirse en cuerpo propio. Ruth Zurbriggen, activista del colectivo feminista La Revuelta de Neuquén, parió desde la Patagonia la agrupación de Socorristas en Red que, desde 2009, ayuda a las mujeres de todo el país a estar acompañadas cuando deciden abortar. Ahora ya son ciento cincuenta las activistas que ayudan, en diecisiete provincias y a través de veintiuna líneas telefónicas de todo el país, a que otras mujeres decidan sobre su vida.
Sólo desde el 2011 al 2013, sólo catorce mujeres, sólo en Neuquén, acompañaron en su decisión de no continuar con un embarazo a 1074 mujeres. Las escuchan, les hablan, les escriben, les cuentan lo que escrito no se entiende (como les pasó con Hilaria, que era analfabeta), las orientan y las acompañan en el proceso de abortos medicamentosos a través de misoprostol. La demanda va in crescendo y únicamente el año pasado fue de 567 mujeres que, muchas veces, llegaron derivadas de los propios médicos. Su experiencia deja un dato tajante que destierra mitos y prejuicios en torno de quienes necesitan interrumpir un embarazo: el 54 por ciento de las que no pueden o quieren pasar por un parto ya es madre. No es que no quieran –con derecho– hijos o hijas. Es que no pueden con más hijos e hijas de los que ya tienen, al menos en ese momento. Y siete de cada diez de las que reciben sin aliento las dos rayitas de un test de embarazo tienen entre 25 y 33 años, pero un 13 por ciento son chicas más jóvenes. Son las más pobres y son las adolescentes o niñas las que más solas están por la clandestinidad del aborto en Argentina.
Ruth es integrante de la Campaña por el Aborto Legal, Seguro y Gratuito, y vino a Buenos Aires para formar parte del abrazo al Congreso, realizado el lunes 29 de septiembre (en una jornada posterior al día de la lucha para la legalización del aborto en América latina y el Caribe) para que el proyecto que cuenta con la firma de sesenta y cuatro diputados y diputadas se desperece del olvido legislativo y se transforme en ley. Ella es docente, tiene 50 años, una hija de 27 y un hijo de 20 que conocen treguas de cine compartidas.
¿Qué pasa con la legalización del aborto?
–Estamos en un momento muy difícil y hace falta pensar estrategias mucho más ofensivas sobre los diputados y las diputadas de la Nación, que son quienes tienen la responsabilidad política fundamental para que el aborto deje de ser ilegal en la Argentina. No veo en el Frente para la Victoria voluntad política de sacar y empujar el debate en el Congreso. Y es la cuarta vez que la Campaña presenta su proyecto desde el 2007.
¿Por qué se pudo avanzar en tantas leyes y no en la legalización del aborto?
–Reconocer el derecho de las mujeres a decidir ataca uno de los núcleos duros del heteropatriarcado y dejaría en mano de las mujeres el control sobre nuestra sexualidad. También sigue siendo ilegal porque es un gran negocio: puede costar desde 10 mil a 30 mil pesos, menos dinero si no hay anestesia o si son peores las condiciones del consultorio o hasta 70 mil pesos en gestaciones mayores.
El caso de Ignacio Guido Moyano Carlotto muestra que el médico de la Policía Bonaerense que firmó su acta de nacimiento trucha –Julio Luis A. Sacher– está sospechado de lucrar con abortos, según fuentes de Infojus Noticias. ¿Quiénes son los que hacen negocio con la clandestinidad?
–Esto desnuda la hipocresía social de sectores conservadores y antiderechos. En el caso de Silvia Suppo (asesinada el 29 de marzo de 2010, cinco meses después de ser una testigo clave en un juicio por lesa humanidad en Santa Fe) ella declaró que la violaron y que, aún detenida (por la dictadura militar), la obligaron a abortar. Por eso la lucha de las socorristas en red también es una lucha anticapitalista, porque combate el negociado del aborto clandestino.
¿Hay un antes y un después del efecto papa Francisco?
–La Iglesia recompone con Bergoglio un nuevo lugar en el escenario político y esa influencia maniata el tema del aborto. Se le está dando una envergadura peligrosa.
Hay legisladoras que dicen que no se da el debate en el Congreso porque no está saldada la discusión en la sociedad. ¿Falta consenso social?
–Pensar que se va a discutir en el Congreso cuando el debate esté saldado es evadir responsabilidades. La sociedad está madura. Nunca este tipo de leyes se consigue con el consenso de toda la sociedad porque son leyes que dividen aguas. En este país las mujeres abortan y las diputadas debieran responsabilizarse por la función que cumplen para cuidar a las mujeres. En este tema, el Estado no cuida a las mujeres: las abandona. El movimiento de mujeres ha hecho muchísimo. Las principales universidades de este país han emitido declaraciones a favor de que se legalice el aborto, igual que movimientos estudiantiles, sindicatos, organizaciones de derechos humanos. Hoy se puede hablar de aborto en voz alta. Temo que esos argumentos estén al servicio de sacarse la responsabilidad que le toca. No vamos a conseguir la legalización de aborto con el 80 por ciento de la población a favor. No pasó con el matrimonio igualitario, ni con identidad de género. ¿Por qué no le pidieron eso al matrimonio igualitario? Estaba dividida la sociedad y, sin embargo, se votó a favor porque había voluntad política.
¿Qué opinás de las nuevas estrategias de los grupos antiderechos mostrándose como una fuerza de la juventud no religiosa?
–Los sectores conservadores cuando ven que van perdiendo terreno reconfiguran sus estrategias. Me anticipo a pensar en que no les va a dar resultado porque las mujeres siguen abortando, que es algo de lo que no quieren hacerse cargo. Eso derrumba la política de un embarazo a cualquier precio. Y no hay religión ni clase social que lo impida. Cuando una mujer tomó la decisión hace todo lo que está a su alcance para concretarla. ¿Cuál es la ley que están imponiendo las mujeres? Imponen su propia ley en ese acto que es una microagencia política donde las mujeres dicen “no”.
¿La puerta abierta a los abortos no punibles permite pensar que todas las mujeres que lo deseen pueden interrumpir su embarazo resguardándose en que su gestación afecta, en algún aspecto, a su salud?
–Hay que desmitificar que en este país el aborto siempre es ilegal. Hay causales de aborto legal contempladas en el artículo 86, incisos 1 y 2 del Código Penal vigente. Por eso, si la salud de una mujer corre riesgo ella puede abortar, pero el concepto de salud debe entenderse en un sentido amplio y como salud integral. Cuando una mujer descubre que tiene un embarazo no buscado eso provoca una situación de desajuste emocional que trae riesgos para su salud. Hace falta aún trabajo político, pedagógico y cultural muy creativo para que los sectores médicos amplíen sus horizontes en relación a qué consideran salud. Hay que destacar la enorme cantidad de médicos, médicas y efectores de salud que son amigables y garantizan derechos y con los que se puede articular. En mi experiencia comprobé que se puede cambiar lo que pensamos. Por eso, tenemos que desarrollar estrategias en vinculación y en articulación permanente, solas no podemos. No les veo futuro a las feministas que creen que van a conseguir las cosas solas. Sin embargo, el riesgo que corremos en este contexto es que, si se aplica el aborto no punible en un sentido amplio, se piense que entonces no necesitemos ley. Incluso los abortos contemplados en el Código Penal se van a efectuar mejor si se aprueba la ley. La idea es que toda mujer tiene derecho. Eso tiene una potencia que el Código Penal no tiene. Ahora estamos en un terreno donde todo depende de la suerte del médico con que diste. En cambio, si tenemos una ley que garantice la legalización del aborto vamos a lograr mejores condiciones también para el aborto no punible.
¿Qué pasará ahora que se aprobó el nuevo Código Civil con la idea que la vida comienza desde la concepción?
–Es una concesión a los sectores conservadores. Tiene efecto en el imaginario y en la política. Va en contra del Pacto de San José de Costa Rica, que dice que la vida comienza, en general, desde la concepción y ese “en general” está agregado para que no haya incompatibilidad para adherir al pacto y que haya aborto legal como en Canadá. Es un contrasentido flagrante que los sesenta y cuatro adherentes al proyecto de ley votaran a libro cerrado. No es que queremos el Código de hace doscientos años. ¿Pero por qué vamos a perder las mujeres y otorgarle poder a la Iglesia? Pueden usar el Código Civil como estrategia jurídica para pelear contra la legalización del aborto.
¿Cómo es la experiencia de las socorristas?
–Empezamos en Neuquén en el 2009. Con Las Revueltas armamos un servicio –Socorro Rosa– que comenzó el armado de esta agencia política que es Socorristas en Red. Sabemos que no somos las únicas que damos información. Pero para ser parte de Socorristas en Red hay que estar de acuerdo con que tenemos encuentros presenciales con las mujeres, cara a cara y, en lo posible, encuentros grupales para ayudar a politizar. Incluso hay mujeres que no se conocen entre sí que se acompañan en sus abortos o se organizan para ir juntas al control post aborto. Nosotras las acompañamos durante el proceso. Para la mujer que está abortando en su casa es muy importante saber que cuenta con alguien que la asiste en ese momento, que suele ser complicado. No es un abrir y cerrar los ojos. Te pasan muchísimas cosas mientras abortás. Nosotras aprendemos con las mujeres. Fortalecemos nuestra decisión y hacemos de nuestros saberes con otras. También conformamos redes amigables con centros de salud para los controles post aborto. Queremos que vayan a hospitales donde le puedan decir a la persona que tienen enfrente que abortaron, que usaron misoprostol y que no las juzguen. En el 2013 Las Revueltas acompañamos a 567 mujeres sólo en Neuquén, el 54 por ciento ya era madre y la mayoría –70 por ciento– tenía entre 25 y 33 años y el 13 por ciento eran chicas más jóvenes. En el 2012 habíamos acompañado a 380 mujeres y en el 2011 a 127 mujeres. La red en todo el país hoy cuenta con veintiún números de teléfono. Pero no somos una línea que pasa información. Las socorristas queremos que el aborto sea legal, por eso estamos agrupadas en la Campaña por el Aborto Legal, Seguro y Gratuito. Y nuestras redes garantizan un piso de seguridad distinto para cuando el aborto sea legal en Argentina.
¿Cuántas son en la red?
–En Neuquén somos catorce y en todo el país, como mínimo, somos ciento cincuenta. La red junta a compañeras de distintas generaciones, de distintas opciones sexuales. Algunas han sido socorridas y esto empalma con un deseo político con el aquí y ahora ante los abortos que están siendo. Es un feminismo de estar ahí y de poner el cuerpo. El feminismo de Socorristas en Red teoriza sobre su práctica y en su práctica hace teoría. No es todo color de rosa, pero es un proyecto político que cuida la salud de las mujeres, que es lo que no hace el Congreso de la Nación. Nuestro lema es “¡Si vas a abortar no queremos que pongas en riesgo tu vida y tu salud!”.
¿Cómo hace hoy una mujer que necesita abortar para conseguir el medicamento (misoprostol) que le permita realizarse el tratamiento?
–La parte complicada es conseguir el medicamento. Y como el aborto es una práctica clandestina hay quienes hacen de la venta del medicamento todo un negocio, así como hay farmacias amigables que venden determinada cantidad por mes. Las mujeres inician todo un trayecto para conseguir la medicación: desde recetas que les dan médicos hasta caminos que no están buenos, como compras por vía telefónica a gente que oferta en Internet. Nosotras recomendamos que se compre la medicación adecuada en farmacias y con blister cerrado, para evitar que el medicamento esté adulterado.
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