La noticia fue publicada por el diario Crónica el miércoles de la semana pasada y empezó a correr por los sitios de noticias esa misma tarde: un hombre había sido detenido por masturbarse y eyacular sobre el pantalón de una pasajera en la línea D del subte porteño. Ahondar en el caso no aporta mucho más que la posibilidad de imaginar con más detalle la escena: que la chica que sufrió el acoso tenía 25 años y empezó a gritar cuando entendió por qué tenía el pantalón mojado, que algunos pasajeros se acercaron a hablar con ella, que otros retuvieron al hombre a golpes y gas pimienta hasta que llegó la policía, que la causa fue caratulada como “exhibiciones obscenas”.

La historia se convirtió en tema de intercambio en redes sociales, probablemente porque tenía mucho de lo que exige un trending topic: sexo y alguna arista discutible (¿qué posición tomar ante la violencia pública frente a un caso de violencia de género?). Pero funcionó, finalmente, como una gota mediática que hace estallar el vaso en el fuero íntimo. “Ya lo dije muchísimas veces, pero TODAS vimos un pito de un desconocido en la calle o en el transporte público alguna vez. Nadie zafó”, disparó a sus 60 mil seguidores Eliana Iñíguez, @fenomenoide en Twitter, después de leer la noticia. Su amiga Lucía Franzé, @lulens en el mundo virtual, animó a sus contactos a pasar de la opinión externa a la primera persona: “Amigas, cuenten cómo fue la primera vez que tuvieron que ver un pito de un desviado en la calle”. Esa misma tarde, un centenar de mujeres respondió a la consigna bajo los hashtags #Noquierovertupito y #Miprimerpitodedesviado. Exhibicionismo con o sin masturbación, con o sin contacto físico, a menores y a mayores de edad: el abanico de casos crecía a medida que iba pasando el día.

Lucía, arquitecta y tatuadora, y Eliana, diseñadora, recolectaron gran parte de las respuestas a través de Storify, una herramienta que permite seleccionar y recopilar contenidos generados por usuarios múltiples y seguir cronológicamente todas las repercusiones de un determinado hecho. En storify.com/lulens/miprimerpitodedesviado puede leerse la mayor parte de las contestaciones que recibieron. “Cuando leí la noticia se me ocurrió preguntar anécdotas sobre el tema a otras mujeres para sacar un tema de charla, como hacemos siempre en Twitter. La verdad es que pensé que me iban a contestar cuatro o cinco chicas, pero empezaron a sumarse más y más. Fueron muchas más que las que terminamos publicando en Storify, porque muchas siguieron tuiteando al aire, sin mencionarnos, una vez que se había instalado el tema”, cuenta Lucía.

Espontánea e irreflexiva en un principio, la acción puso de manifiesto uno de los delitos contra la libertad sexual de las mujeres más generalizados y naturalizados: el exhibicionismo. Y aunque muchas mujeres hayan podido alquimizar la experiencia traumática en humor, el recuerdo sigue siendo causando daño, muchísimas de las que contaron su historia no habían llegado a la adolescencia cuando vivieron esa “otra” primera vez.

Sorpresiva como la reacción femenina en masa fue también la revelación que la acción generó en los varones: por su mensaje unívoco y generalizado, la serie de retuits fue más efectiva que cualquier campaña publicitaria. “Eso fue lo más interesante de todo. Los hombres se mostraron sorprendidos de que sea tan normal para todas haber visto un pito que no elegimos, de que casi todas tengamos al menos una anécdota así. Muchos dijeron que sintieron ‘vergüenza de género’. Me parece que el sentimiento fue tan contundente que no dio lugar a la duda, como cuando en Twitter se discutió si los piropos callejeros nos gustaban o no. Y se puso de manifiesto algo que viene pasando bastante en las redes, que es el abuso del término ‘feminismo falopa’ para subestimar cualquier afirmación que hace una mujer”, explica @lulens. “Hay que diferenciar las cosas. Nosotras somos fuertes y aprendimos a seguir caminando por la calle después de que un tipo nos muestre el pito como si eso fuese normal, aun cuando por dentro tengamos ganas de llorar o salir corriendo.”