CINE
Perdida, la película dirigida por David Fincher basada en el libro de Gillian Flynn, intenta una lectura sobre los vínculos desiguales entre hombres y mujeres.
› Por Silvina Herrera
Perdida es una película sobre la infidelidad, las mentiras dentro del matrimonio, la hipocresía de los medios de comunicación, la infelicidad de un pueblo que simula para no tener que dar explicaciones todo el tiempo. Es una película sobre esa clase de temas generales y absolutos, que no pasan de moda y afectan la vida de todas las personas, contados a través de una trama particular, la desaparición de Amy el día del quinto aniversario de su matrimonio con Nick. Ambos son escritores, ambos creen tener la pareja perfecta, ambos se desilusionan y en lugar de enfrentarlo prefieren actuar que viven en el mundo feliz y soportar el sufrimiento. Pero es sobre todo una película sobre la reacción de las mujeres ante las actitudes de los hombres, cómo hace una mujer para plantarse ante los abusos o faltas de respeto del hombre dentro de una relación, una reflexión acerca de los vínculos desiguales entre ambos sexos, que por momentos exagera y cruza el punto de sutileza necesario en toda película para que los personajes sean verosímiles.
David Fincher dirigió la película que se basó en Gone Girl, el libro de Gillian Flynn. En la primera mitad del film, Nick busca a su mujer o hace que la busca, porque de a poco se va revelando el desinterés que los unía en los últimos tiempos. En la segunda mitad aparecen los hechos vistos desde el lado de Amy, cruzados con flashbacks de la historia de su relación. Todo empezó como en un cuento de hadas, los dos se prometieron no mentirse nunca, pero la promesa duró poco y los problemas empezaron a surgir. Amy se va cuando Nick iba a pedirle el divorcio, pero antes lo ve dándole un beso a otra. Todo el pueblo empieza a sospechar de él como culpable del supuesto crimen. Es la venganza de ella por la infidelidad, el ninguneo y el rechazo, a la manera de Kill Bill o Death Proof, de Quintin Tarantino, pero más burdo y expuesto.
La película retoma una de las reflexiones más interesantes del libro. Una especie de manifiesto sobre la “chica cool”, esa mujer que los hombres imaginan ideal, que los obedece, le gustan las mismas cosas que a ellos, les festeja los chistes y les deja pasar las faltas de consideración una y otra vez. En Perdida se nota una resistencia a ser esa chica cool, plantea la posibilidad de ser una misma, de esperar manifestaciones genuinas de amor, y ser queridas así. “Ser la chica cool significa que soy una mujer atractiva, brillante y divertida que adora el fútbol americano, el poker, los chistes verdes y eructar, que juega a videojuegos, bebe cerveza barata, adora los tríos y el sexo anal y se llena la boca con perritos y hamburguesas como si estuviera presentando la mayor orgía culinaria del mundo a la vez que es capaz de algún modo de mantener una talla 34, porque las chicas cool, por encima de todo, están buenas. Son atractivas y comprensivas. Las chicas cool nunca se enfadan; solo sonríen de manera disgustada pero cariñosa y dejan que sus hombres hagan lo que ellos quieran”, dice en voz en off el texto del libro.
La primera parte del film es la más disfrutable, con un ritmo fluido que no decae, acompañada por la música intrigante de Trent Reznor. Además de Amy, hay otros personajes fuertes, como la mujer policía que investiga el caso, y la hermana incondicional de Nick, que a pesar de los detalles cae en algunos estereotipos. El problema con la exageración de la reacción de la chica perdida es que el personaje se lea como una loca psicótica y se pierda la oportunidad de correrse de ese lugar machista que postula que “están todas locas”. Con un poco menos de delirio argumental la reacción de Amy podía ser una burla a esa consideración. Lástima que Fincher prefirió ir a lo seguro y efectista.
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